Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje a ninguna parte en la bicicleta
estática
El
viajero apura el cafelito mientras mira a la bicicleta estática que
siempre le lleva a ninguna parte aunque sí que viaja la imaginación,
el recuerdo, la añoranza, la melancolía y tantos pensamientos que
siempre acuden al viaje a ninguna parte en bicicleta estática...
Lo
cierto es que el viajero hace tiempo que no viaja a ninguna parte en
bicicleta estática, pero llega el veranito y convendría bajar
lorzas, así que se arma de tesón y ha sacado la bicicleta estática
del trastero, desterrada hace tiempo por la preferencia del viajero
por placeres gastronómicos más que por los placeres del deporte a
pedales, modalidad bicicleta estática...
El
viajero revisa el equipo para el viaje, unas deportivas añejas y
destinadas a servicios auxiliares como bajar la basura o dar pedales,
un pantalón de chándal huérfano hace muchas lunas de la chaqueta de
acompañamiento, camiseta de manga corta acorde con la buena
temperatura del día, una pulsera deportiva que fue regalo de
cortesía y de cuyas mediciones el viajero no se fía demasiado,
mandos del televisor, prensa del día y una botella con un litro de
agua. El viajero pensó en su día en adquirir un casco de ciclista,
pero le pareció dar la nota y que se vería algo ridículo si
alguien llama a la puerta inesperadamente y le ven con el casco de
ciclista...
El
viajero se toma el pulso y la tensión, anota los parámetros antes y
después, al menos tiene el viajero la intención, ya tan vieja como
la bicicleta estática. Comienza el viajero el pedaleo, suave y casi
mortecino para que las piernas calienten. No encuentra el viajero
acomodo en el sillín, ancho y que permite poner el culo a gusto del
viajero, pero cuando encuentra la posición ideal le da la sensación
de que está ligeramente basculado de un lado, trata de corregir la
posición una y otra vez...
El
viajero nota seco el gaznate del trabajo de pedalear, esfuerzo más
bien, y en ocasiones le embarga la sensación de que calza botas de
buzo, de que le resbala el pie en el pedal, de que no está en la
posición correcta y de que podía estar mejor. Bebe con ansia
refrescante un trago largo de la botella de agua. Mira la pantalla
del manillar que le indica hasta cinco parámetros distintos, la
distancia, el tiempo, la velocidad, las calorías y hasta el pulso
cardiaco gracias a dos sensores en el manillar. Ya lo había
comprobado en el último viaje a ninguna parte en bicicleta estática
y por curiosidad repite la prueba. Pone el marcha el medidor de
pulso cardiaco de la pulsera deportiva a la vez que toca los sensores
del manillar. Tras un minuto, marcan pulsos cardiacos distintos, la
bicicleta marca hasta veinte pulsaciones más que la pulsera. El
viajero echa otro trago al gaznate mientras medita sobre la
diferencia en las mediciones y decide restar diez del que marca la
bicicleta estática respecto a la pulsera deportiva...
Saciada
la curiosidad científica decide el viajero mirar algo en la
televisión y sube la dificultad al nivel uno, que simula una leve
pendiente; tiene la bicicleta estática seis niveles de pendiente
aunque el viajero nunca ha pasado el cero. Los pies notan la
dificultad al igual que su trasero en el sillín y no puede el
viajero concentrarse en la televisión, un documental sobre el
escarabajo pelotero, no encuentra grata la pendiente simulada y
pierde el ritmo del pedaleo y casi pierde la compostura el viajero
cuando movió a la vez el pie que resbalaba del pedal, el culo
buscando mejor aposento en el sillín y manipular el cuadro de mandos
de la pantalla del manillar...
El
viajero se nota acalorado y vuelve a nivel normal sin inclinación,
parece que tiene un uñero que le hace la puñeta en el pie
izquierdo, tiene ganas de orinar tras trasegar agua como un poseso,
la pulsera deportiva se ha quedado sin batería y nota las piernas
cargadas, como si llevara pesas de plomo atadas a los tobillos...
El
viajero para el pedaleo, estira las piernas y levanta el culo del
asiento como si hubieran sido escuchados los ruegos del mismo para
cambiar de posición. Han sido cinco minutos intensos de viaje a
ninguna parte en la bicicleta estática y una batalla ganada a las
lorzas. El viajero desmonta de su corcel estático y cual caballero
andante se despoja de su armadura de ciclista. Piensa el viajero que
se ha ganado un buen bocadillo de chorizo frito y que a fin de
cuentas la lorza es bella si se sabe apreciarlas. Decide que es hora
de devolver a la bicicleta estática a su destierro en el trastero,
las viejas deportivas que la acompañen y que en caso de que las
lorzas aumenten volverá al ejercicio, no con cinco minutos de duro
pedaleo, hasta diez si hace falta, piensa el viajero que se va a la
cocina a poner la sartén y preparar el pan y el chorizo para...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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