Con la colaboración de El Bis en exclusiva para The Adversiter Chronicle
Finalmente
Ucrania se alzó con la victoria en el Festival de Eurovisión, un
certamen algo alejado del formato original donde primaba la canción
y fomentar el europeísmo. Las y los veteranos recordarán el cartelón
de conexión con la música de fondo. Pero en el siglo XXI el festival
se ha convertido en todo un espectáculo donde la canción sólo es
el elemento principal entre elementos tales como puesta en escena,
coreografías y vestimentas. No es ni mejor ni peor que antaño,
simplemente ha evolucionado a la par que el gusto musical y el
europeísmo. Del gusto musical se puede discutir y del europeísmo ya
somos parte práctica con la Unión Europea y la invasión rusa de
Ucrania donde esta última es evidente que ha condicionado el
resultado final.
La
canción ucraniana es una castaña al igual que la del Reino Unido y
en condiciones
normales posiblemente España hubiera sido la triunfadora. Todo un triunfo teniendo en cuenta las mierdas que han competido en los últimos años en la representación española, culpa de RTVE que ha estado probando distintos sistemas para devolver la audiencia a la retransmisión. Grotescas bufonadas, gallos y canciones fuera de la onda del festival habían condenado al ostracismo la retransmisión y a unas audiencias ridículas. Sin embargo esta edición España eligió, no sin la típica polémica hispana, presentando un tema musical acorde al espíritu festivalero, de intérprete solvente y con tablas bien arropada y la aceptación por el público de toda Europa de la propuesta. Lo de la polémica es de esas polémicas que se dan últimamente sobre cualquier cosa para reivindicar cosas de las minorías tratando de imponerse a las mayorías. En la música también llegaron esos vientos pero creer que llevar una canción reivindicativa o en una de las lenguas cooficiales es modernidad y progresismo sólo demuestra que el progresismo ha degenerado al papanatismo. La canción de Channel era apropiada, festivalera y tontorrona para captar el gusto musical del público. Era una canción redonda que la crítica juzgó también que era tal para un festival eurovisivo. Esperemos que RTVE tome nota y se deje de probaturas en las votaciones para ganar audiencia y que prime el gusto de la misma pero siempre por detrás del jurado técnico...
normales posiblemente España hubiera sido la triunfadora. Todo un triunfo teniendo en cuenta las mierdas que han competido en los últimos años en la representación española, culpa de RTVE que ha estado probando distintos sistemas para devolver la audiencia a la retransmisión. Grotescas bufonadas, gallos y canciones fuera de la onda del festival habían condenado al ostracismo la retransmisión y a unas audiencias ridículas. Sin embargo esta edición España eligió, no sin la típica polémica hispana, presentando un tema musical acorde al espíritu festivalero, de intérprete solvente y con tablas bien arropada y la aceptación por el público de toda Europa de la propuesta. Lo de la polémica es de esas polémicas que se dan últimamente sobre cualquier cosa para reivindicar cosas de las minorías tratando de imponerse a las mayorías. En la música también llegaron esos vientos pero creer que llevar una canción reivindicativa o en una de las lenguas cooficiales es modernidad y progresismo sólo demuestra que el progresismo ha degenerado al papanatismo. La canción de Channel era apropiada, festivalera y tontorrona para captar el gusto musical del público. Era una canción redonda que la crítica juzgó también que era tal para un festival eurovisivo. Esperemos que RTVE tome nota y se deje de probaturas en las votaciones para ganar audiencia y que prime el gusto de la misma pero siempre por detrás del jurado técnico...
Al
final lo que gusta es ganar y el progresismo que se llama tal dejar
de ser papanatas con temas donde el progresismo político no viene a
cuento, hay temas de sobra para ser progresista y lograr progresos
mejores que andar salpicando de polémicas absurdas lo que es ajeno
como la elección de la canción representante en Eurovisión.
Segunda quedó Reino Unido, una canción trasnochada en estética y
un intérprete de trazas más bien ridículas. Sin embargo ganó
Ucrania que musicalmente ni siquiera se hubiera clasificado en
condiciones normales pero la guerra de Putin y su régimen también
afecta a la música que pasa a ser una propaganda más. Es inevitable
y esperar que en 2023 se pueda celebrar el festival, porque los
tambores de guerra suenan cada vez más cerca. Pero al igual que
sucede en todos los ámbitos, la música y el festival también
pierden con una guerra en Europa, absurda en el siglo XXI justificada
con argumentos del siglo XX.
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