The Adversiter Chronicle

miércoles, 28 de diciembre de 2022

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Día de los inocentes

Era una fecha especial dentro de las navidades y las vacaciones escolares en las mismas. Supongo que mi primer contacto con el día de los inocentes y las inocentadas fue por los tebeos, Zipi y Zape solían ser los heraldos de que se acercaba el día y en sus historietas de esa semana siempre aparecía en la historia alguien a quien le pegaban un monigote de papel en la espalda y se paseaba, sin saberlo ni percatarse, entre las risas de la gente. También marcaba un hito en las vacaciones, pasado el trajín de la nochebuena, con la nochevieja en boca de todos donde contemplaba y escuchaba fascinado a mis padres que salían esa noche a un mundo desconocido, obligado a estar la última noche del año frente al televisor esperando ansioso que salieran los números de humoristas, despertar al día siguiente y abrir con curiosidad infantil las bolsas de cotillón que me guardaron de la cena...
Por aquellos días la oferta a mi alcance infantil para conseguir cosas de broma era abundante, Randa era el nombre de una juguetería, algo rara para mis entendederas, donde siempre podía adquirir azucarillos con mosca que echaba en las tazas de mi entorno; estaba el Frío y Calor, diabólico invento que había que colocar disimuladamente en un asiento donde iba a sentarse el culo objeto de la broma, primero con una sensación de frío en el trasero que cambiaba paulatinamente a un ardor que parecía que ardían las nalgas del inocente o la inocente de turno. Otro punto disponible todo el año era el vetusto quiosco, en más vetusto soportal, enfrente del Cine Albéniz, un cine decrépito donde ponían reposiciones y muy visitado en verano y vacaciones de navidad. Lo regentaba un paisano al que apodábamos El Pedos por la costumbre de liberar gases intestinales. Vendía de todo lo que un niño podía desear, caramelos, chuches que llaman ahora y también unas bombas fétidas que años después fueron prohibidas por tóxicas. Siempre que iba a ese cine, sin importar la época del año, comprar al Pedos formaba parte de la liturgia y siempre había alguien que soltaba una de esas tóxicas bombas fétidas. Otro artículo, también prohibido años después, eran los polvos de estornudar, un polvillo peligroso para cuanta pituitaria estuviera en el radio de acción, generalmente se soplaba una pequeña cantidad amparados en la oscuridad de la sala en ese mágico momento en que se apagaban las luces de la sala y había dos o tres segundos de oscuridad mientras empezaba el metraje. Eran peligrosos hasta para quien los manejaba y sus efectos eran casi inmediatos...
Otro clásico era el falso paquete de chicles donde asomaba un chicle que se ofrecía al inocente o la inocente de turno que lo cogía con los dedos y al sacarlo una pinza aprisionaba los dedos. Hay que citar los petardos para cigarrillos que requería de introducir previamente y con cuidado de no alterar el aspecto exterior del cigarrillo. Lo mejor era colocarlo introduciendo un poco el explosivo para que no explotara nada más encenderlo, era una aventura agenciarse la cajetilla, colocar el explosivo y volver a dejarlo todo como estaba sin que nadie se percatara...
Creo que mi último artículo del arsenal de bromas era el falso dedo vendado que salía disparado al inocente o la inocente de turno. He de confesar que en mi entorno ya se sabían mis bromas de memoria y la ansiedad e ilusión con la que esperaba el día de los inocentes. Me hace gracia que la mayoría de aquellos artículos fueran declarados peligrosos, que lo eran, y prohibidos con la llegada de reglamentos y leyes que terminaron con aquellas bromas. Que ahora un niño o una niña en edad infantil tengan acceso a aquellas materias de broma es impensable y hasta ilegal, lo cual me parece bien porque los polvos pica pica eran un peligro y las bromas fétidas altamente tóxicas. Siempre me quedé con las ganas de hacer la broma del caldero con agua en la puerta entreabierta pero el temor al posible castigo era mayor que las ansias de la broma...
Antón Rendueles


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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