The Adversiter Chronicle

martes, 6 de diciembre de 2022

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro:
Los niños republicanos en la guerra de España
Autor: Eduardo Pons Prades
Editorial: OBERON, Grupo ANAYA S. A.
Edición: 2004
Una de las consecuencias de toda guerra es que la infancia la sufre cruelmente al ver interrumpida la misma, víctimas inocentes de la barbarie que se ven empujados a convertirse en refugiados, perder sus seres queridos y vivir el resto de la vida con el doloroso recuerdo de la infancia truncada. La guerra desatada por el señor Putin y su régimen han devuelto a Europa a la cruda realidad de un conflicto armado con refugiados que huyen, imágenes de niños desamparados, inertes en el asfalto sin vida. La propuesta de hoy es un viaje a los recuerdos de los niños y niñas que sufrieron el sangriento conflicto de una guerra civil en España, antesala de lo que sería otra sangrienta guerra en Europa y que desembocó en la II Guerra Mundial con inquietantes semejanzas y paralelismos a lo que sucede en estos momentos en Ucrania ante el imperialismo de expansión territorial por parte de las autoridades rusas...

Eduardo Pons Prades nació en Barcelona en 1929 en una familia obrera de tradición libertaria. Tenía diecisiete años y estudiaba para maestro cuando los militares golpistas dieron inicio a la guerra de 1936. Luchó en el frente de Guadarrama, en el Segre y en la batalla del Ebro. Tras la derrota de la República hubo de exiliarse en Francia, donde durante la ocupación nazi combatió en la guerrilla en el Pirineo oriental como coordinador de tres departamentos. En 1945 y 1946 entró clandestinamente en España para participar en la organización de la resistencia. Detenido cuando intentaba volver a Francia se evadió y tras año y medio de lucha clandestina pudo regresar a Francia en 1948. regresó a España legalmente en 1964, y fue miembro fundador de la editorial Alfaguara. Su larga producción como historiador especializado en historia oral le ha hecho destacar como una de las voces que con más empeño, libertad de criterio, rigor y dignidad, ha reivindicado el papel en nuestra historia de quienes defendieron la República con sus vidas y supieron resistir al fascismo desde la clandestinidad, la guerrilla, las cárceles y los campos de concentración nazis.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año de edición y en Internet podéis encontrar más información sobre el autor. Y sin más, unas breves reseñas que os inciten a su apasionante lectura...

Refugiándose de la Batalla del Jarama...
Toñete era hijo único de la Salvaora, madre soltera, que iba de cortijo en cortijo cosiendo y bordando para las señoras. Sorprendentemente era aceptada e introducida en las fincas por los señores. Corría la voz de que alguno de entre ellos era el padre del muchacho. Anticipándose a la ocupación de aquellas tierras por las tropas de Franco, la Salvaora y su hijo se refugiaron en Titulcia, al otro lado del Jarama. Allí los conoció Manolo Garbayo, que dirigía la imprenta itinerante de las Brigadas Internacionales. Un día, cuando estaban comiendo, Toñete -al que Garbayo había contratado como aprendiz de la imprenta- oyó decir que en las escuelas de los niños refugiados de Morata de Tajuña y de Chinchón faltaban libros. Toñete les reveló que él sabía dónde había varias sacas llenas de libros. Al decir que estaban en San Martín de la Vega, con el río Jarama por medio -que por aquellos días era la línea de fuego-, los ánimos se enfriaron. Pero el muchacho insistió, diciéndoles que él conocía muy bien los pasos del río y que sabía dónde había escondida una barquilla. Así que se organizó un grupo de rescate, a cuya cabeza se puso el propio Garbayo, al que atrajo tanto la idea de infiltrarse en zona enemiga, que acabaría ingresando en una compañlía especial. Cruzaron el río en polena noche, recogieron seis sacas -qyue estaban escondidas en el Molino Viejo- y regresaron a sus líneas sin novedad. Más tarde, en el verano de 1976, volví a pasar por aquella zona y logré localizar a Toñete -ajora todo un hombre, claro-, al que encantaba saber que aquella `locura´ quizá saliese en un libro. Me fotografié con él, en la plaza del Ayuntamiento de Titulcia, junto a unos paisanos suyos, que recordaban lo de los libros como algo de locos... Uno de ellos -el primero al que hablé, al llegar al pueblo y que me ayudó a encontrar a Toñete-, que debía tener `lecturas´, dejó caer esta sentencia: `Ese es el tipo de aventuras en las que se metía don Quijote... y ya sabemos cómo acabó...´”.

Represión en la retaguardia...
Entre los horrores de la represión, hay un caso realmente desgarrador. Fue detenido el jefe de Correos de Soria, Castiella. Su esposa, encinta, con la angustia que cabe suponer, acudió repetidas veces al Gobierno Civil, para pedir clemencia, con resultado negativo. Fue fusilado y su esposa y los tres hijos, dos varones y una niña -de trece, diez y siete años respectivamente- fueron desterrados a Molinos del Duero, al este de Soria, donde la infortunada mujer tenía una hermana, en holgada posición económica; y que se negó a recibirla y auxiliarla. La esposa de Castiella buscó entonces refugio en la cabaña de un pastor, donde sin comer y sin atención de nadie, dio a luz, muriendo por inanición la madre y el recién nacido. El hijo de trece años, como apuntase las `nefastas´ ideas de su padre, sería internado en un asilo-correccional. Doña Pilar Iglesias Romero -que era hija de un fusilado el 1 de septiembre de 1936, por la Guardia Civil-, tenía entonces una beca de la Diputación para estudiar bachillerato en Soria. Le fue retirada. Su hermana Nieves recibió, durante el año 1937, lecciones mías, naturalmente a título gratuito. Su madre intentó poner una pensión, pero el permiso le fue denegado. (Era el pacto del hambre, para así tener a merced de los asesinos a las mujeres de los fusilados.) De ahí que al cabo, célebremente triste, de la Guardia Civil de Barahona, prohibiera a Pilar, entonces una joven de diecisiete años, que saliera de casa, e intentó no sólo seducirla sino ultrajarla.”

Siguiendo a su padre prisionero...
"A los quince primeros que se presentaron, los maniataron y se los llevaron carretera adelante, a pie. Los falangistas iban a caballo, haciendo restallar sus fustas sobre las espaldas de los prisioneros. Yo los seguía a distancia, escondiéndome, pese a las repetidas advertencias de mi padre, ordenándome regresar a casa. Me decía que tanto mi madre como mis hermanos me necesitaban, que yo debía hacer ahora de padre y no sé cuántas cosas más. Pero, yo, cabezón, seguía los consejos de mi madre: no perderlo de vista. `Desde un principio él presintió que lo iban a pasar mal. No como los demás, que los unos pensaban que los liberarían y otros que los llevaban a la cárcel. Mi padre era de los últimos del grupo. No irían directamente desde Oviedo a lo que sería su punto de destino -el puerto de Gijón- sino hacia la parte de León. Por el camino mataron a los cuatro más viejos. A los que no podían soportar la marcha y se quejaban continuamente. Sus asesinos esperaban que se hiciese de noche para liquidarlos y dejarlos en la cuneta. Dos de ellos se iban a dormir al pueblo y los otros dos se quedaban con los prisioneros. Cuando reemprendían la marcha, poco antes de que amaneciera, yo me acercaba a la cuneta, a ver si el muerto no era mi padre... Y así durante las doce jornadas que duró la marcha.´”

Los hijos se mueren en las cárceles franquistas...
Mugrientas y haraposas, enflaquecidas y enfermas, encerradas en cajones como ataúdes
carcomidos por gusanos, entraron en Madrid -ocho días después de haber salido de Alicante- para ser carne de ejecución y cárcel. Leonor participó en la discusión: ¿Cómo ayudar a los niños que se morían de inanición en la galería de madres? Esta galería de niños era una pesadilla para toda la reclusión. Más de mil mujeres estaban allí concentradas con sus hijos; algunas tenían dos o tres con ellas. Allí había más de tres mil personas. La falta de agua era total, como en toda la prisión; los niños, en su mayoría, sufrían disentería, aparte de los piojos y la sarna. El olor de aquella galería era insoportable: a las ropas estaban adheridas las materias fecales y los vómitos de los niños, ya que se secaban una y otra vez sin poderlas lavar. En aquellos momentos se había declarado una epidemia de tiña; ninguna madre, a pesar de la falta de medios para cuidarles, quería desprenderse de sus niños para llevarlos a una sala llamada `enfermería de niños´. Esta sala era tan trágica, que los pequeños que pasaban a ella morían sin remedio, se les tiraba en jergones de crin en el suelo y se les dejaban morir sin la menor asistencia. Al descongestionarse la cárcel de presas políticas, habilitaron dos sótanos para las llamadas `estraperlistas´y las prostitutas. Estos sótanos desbordaban y tenían que dormior en los patios. Cada día ingresaban de 80 a 100 mujeres, a las que recogían en plena calle vendiendo pan, aceite, tabaco. Y también a niñas de quince años y dieciséis años: las `aguardenteras´, que vendían aguardiente en recoletos, de madrugada, y con el licor sus cuerpecitos desnutridos...”

Breves pinceladas de testimonios recogidos por el autor de quienes eran infancia o juventud en la guerra civil española. Un recuerdo de imágenes que luego se repetirían en toda la Europa ocupada por las tropas nazis y que la guerra en Ucrania devuelve en toda su crudeza de matanzas, fosas comunes y abusos de todo tipo incluyendo violaciones y torturas. El libro trasciende el paso del tiempo y la ideología del autor para mostrar la cara oculta de las imágenes de noticieros de la época y la propaganda. Libro recomendable para todo tipo de lectores y un recordatorio de que las primeras víctimas de una guerra son la verdad y la infancia.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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