Suplemento fartón
cutre de The Adversiter Chronicle
Menú del día en el
hospital
Cafetería
del Hospital de Cabueñes
Calle Los
Prados, 395, 33394 GijónPrincipado de Asturias (Spain)
Aprovechando
escala en Gijón camino de Tomelloso (el GPS parece tontón) y una
visita a urgencias por un caso de callosidades en los uñeros de las
dedas de los pies, el equipo de cata gastronómica nos dispusimos a
degustar un menú del día que todos comemos al menos alguna vez en
la vida aprovechando acudir al hospital a consulta o de visita a
alguien ingresado, menú de adeptos fieles por las cualidades y
bondades de la cocina que se le supone a un hospital, la fascinación
de servirse uno mismo en el ritual de coger la bandeja e ir
aprovisionando la misma de los cubiertos, menaje, pan, bebida, comida
y servilleta; la magia indescriptible que despierta nuestras
glándulas salivares ante la visión de apetecibles manjares que se
presuponen deliciosos con la lletanía de mirar las bandejas
calientes con los distintos manjares, en resumen, el menú del día
en la cafetería de un hospital.
Lo
primero que se palpa en el ambiente cuando se coge una bandeja y
comenzamos el recorrido de recopilación en la misma, es que nos
encontramos ante un menú de altos vuelos y que por fin se entiende
cómo se sufraga en parte la sanidad pública o al menos la
subvención en cafetería a los probos y probas de la clase
funcionarial hospitalaria. Altos vuelos porque los precios son dignos
de aeropuerto y lo segundo porque con semejantes precios se deduce
que o bien los gastos de hospitalización se sufragan sableando al
contribuyente en el precio del menú o de un pastelito. El precio
total comiendo el menú completo y el inefable cafelito posterior nos
pone la minuta en diez aurelios tranquilamente por comensal, pero el
precio es abusivo aunque se escoja la modalidad de medio menú...
De
primero nos decidimos por un arroz negro de pinta gótica a la vista
pero que viene moteado de marisco y mejillón, cierto que éste
parece encogido y el marisco seduce más que sacia, pero siguiendo
ese instinto fartón de que si algún plato del menú de día lleva
marisco pues se come sí o sí, nos lanzamos a que nos llenaran el
plato. Lleno quedó sin llegar al cartel de ocupado y de sabor estaba
pasable gracias a la tinta de calamar o sucedáneo pero que dio
sabor, los mejillones, algo chuchurríos, se comen sin pensar o te
embarga la sensación de cateto de pueblo que va a la ciudad y le
timan en la fonda de la estación de autobuses. Pese a todo, mereció
la pena catarlo y sació el hambre de forma satisfactoria aunque el
marisco debió de sufrir los estragos de la crisis inmobiliaria
porque si bien había cáscara, ésta no tenía inquilinos...
De
segundo elegimos pollo a la naranja y la primera tacha es que sólo
quedaba una pieza en la bandeja caliente y la salsa se había
convertido en un espigón semi solidificado que espantaba a la papila
gustativa más osada. En estos casos recomendamos la siguiente
estrategia: haceros el despistado u despistada y dejáis pasar
delante tantos usuarios del menú como tajadas queden para acabar la
bandeja y que os toque de una más fresca o al menos más apetecible.
Nos sirvieron un voluminoso costillar de pollo donde el mismo
brillaba por su ausencia restando tras quitar huesos unas breves
tajadas de pollo que pese a su buena pinta al ojo resultó
decepcionante al paladar. Venía acompañado de verduritas con ese
entrañable sabor de las verduras congeladas cuyo envase aparece
enterrado en el permafrost del congelador cuando hacemos limpieza del
mismo y se descongela porque las probamos una vez pero no nos
acordamos más...
El
postre resultó gratamente satisfactorio tras el costillar de pollo y
era un tocino de cielo imponente a la vista y grato al paladar que
nos dejó esa ansia fartona de devorar media docena más si fuera
posible. El inefable cafelito, también a precio de altos vuelos,
resultó pasable aunque si padecéis de ligero estreñimiento merece
la pena subir a planta y sacar un café de la máquina del mismo en
el hall; un par de ellos y encontraréis alivio intestinal de forma
poco lastimosa aunque si puede que con algo de esfuerzo, pero mano de
santo para el estreñimiento, oiga. La decepción gastronómica, que
siempre la hay en estos sitios ya sea por sosa o decepcionante al
paladar, se sobrelleva gracias al trato afable y profesional del
personal de cafetería y si resulta inevitable o bien vais de
sibaritas y de cambiar de ambiente culinario, la cafetería del
hospital es una opción válida y asequible pese a sus precios de
altos vuelos y bajas calorías.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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