Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje a pinrel para
probar la pulsera deportiva
El
viajero se sube el cuello de la parka, es una mañana soleada sin
nubes pero hace un frío de nieve, extraña sensación con el
optimismo del sol radiante y la temperatura recordando que es
enero...
El
viajero se mira la pulsera deportiva que le han dejado las pasadas
navidades Papá Noel y los Reyes Magos, había solicitado un
deportivo ya que son dos, cuatro, a regalar, pero ambos cuatro deben
andar con pérdida de poder adquisitivo porque el soñado y deseado
deportivo se plasmó en una birriosa pulsera deportiva, artefacto
extraño al viajero que no es nativo digital y más se podría
encuadrar en indígena digital. Decidió salir a probarla y cumplir
el propósito de bajar lorzas, antes tuvo que descargar una
aplicación al teléfono móvil y aprender los rudimentos del manejo.
Tiene unos programas de ejercicio al aire libre y el viajero
seleccionó `caminar´ que le marca los pasos, el pulso cardiaco y
las molestas calorías que nutren a las lorzas cual tripanosoma. El viajero cree que está todo listo y pulsa en la
pantalla, del tamaño de un reloj rectangular algo grande aunque la
pantalla se ve bien siempre y cuando no se tenga presbicia...
El
viajero lleva andando un trecho cuando decide echar un vistazo a la
pulsera esperando ver sus parámetros tras diez minutos de camino
andante, pero hay un mensaje que le dice que no hay conexión. El
viajero se quita los guantes y siente frío en las manos, manipula
el teléfono y consigue que se comunique con la pulsera, una especie
de Celestina digital, barrunta el viajero para sus adentros, entre dos
dispositivos que no acaban de congeniar...
El
viajero lleva como otros diez minutos manipulando el móvil, la
pulsera electrónica y pasando frio en manos y orejas. La cosa es que
en la pantalla sale `sincronizando´ y no es por la distancia ya que
el viajero ha puesto el móvil al lado de la pulsera deportiva y aún
así la cosa como que no va...
El
viajero mira su viejo y fiel CASIO clásico y simple de los 80´s,
pone el cronómetro y decide apagar la dichosa pulsera poco
comunicativa y dejar en paz al móvil sin buscarle pareja
sincronizada, a fin de cuentas para caminar una horita no hace falta
gastar batería del móvil ni andar haciendo el canelo en la calle
con la gente mirando como se pelea el viajero con su cachivache
digital que no tiene nada del deportivo soñado...
-¡A
tomar por el culo! ¡Que le den!- dice el viajero para sus
adentros mientras piensa canjear la pulsera deportiva por un vale
descuento.
El
viajero emprende el viaje acariciando con cariño su viejo CASIO que
tiene las suficientes pijadas para ser útiles, la pila dura que dura
y no depara sorpresas de comunicarse y sincronizarse, a fin de
cuentas si todos los cachivaches fueran tan comunicativos unos con
otros simplemente sería encender y conectarían, piensa el viajero
que decide pasar del paseo para bajar lorzas y le tienta entrar en...
Pero
ése, ya es otro viaje.
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