Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Jeremy Scahill
Editorial:
Espasa Libros , S. L. U.
Traducción:
Íñigo García y Albino
Santos Mosquera
Edición:
1ª edición, octubre 2013
La propuesta de hoy es un viaje a la cara oculta de la
guerra contra el terrorismo que comenzó tras los atentados del 11 de
septiembre de 2001. Es también la historia de un ciudadano
estadounidense de credo musulmán nacido y criado como un niño
estadounidense más y que terminó siendo declarado objetivo a matar
como un líder de Al Qaeda en Yemen y Somalia. Porque tras los
atentados el presidente Bush da libertad de acción a su
vicepresidente Dick Cheney y al secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, para poner en marcha una unidad de operaciones especiales
con lo más selecto del Ejército estadounidense en dichas
operaciones; disponiendo de recopilación de información por sus
propios medios de inteligencia e independientes del resto de agencias
y la propia C.I.A., con libertad de acción en todo el mundo y en
cualquier lugar del planeta para proceder a la eliminación o
secuestro de los objetivos. El uso de drones, primero para recopilar
información y vigilancia para finalmente ir armados de misiles
Hellfire. Pese a las promesas del candidato a la presidencia
Barak Obama de reducir los asesinatos selectivos, una vez en la misma
decidió intensificar la busqueda y eliminación de objetivos en
operaciones negras. Y también se plantea la pregunta de si es legal
que un ciudadano estadounidense puede ser eliminado sin detención ni
juicio justo previo por ser un ideólogo que se fue radicalizando en
sus discursos y en Internet aunque sin pruebas fehacientes de que
perteneciera siquiera a la organización terrorista. El mejor resumen
es contar que su hijo también fue seleccionado como objetivo cuando
no tenía arte ni parte, una víctima colateral más de una política
de persecución y eliminación de terroristas islámicos donde miles
de musulmanes sufrieron sin culpa ni ser simpatizantes de Al Qaeda...
Jeremy Scahill es un periodista de investigación
galardonado con el premio Polk. Colabora habitualmente en la revista
The Nation y como corresponsal para el programa informativo Democracy
Now!. Scahill ha ejercido una dilatada labor como reportero en Irak,
la antigua Yugoslavia y Nigeria. Actualmente, trabaja con una beca
literaria de la Puffin Foundation en el The Nation Institute. Scahill
vive en Brooklyn, Nueva York. Es autor de Blackwater y en 2013
escribió y produjo el documental Dirty Wars.
Datos sacados de la contraportada y del año de la
edición si bien en Internet se puede encontrar más información. Y
sin más, unas breves reseñas que os inciten a su apasionante
lectura...
Hay que atacar Irak...
“En
la Casa Blanca, el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, andaban ya muy ocupados planificando la
siguiente invasión tras Afganistán: la de Irak. Cuando accedieron
al poder, entre sus planes se encontraba ya el derrocamiento de Sadam
Husein y, pese a que no existía conexión iraquí alguna con los
atentados, aprovecharon el 11-S como pretexto para impulsar sus
propias prioridades. Pero las decisiones tomadas en aquel primer año
de la administración Bush iban mucho más allá de Irak, Afganistán
o, incluso al-Qaeda. Los hombres que estaban al frente del ejecutivo
federal en aquel momento estaban empeñados en cambiar la manera en
que Estados Unidos libraba sus guerras y, de paso, en dotar a la Casa
Blanca de un nivel de competencias sin precedentes. Se habían
terminado los tiempos de las batallas contra enemigos uniformados y
ejércitos nacionales con arreglo a las normas de las Convenciones de
Ginebra. `El mundo es un campo de batalla´ se convirtió en un lema
reiterado por los conservadores del aparato de seguridad nacional de
Estados Unidos en multitud de diapositivas PowerPoint en las que
exponían sus planes de guerra global general y sin fronteras. Y los
terroristas no eran su único objetivo. El sistema democrático de
equilibrios y contrapesos entre los diversos poderes, con más de
doscientos años de historia, estaba también en el punto de mira de
los máximos dirigentes estadounidenses.”
Anwar Awlaki, un joven musulmán estadounidense...
"Los
familiares de Awlaki no se consideraban particularmente religiosos,
sino, simplemente, unos buenos musulmanes que rezaban cinco veces al
día y trataban de vivir con arreglo al Corán. No es que la religión
no fuera importante para ellos, pero, para los Awlaki, la identidad
tribal era lo primero. Eran, además, gente moderna que mantenía
relación con diplomáticos y empresarios de otros países. Mientras
proseguía con su proceso de politización, Anwar acudía
regularmente a una mezquita próxima a su universidad en Colorado, y
el imán local le pidió que pronunciara uno de los sermones de los
viernes. Anwar accedió y se dio cuenta d eque tenía un don para
hablar en público. Comenzó a pensar que tal vez fuera la
predicación -y no la ingeniería- su verdadera vocación. `Era una
persona muy, muy prometedora. Y le augurábamos un buen futuro-
recordaba el tío de Anwar, el jeque Saleh Bin Farid, un rico hombre
de negocios y jefe d ella tribu de los Aulak en Yemen-. Creo que
Anwar nació para ser líder. Lo llevaba en la sangre y en su
mentalidad´."
La tortura sistematizada como método para interrogar
objetivos...
“En
el interior de la Sala Negra, se aplicaba a los detenidos toda la
gama de tácticas recogidas en el SERE, además de unas cuantas
técnicas medievales de estilo más libre. `Estaba pintada de negro
del suelo hasta el techo. La puerta era negra, todo era negro -según
relató Perry-. Tenía altavoces en las esquinas, en las cuatro,
colocados a la altura del techo. Tenía una mesa pequeña en uno de
esos rincones y puede que también hubiera sillas. Pero lo normal era
que en la Sala Negra nadie estuviera sentado. Allí se mantenía a
los detenidos erguidos, en posturas de tensión.´ Los
interrogatorios en esa sala solían incorporar elementos adicionales
en forma de música extraordinariamente alta, luces estroboscópicas,
golpes, manipulación de las condiciones ambientales (en especial, de
la temperatura), privación del sueño, sesiones de interrogatorio de
24 horas, agua y posturas de tensión, así como humillaciones
personales (de carácter sexual en no pocos casos). La desnudez
forzada de los prisioneros no era algo inhabitual. Casi todo acto
contra los detenidos era permisible siempre y cuando se ajustara al
lema de que `sin sangre no hay delito´. Pero, al final, hasta la
sangre pasó a ser aceptable.”
Nuevo presidente, misma doctrina de operaciones
clandestinas...
“El
ataque a Nabhan le supuso muchos elogios a Obama en el entorno de la
lucha antiterrorista y la comunidad de operaciones especiales, pero
en otros círculos se planteaban serias dudas sobre el consenso
bipartidista en lo referente a asesinatos, entregas extraordinarias y
cárceles secretas. `Son como ejecuciones sumarias -dijo Evelyn
Farkas, una antigua empleada del Comité de Fuerzas Armadas del
Senado que trabajó en la supervisión del SOCOM entre 2001 y 2008-.
¿Quién las está autorizando? ¿Quién está haciendo las listas
[de objetivos]? ¿Es una [misión} de captura y/o eliminación o se
trata de una misión de eliminación a secas?´. El candidato Obama
había asegurado que se apartaría radicalmente de las políticas de
la era Bush, pero en el caso de Nabhan se escudaba en algunas d ellas
más controvertidas de todas ellas. `¿Ha cambiado en algo nuestra
política desde la administración anterior -se preguntaba Farkas-.
Yo creo que no.´. Jack Goldsmith, que fue el ayudante del fiscal
general durante la administración Bush, dijo que la creencia de que
`la administración Obama ha revertido las políticas de la era Bush
es en gran parte errónea. La verdad es más bien todo lo contrario:
la nueva administración ha copiado la mayor parte del programa de
Bush, lo ha ampliado un poco, y sólo ha reducido otro poco. Casi
todos los cambios de Obama se reducen a meras cuestiones de
formulismos, argumentaciones, símbolos y retórica´. Aunque
afirmaban el fin d ellas cárceles secretas, Obama y su equipo de
lucha antiterrorista habían encontrado una manera de continuar
usándolas de tapadillo.”
Ha sido eliminado `Gerónimo´...
“Bissonnette
y otro SEAL entraron en la habitación. `Vimos al hombre tendido en
el suelo a los pies de su cama -recordó-. Había sangre y sesos
manando de su cabeza. En su agonía, seguía retorciéndose, aún se
convulsionaba un poco. Otro asaltante y yo le apuntamos nuestros
láseres en el pecho y disparamos varias veces más. Las balas le
rompieron por dentro, clavándole el cuerpo contra el suelo hasta que
quedó inmóvil´. La habitación estaba todavía completamente a
oscuras, por lo que Bissonnette encendió el frontal que llevaba en
el casco para examinar mejor el rostro del hombre que yacía en el
suelo. Estaba cubierto de sangre. Un agujero en la frente le había
roto la parte derecha del cráneo. Tenía el pecho desgarrado por las
balas -recordó- Estaba tendido en medio de un charco de sangre. El
SEAL que le disparó primero dijo: `El público americano no quiere
saber qué pinta tiene´. Los SEAL no estaban seguros de que el
hombre al que habían disparado fuera Bin Laden. Tenía el rostro
hecho un asco. Comenzaron a tomar muestras de ADN del cadáver y uno
de los SEAL roció la cara ensangrentada del hombre con agua de su
cantimplora CamelBack. Bissonnette empezó a limpiarle el rostro.
`Poco a poco, al frotar, el rostro se volvió reconocible. Parecía
más joven de lo que me esperaba. Llevaba
la barba muy oscura, como si se la hubiera teñido. Me quedé
pensando en que no se parecía en nada a lo que esperaba encontrar´,
escribió. Uno de los SEAL dijo por radio: `Tenemos un posible,
repito POSIBLE touchdown en la tercera cubierta´. Bissonnette empezó
a sacar fotos del cádáver del hombre. Luego se arrodilló para
centrarse en el rostro. Colocó la cabeza inerte de un lado y del
otro para sacarle fotos de perfil. Hizo que un compañero de equipo
le abriera los ojos para conseguir una foto ajustada de las retinas.”
Libro
apasionante que se devora de un tirón gracias a un estilo narrativo
ágil, con datos nada farragosos y dejando que sea el lector quien
saque las conclusiones ante los hechos que se narran. De fondo la
creación de un arma de operaciones especiales con poderes para
secuestrar y asesinar sin pasar por los controles que la democracia
estadounidense tiene para fiscalizar la actuación de sus fuerzas
armadas. También la inquietante pregunta de si los fines justifican
que un ciudadano estadounidense sin pruebas concluyentes de ser un
terrorista pueda ser declarado objetivo a eliminar sin detención ni
juicio previo. Ideal como lectura veraniega, noches tranquilas de
poco curro, estancias hospitalarias y de mesita de noche. Ojo con
regalar a la suegra que puede coger ideas para hacernos imposible
comer de su sopa boba y, en ocasiones, pasada del punto de sal...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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