Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Stefan Zweig
Editorial:
Quaderns Crema, S. A.
Traducción:
J. Fontcuberta y A. Orzeszek
Edición:
Diciembre de 2018
La propuesta de hoy es una deliciosa lectura que nos
llevará a la Viena imperial de antes de la I Guerra Mundial hasta el
exilio del autor debido a las leyes antisemitas nazis, siendo su obra
catalogada de prohibida por el nazismo. Por el camino viajaremos por
un mundo ya desaparecido que guarda sin embargo aterradoras
similitudes con el presente. Disfrutaremos de la sensibilidad del
autor, su viajes por Europa y sus anhelos de una patria común
europea que ya es realidad y que vuelve a ser amenazada como
entonces. Quienes gusten de la literatura disfrutarán de las
inquietudes creativas del autor, sus visitas a nombres ilustres de su
tiempo, compartir su admiración por los autores a la par que él
mismo triunfa con sus libros y traducciones. De fondo, una Europa y
una sociedad cambiante ante la llegada de tecnología que acorta
distancias y cambia las costumbres. Es también la odisea de un judío
errante, que anhela una patria que ama y escribe en su idioma pero
que acabará convertido en apátrida cuando ser judío se convierte
en un tormento en Alemania contagiando a su Austria natal...
Stefan Zweig (Viena 1881- Petrópolis 1942) fue un
escritor y crítico austriaco. Hijo de industriales, no siguió
ninguna carrera y desde muy joven se dio a conocer como poeta,
impresionado por Verlaine. Desde 1919 vivió en Salzburgo, en 1934
emigró a Inglaterra y en 1940 a Brasil, donde se suicidó. Escribió
novelas, dramas y ensayos, pero lo mejor de su producción son sus
biografías por el análisis psicológico de las grandes
personalidades que retrata. Su capacidad narrativa, la pericia y la
delicadeza en la descripción de los sentimientos y la elegancia de
su estilo lo convierten en un narrador fascinante, capaz de
seducirnos desde las primeras líneas.
Datos sacados de la contraportada y sin más dilación
unas breves reseñas que os inciten a su fascinante lectura:
Judíos de la Viena imperial...
"Esta
clase de nobleza, que muchas familias judías se otorgaban de motu
propio, a mi hermano y a mí desde pequeños ya nos divertía, ya nos
irritaba. Constantemente oíamos decir que éstos eran gente `fina´
y aquéllos gente `ordinaria´, de todos nuestros amigos se
investigaba si eran de `buena´ familia y se comprobaba tanto el
origen de sus parientes hasta la última generación como el de su
fortuna. Esta manía de clasificar, que era realmente el objeto
principal de todas las conversaciones familiares y sociales, nos
parecía de lo más ridículo y esnob a la vez, ya que en el fondo
todas las familias judías procedían del mismo gheto, con una
diferencia de cincuenta o cien años. Sólo más tarde comprendí que
el concepto de `buena familia´, que a los niños nos parecía una
farsa y una parodia de una pseudo aristocracia artificial, expresaba
una de las tendencias más íntimas y secretas del carácter judío.
En opinión generalmente aceptada, la verdadera y típica finalidad
de la vida de un judío consiste en hacerse rico. Nada más falso.
Para él, llegar a ser rico significa sólo un escalón, un medio
para lograr el auténtico objetivo, pero nunca es un fin en sí
mismo. El deseo propiamente dicho del judío, su ideal inmanente, es
ascender al mundo del espíritu, a un estrato cultural superior."
Ídolos poéticos de los estudiantes vieneses...
"Rilke,
a su vez, significó para nosotros un estímulo de otra naturaleza,
que completaba el de Hofmannsthal con un efecto sedante. Porque
rivalizar con Hofmannsthal habría parecido blasfemo hasta al más
osado de entre nosotros. Sabíamos que era un prodigio inimitable de
perfección precoz que no se podía repetir, y cuando, a nuestros
dieciséis años, comparábamos nuestros propios versos con los ya
celebérrimos que él había escrito a la misma edad, nos moríamos
de vergüenza; asimismo, nos sentíamos humillados en nuestro saber
ante el vuelo de águila con el que él, todavía en el instituto,
había recorrido el universo del espíritu. Rilke también había
empezado a escribir y a publicar versos igual de pronto, a los
diecisiete o dieciocho años, pero, a diferencia de Hofmannsthal,
además en el sentido absoluto, sus poesías resultaban inmaduras,
infantiles e ingenuas; sólo con indulgencia se podía hallar algunas
huellas de un talento áureo. No fue sino más tarde, a sus veintidós
o veintitrés años, cuando ese poeta extraordinario, al que nosotros
amábamos con desmesura, empezó a moldear su personalidad, cosa que
por sí sola ya era un consuelo para nosotros. De modo que no era
imprescindible ser perfecto ya en el instituto, como Hofmannsthal;
podíamos probar, ensayar, formarnos, progresar como Rilke. No era
necesario darnos por vencidos enseguida sólo porque de momento
escribíamos cosas imperfectas, inmaduras e
irresponsables, pues a lo mejor éramos capaces de repetir, ya no el
milagro de Hofmannsthal, pero sí el ascenso más pausado y normal de
Rilke."
Primeras publicaciones...
"Donde
más repercusión tuvo mi admisión solemne en el Suplemento
Literario de la Neue Freie Presse fue en mi vida privada. Gracias a
ella adquirí una seguridad inesperada ante mi familia. Mis padres
eran poco dados a la literatura y no se atrevían a dar su opinión;
para ellos, como para toda la burguesía vienesa, era importante todo
lo que la Neue Freie Presse alababa e insignificante todo lo que el
periódico ignoraba o censuraba. Lo que salía publicado en el
`Folletín´ les parecía estar garantizado por una autoridad
suprema, ya que quien juzgaba y sentenciaba desde sus páginas
inspiraba respeto por el solo hecho de ocupar posición tan elevada.
Pues bien, imagínese el lector de una de esas familias que todos los
días pasea su mirada, con respeto y esperanza, por la primera página
del periódico y una buena mañana descubre, incrédula, que al
descuidado y desordenado muchacho de diecinueve años que se sienta a
su propia mesa, que jamás ha sobresalido en la escuela y cuyos
garabatos habían aceptado con indulgencia como chiquilladas
`inofensivas´ (de todas formas, una ocupación mejor que jugar a
cartas o flirtear con muchachas atolondradas), se le había permitido
el uso de la palabra en aquel lugar de tanta responsabilidad, entre
hombres famosos y experimentados, para exponer sus opiniones (no muy
apreciadas entonces en casa)."
De viaje en Nueva York...
"La
primera impresión fue formidable, a pesar de que Nueva York no
tenía aún esa embriagadora belleza nocturna de hoy. No existían
aún las impetuosas cataratas de luz del Times Square ni el
fantástico cielo estrellado de la ciudad que de noche tiñe de rojo
a las reales y auténticas estrellas del firmamento con millones de
estrellas artificiales. El aspecto de la ciudad, así como la
circulación, carecían de la osada munificencia de hoy, pues la
nueva arquitectura se ensayaba todavía con inseguridad en algunos
grandes edificios aislados; también el sorprendente auge del gusto
por los escaparates y los adornos se hallaba en sus tímidos inicios.
Ahora bien, contemplar el puerto desde el puente de Brooklyn, siempre
con una ligera oscilación, y pasear por los desfiladeros de piedra
de las avenidas era una verdadera fuente de descubrimientos y de
emociones, si bien es verdad que, al cabo de dos o tres días,
cedieron a una sensación diferente más fuerte: la sensación de
extrema soledad. No tenía nada que hacer en Nueva York y, en aquella
época, una persona ociosa en ninguna parte estaba más fuera de
lugar que allí."
La misma guerra en épocas diferentes...
"He
aquí, pues, lo que diferenciaba, para bien, la Primera Guerra
Mundial de la Segunda:
la palabra todavía tenía autoridad entonces. Todavía no la había echado a perder la mentira organizada, la `propaganda´, la gente todavía hacía caso de la palabra escrita, la esperaba. En tanto que en 1939 ni una sola manifestación de un escritor producía el más mínimo efecto, ni para bien ni para mal, y en tanto que hoy ni un solo libro, opúsculo, artículo o poesía conmueve el corazón de las masas ni influye en su pensamiento, en 1914 una poesía de catorce versos, como aquel `Canto del odio´ de Lissasuer, una declaración tan necia como la de los `93 intelectuales alemanes´ y por otro lado, un artículo de ocho páginas como el `Au-dessus de la mêlée´ de Rolland o una novela como Le feu de Barbusse, podían llegar a convertirse en todo un acontecimiento. Y es que la conciencia moral del mundo todavía no estaba tan agotada ni desalentada como lo está hoy, aún reaccionaba con vehemencia, con la fuerza de una convicción secular, ante toda violación del derecho internacional y de los derechos humanos. Una violación de la ley, tal como la invasión de la neutral Bélgica por Alemania -algo que hoy apenas sería objeto de críticas serias, desde que Hitler ha convertido la mentira en una cosa natural y ha elevado a la categoría de ley todo acto antihumano- en aquellos días todavía era capaz de sublevar al mundo de un extremo a otro. El fusilamiento de la enfermera Cavell y el torpedeamiento del Lusitania fueron más nefastos para Alemania -debido a un estallido de indignación ética universal- que una batalla perdida."
la palabra todavía tenía autoridad entonces. Todavía no la había echado a perder la mentira organizada, la `propaganda´, la gente todavía hacía caso de la palabra escrita, la esperaba. En tanto que en 1939 ni una sola manifestación de un escritor producía el más mínimo efecto, ni para bien ni para mal, y en tanto que hoy ni un solo libro, opúsculo, artículo o poesía conmueve el corazón de las masas ni influye en su pensamiento, en 1914 una poesía de catorce versos, como aquel `Canto del odio´ de Lissasuer, una declaración tan necia como la de los `93 intelectuales alemanes´ y por otro lado, un artículo de ocho páginas como el `Au-dessus de la mêlée´ de Rolland o una novela como Le feu de Barbusse, podían llegar a convertirse en todo un acontecimiento. Y es que la conciencia moral del mundo todavía no estaba tan agotada ni desalentada como lo está hoy, aún reaccionaba con vehemencia, con la fuerza de una convicción secular, ante toda violación del derecho internacional y de los derechos humanos. Una violación de la ley, tal como la invasión de la neutral Bélgica por Alemania -algo que hoy apenas sería objeto de críticas serias, desde que Hitler ha convertido la mentira en una cosa natural y ha elevado a la categoría de ley todo acto antihumano- en aquellos días todavía era capaz de sublevar al mundo de un extremo a otro. El fusilamiento de la enfermera Cavell y el torpedeamiento del Lusitania fueron más nefastos para Alemania -debido a un estallido de indignación ética universal- que una batalla perdida."
De viaje en la nueva Rusia...
"De
entre aquellos viajes, sobre todo uno me resultó en sumo grado
emocionante e instructivo: el que hice a la nueva Rusia. En 1914,
poco antes de la guerra, cuando trabajaba en mi libro sobre
Dostoiesvski, ya tenía previsto ese viaje; pero se había
interpuesto entonces la guadaña sangrienta de la guerra y a partir
de aquel momento me retuvieron las dudas. Con el experimento
bolchevique, Rusia se había convertido para todos los intelectuales
en el país más fascinante de la posguerra, admirado con tanto
entusiasmo como fanáticamente combatido, y en ambos casos sin
suficiente conocimiento de causa. Nadie sabía a ciencia cierta
-debido por un lado a la propaganda y por otro la rabiosa
contrapropaganda- qué pasaba en aquel país. Pero sí sabíamos que
allí se gestaba algo completamente nuevo, algo que, de buen grado o
por la fuerza, podía resultar determinante parea la futura forma de
nuestro mundo. Shaw, Wells, Barbusse, Istrati, Gride y muchos otros
habían viajado hasta allí, unos regresaban entusiasmados, otros
decepcionados, y yo no habría sido un hombre vinculado al mundo del
espíritu, interesado en lo nuevo, si no me hubiese seducido también
a mí la perspectiva de hacerme una idea de primera mano. Mis libros
habían tenido allí una difusión extraordinaria, no tan sólo en la
edición completa prologada por Maxim Gorki, sino también en
ediciones pequeñas y baratas, a cuatro kópecs un ejemplar,
destinadas a amplios círculos de la población; de manera que podía
estar seguro de una buena acogida. Lo que, sin embargo, aún
me retenía era el hecho de que viajar a Rusia en aquellos momentos
significaba en cierto modo ya a priori tomar partido, cosa que me
obligaba a pronunciarme públicamente en uno de los dos sentidos:
reconocimiento o rechazo."
Una Austria acorralada...
"No
me hicieron falta más que dos o tres días en Austria para ver cómo
había empeorado la situación en aquellos pocos meses. Volver a la
atmósfera tranquila y segura de Inglaterra a aquella Austria
sacudida por fiebres y luchas era como salir de un local con aire
acondicionado de Nueva York en un día caluroso de julio y hallarse
de golpe en la bochornosa calle. La presión nacionalsocialista
empezaba a destrozar poco a poco los nervios de los círculos
clericales y burgueses; sentían que cada vez con más fuerza se
estrechaba en su cuello el dogal de la economía, la presión
subversiva de la impaciente Alemania. El gobierno de Dollfuss, que
quería mantener a Austria independiente y ponerla a salvo de Hitler,
buscaba cada vez más desesperado un último apoyo. Francia e
Inglaterra estaban demasiado lejos y, en el fondo, también mantenían
una actitud demasiado indiferente; Checoslovaquia estaba llena de
rivalidad y rencor contra Viena, Quedaba sólo Italia, que aspiraba a
un protectorado económico y político sobre Austria para proteger
los pasos alpinos y Trieste. Sin embargo, a cambio de esta protección
Mussolini exigía un elevado precio. Austria debía adaptarse a las
tendencias fascistas, suprimir el parlamento y, por lo tanto, la
democracia. Ahora bien, eso no era posible sin eliminar o declarar
ilegal el partido socialdemócrata, el más fuerte y mejor organizado
de Austria. Para vencerlo no había otro camino que la fuerza bruta."
Hitler mintió a Chamberlain...
"En
la opinión de todos; también la mía aquel día. Y el día
siguiente también fue un día feliz. Los periódicos se mostraban
unánimes en su júbilo, los valores de la bolsa subieron
espectacularmente, por primera vez desde hacía años llegaban voces
de amistad desde Alemania y en Francia proponían levantar un
monumento a Chamberlain. Pero, ay, sólo fue la última llamarada de
un fuego que iba a extinguirse definitivamente. En los días
siguientes empezaron a filtrarse los fatales detalles: cuán absoluta
había sido la capitulación ante Hitler y cuán ignominiosa la
entrega de Checoslovaquia, a la que se había garantizado ayuda y
apoyo; y hacia el fin de semana ya era público que ni siquiera la
capitulación había satisfecho a Hitler y que, incluso antes de que
se hubiera secado la firma del pacto, él ya había violado en todos
sus puntos. Sin ninguna clase de escrúpulos Goebbels proclamó
entonces públicamente y a los cuatro vientos que en Munich habían
acorralado a Inglaterra contra la pared. La gran luz de esperanza se
había apagado. Pero había brillado durante un día o dos y nos
había calentado los corazones. No quiero ni puedo olvidar aquellos
días."
Apasionantes memorias de un intelectual que nos lleva a
lomos de sus recuerdos y experiencias vitales por un mundo y una
Europa perdida tras la I Guerra Mundial, los sueños y esperanzas en
el futuro de la humanidad, así como de una Europa unida y libre de
guerras, que se vuelve en una pesadilla ante el ascenso al poder de
Hitler y el nazismo. Lectura para amantes de la literatura,
aficionados a las memorias y a quienes ven con inquietud una similitud
aterradora de aquellos tiempos a los actuales donde el expansionismo
de Putin y su régimen cumple casi a la perfección los pasos de
Hitler para adueñarse de Europa. Es también la memoria de un judío
que terminó siendo apátrida, alguien que se sentía Austriaco y
miembro de la burguesía de Viena, un judío errante como tantos
miles que se vieron a golpe de decreto sin patria, hogar y sueños.
Lectura recomendable aunque sólo sea para recordarnos que la guerra
acaba tarde o temprano por afectarnos directamente...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org