Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Eduardo Pons Prades
Editorial:
OBERON, Grupo ANAYA S. A.
Edición:
2004
Una de las consecuencias de toda guerra es que la
infancia la sufre cruelmente al ver interrumpida la misma, víctimas
inocentes de la barbarie que se ven empujados a convertirse en
refugiados, perder sus seres queridos y vivir el resto de la vida con
el doloroso recuerdo de la infancia truncada. La guerra desatada por
el señor Putin y su régimen han devuelto a Europa a la cruda
realidad de un conflicto armado con refugiados que huyen, imágenes
de niños desamparados, inertes en el asfalto sin vida. La propuesta
de hoy es un viaje a los recuerdos de los niños y niñas que
sufrieron el sangriento conflicto de una guerra civil en España,
antesala de lo que sería otra sangrienta guerra en Europa y que
desembocó en la II Guerra Mundial con inquietantes semejanzas y
paralelismos a lo que sucede en estos momentos en Ucrania ante el
imperialismo de expansión territorial por parte de las autoridades
rusas...
Eduardo Pons Prades nació en Barcelona en 1929 en una
familia obrera de tradición libertaria. Tenía diecisiete años y
estudiaba para maestro cuando los militares golpistas dieron inicio a
la guerra de 1936. Luchó en el frente de Guadarrama, en el Segre y
en la batalla del Ebro. Tras la derrota de la República hubo de
exiliarse en Francia, donde durante la ocupación nazi combatió en
la guerrilla en el Pirineo oriental como coordinador de tres
departamentos. En 1945 y 1946 entró clandestinamente en España para
participar en la organización de la resistencia. Detenido cuando
intentaba volver a Francia se evadió y tras año y medio de lucha
clandestina pudo regresar a Francia en 1948. regresó a España
legalmente en 1964, y fue miembro fundador de la editorial Alfaguara.
Su larga producción como historiador especializado en historia oral
le ha hecho destacar como una de las voces que con más empeño,
libertad de criterio, rigor y dignidad, ha reivindicado el papel en
nuestra historia de quienes defendieron la República con sus vidas y
supieron resistir al fascismo desde la clandestinidad, la guerrilla,
las cárceles y los campos de concentración nazis.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año
de edición y en Internet podéis encontrar más información sobre
el autor. Y sin más, unas breves reseñas que os inciten a su
apasionante lectura...
Refugiándose de la Batalla del Jarama...
“Toñete
era hijo único de la Salvaora, madre soltera, que iba de cortijo en
cortijo cosiendo y bordando para las señoras. Sorprendentemente era
aceptada e introducida en las fincas por los señores. Corría la
voz de que alguno de entre ellos era el padre del muchacho.
Anticipándose a la ocupación de aquellas tierras por las tropas de
Franco, la Salvaora y su hijo se refugiaron en Titulcia, al otro lado
del Jarama. Allí los conoció Manolo Garbayo, que dirigía la
imprenta itinerante de las Brigadas Internacionales. Un día, cuando
estaban comiendo, Toñete -al que Garbayo había contratado como
aprendiz de la imprenta- oyó decir que en las escuelas de los niños
refugiados de Morata de Tajuña y de Chinchón faltaban libros.
Toñete les reveló que él sabía dónde había varias sacas llenas
de libros. Al decir que estaban en San Martín de la Vega, con el río
Jarama por medio -que por aquellos días era la línea de fuego-, los
ánimos se enfriaron. Pero el muchacho insistió, diciéndoles que él
conocía muy bien los pasos del río y que sabía dónde había
escondida una barquilla. Así que se organizó un grupo de rescate, a
cuya cabeza se puso el propio Garbayo, al que atrajo tanto la idea de
infiltrarse en zona enemiga, que acabaría ingresando en una
compañlía especial. Cruzaron el río en polena noche, recogieron
seis sacas -qyue estaban escondidas en el Molino Viejo- y regresaron
a sus líneas sin novedad. Más tarde, en el verano de 1976, volví a
pasar por aquella zona y logré localizar a Toñete -ajora todo un
hombre, claro-, al que encantaba saber que aquella `locura´ quizá
saliese en un libro. Me fotografié con él, en la plaza del
Ayuntamiento de Titulcia, junto a unos paisanos suyos, que recordaban
lo de los libros como algo de locos... Uno de ellos -el primero al
que hablé, al llegar al pueblo y que me ayudó a encontrar a
Toñete-, que debía tener `lecturas´, dejó caer esta sentencia:
`Ese es el tipo de aventuras en las que se metía don Quijote... y ya
sabemos cómo acabó...´”.
Represión en la retaguardia...
“Entre
los horrores de la represión, hay un caso realmente desgarrador. Fue
detenido el jefe de Correos de Soria, Castiella. Su esposa, encinta,
con la angustia que cabe suponer, acudió repetidas veces al Gobierno
Civil, para pedir clemencia, con resultado negativo. Fue fusilado y
su esposa y los tres hijos, dos varones y una niña -de trece, diez y
siete años respectivamente- fueron desterrados a Molinos del Duero,
al este de Soria, donde la infortunada mujer tenía una hermana, en
holgada posición económica; y que se negó a recibirla y
auxiliarla. La esposa de Castiella buscó entonces refugio en la
cabaña de un pastor, donde sin comer y sin atención de nadie, dio a
luz, muriendo por inanición la madre y el recién nacido. El hijo de
trece años, como apuntase las `nefastas´ ideas de su padre, sería
internado en un asilo-correccional. Doña Pilar Iglesias Romero -que era hija de un fusilado el 1 de septiembre de 1936, por
la Guardia Civil-, tenía entonces una beca de la Diputación para
estudiar bachillerato en Soria. Le fue retirada. Su hermana Nieves
recibió, durante el año 1937, lecciones mías, naturalmente a
título gratuito. Su madre intentó poner una pensión, pero el
permiso le fue denegado. (Era el pacto del hambre, para así tener a
merced de los asesinos a las mujeres de los fusilados.) De ahí que
al cabo, célebremente triste, de la Guardia Civil de Barahona,
prohibiera a Pilar, entonces una joven de diecisiete años, que
saliera de casa, e intentó no sólo seducirla sino ultrajarla.”
Siguiendo a su padre prisionero...
"A
los quince primeros que se presentaron, los maniataron y se los
llevaron carretera adelante, a pie. Los falangistas iban a caballo,
haciendo restallar sus fustas sobre las espaldas de los prisioneros.
Yo los seguía a distancia, escondiéndome, pese a las repetidas
advertencias de mi padre, ordenándome regresar a casa. Me decía que
tanto mi madre como mis hermanos me necesitaban, que yo debía hacer
ahora de padre y no sé cuántas cosas más. Pero, yo, cabezón,
seguía los consejos de mi madre: no perderlo de vista. `Desde un
principio él presintió que lo iban a pasar mal. No como los demás,
que los unos pensaban que los liberarían y otros que los llevaban a
la cárcel. Mi padre era de los últimos del grupo. No irían
directamente desde Oviedo a lo que sería su punto de destino -el
puerto de Gijón- sino hacia la parte de León. Por el camino mataron
a los cuatro más viejos. A los que no podían soportar la marcha y
se quejaban continuamente. Sus asesinos esperaban que se hiciese de
noche para liquidarlos y dejarlos en la cuneta. Dos de ellos se iban
a dormir al pueblo y los otros dos se quedaban con los prisioneros.
Cuando reemprendían la marcha, poco antes de que amaneciera, yo me
acercaba a la cuneta, a ver si el muerto no era mi padre... Y así
durante las doce jornadas que duró la marcha.´”
Los hijos se mueren en las cárceles franquistas...
“Mugrientas
y haraposas, enflaquecidas y enfermas, encerradas en cajones como
ataúdes
carcomidos por gusanos, entraron en Madrid -ocho días después de haber salido de Alicante- para ser carne de ejecución y cárcel. Leonor participó en la discusión: ¿Cómo ayudar a los niños que se morían de inanición en la galería de madres? Esta galería de niños era una pesadilla para toda la reclusión. Más de mil mujeres estaban allí concentradas con sus hijos; algunas tenían dos o tres con ellas. Allí había más de tres mil personas. La falta de agua era total, como en toda la prisión; los niños, en su mayoría, sufrían disentería, aparte de los piojos y la sarna. El olor de aquella galería era insoportable: a las ropas estaban adheridas las materias fecales y los vómitos de los niños, ya que se secaban una y otra vez sin poderlas lavar. En aquellos momentos se había declarado una epidemia de tiña; ninguna madre, a pesar de la falta de medios para cuidarles, quería desprenderse de sus niños para llevarlos a una sala llamada `enfermería de niños´. Esta sala era tan trágica, que los pequeños que pasaban a ella morían sin remedio, se les tiraba en jergones de crin en el suelo y se les dejaban morir sin la menor asistencia. Al descongestionarse la cárcel de presas políticas, habilitaron dos sótanos para las llamadas `estraperlistas´y las prostitutas. Estos sótanos desbordaban y tenían que dormior en los patios. Cada día ingresaban de 80 a 100 mujeres, a las que recogían en plena calle vendiendo pan, aceite, tabaco. Y también a niñas de quince años y dieciséis años: las `aguardenteras´, que vendían aguardiente en recoletos, de madrugada, y con el licor sus cuerpecitos desnutridos...”
carcomidos por gusanos, entraron en Madrid -ocho días después de haber salido de Alicante- para ser carne de ejecución y cárcel. Leonor participó en la discusión: ¿Cómo ayudar a los niños que se morían de inanición en la galería de madres? Esta galería de niños era una pesadilla para toda la reclusión. Más de mil mujeres estaban allí concentradas con sus hijos; algunas tenían dos o tres con ellas. Allí había más de tres mil personas. La falta de agua era total, como en toda la prisión; los niños, en su mayoría, sufrían disentería, aparte de los piojos y la sarna. El olor de aquella galería era insoportable: a las ropas estaban adheridas las materias fecales y los vómitos de los niños, ya que se secaban una y otra vez sin poderlas lavar. En aquellos momentos se había declarado una epidemia de tiña; ninguna madre, a pesar de la falta de medios para cuidarles, quería desprenderse de sus niños para llevarlos a una sala llamada `enfermería de niños´. Esta sala era tan trágica, que los pequeños que pasaban a ella morían sin remedio, se les tiraba en jergones de crin en el suelo y se les dejaban morir sin la menor asistencia. Al descongestionarse la cárcel de presas políticas, habilitaron dos sótanos para las llamadas `estraperlistas´y las prostitutas. Estos sótanos desbordaban y tenían que dormior en los patios. Cada día ingresaban de 80 a 100 mujeres, a las que recogían en plena calle vendiendo pan, aceite, tabaco. Y también a niñas de quince años y dieciséis años: las `aguardenteras´, que vendían aguardiente en recoletos, de madrugada, y con el licor sus cuerpecitos desnutridos...”
Breves pinceladas de testimonios recogidos por el autor
de quienes eran infancia o juventud en la guerra civil española. Un
recuerdo de imágenes que luego se repetirían en toda la Europa
ocupada por las tropas nazis y que la guerra en Ucrania devuelve en
toda su crudeza de matanzas, fosas comunes y abusos de todo tipo
incluyendo violaciones y torturas. El libro trasciende el paso del
tiempo y la ideología del autor para mostrar la cara oculta de las
imágenes de noticieros de la época y la propaganda. Libro
recomendable para todo tipo de lectores y un recordatorio de que las
primeras víctimas de una guerra son la verdad y la infancia.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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