Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Los
talibán
-El
Islam, el petróleo y el nuevo `Gran Juego´ en Asia Central-
Autor:
Ahmed Rashid
Editorial:
Ediciones Península S. A.
Traducción:
Jordi Fibla
Edición:
Séptima edición, octubre
de 2001
Las tropas estadounidenses y de sus aliados en la OTAN
se retiran de Afganistán tras dos décadas fallidas en sus objetivos
de recuperación del país mientras nos llegan noticias de que las
fuerzas talibanes se lanzan a la reconquista del territorio tras la
retirada militar. Cuando tras la retirada soviética los señores de
la guerra y los talibanes se enfrentan, dejarán un legado de
destrucción, muerte y fanatismo religioso, peones todos ellos de la
lucha por la construcción de oleoductos, los intentos de Pakistán
por ser juez y árbitro, las mafias del contrabando, el tráfico de
narcóticos y la desintegración de un modo de vida y la llegada de
jóvenes para engrosar las fuerzas talibanes. El libro, publicado
casi a la vez de los atentados a las Torres Gemelas, es dos décadas
después una guía imprescindible para adentrarse en la historia
reciente de Afganistán, las distintas etnias que lo habitan, el
ascenso del integrismo religioso al poder y la lucha entre las
sombras de las repúblicas vecinas por los recursos naturales, la
rivalidad religiosa y geopolítica entre Arabia Saudí e Irán o como
se ha vuelto en contra de Pakistán el apoyo de sus servicios
secretos y financiación de las distintas facciones que libran una
guerra en suelo afgano, siendo la población y sobre todo las mujeres
quienes sufren la intransigencia religiosa llevada al poder del
gobierno de un país...
Ahmed
Rashid cubre como corresponsal (2001) del Daily
Telegraph y la Far
Eastern Economic Review
la zona de Asia Central, Paquistán y Afganistán. También
interviene con regularidad en programas de las cadenas de televisión
BBC y CNN y en otros medios de comunicación internacionales. Para el
profesor Fred Halliday, de la London School of Economics, Los
Talibán es `un análisis
impresionante y muy ameno del movimiento talibán […] Es muy
difícil que este texto llegue a ser superado: todo apunta a que
será la principal obra de referencia sobre los talibán´.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año
de edición pero en Internet podéis encontrar más información
sobre el autor. Sin más rollos, unas breves reseñas que os inciten
a su apasionante lectura:
Talibanes...
“Las
heridas de los talibán son un constante recordatorio de veinte años
de guerra que han causado un millón y medio de muertos y devastado
el país. La Unión Soviética invirtió en Afganistán unos cinco
billones de dólares al año (en total cuarenta y cinco billones), a
fin de someter a los muyahidín... y fracasó. Entre 1990 y 1992,
Estados Unidos dedicó entre cuatro y cinco billones de dólares para
ayudar a los muyahidín. Arabia Saudí aportó unos fondos similares
a los norteamericanos, y junto con el apoyo de otros países europeos
e islámicos, los muyahidín recibieron en total más de diez
billones de dólares. Gran parte de esta ayuda llegó en forma de
armamento letal moderno entregado a un sencillo pueblo agrícola que
lo utilizó con unos resultados devastadores. Las heridas de guerra
de los dirigentes talibán también reflejan el sangriento y brutal
estilo bélico que se empleó en Kandahar y sus alrededores en la
década de los ochenta. Los pashtunes durrani que habitan al sur de
Kandahar recibieron mucha menos ayuda a través de la CIA y ayuda
confidencial de Occidente que les armó, financió y proporcionó
logística, tal como centros médicos para los muyahidín, en
comparación con los pashtunes ghilzai al este del país y alrededor
de Kabul. La ayuda fue distribuida por Interservices Intelligence
(ISI) de Pakistán, un organismo que tendía a considerar Kandahar
como un lugar atrasado y a los durranis con recelo. El resultado fue
que el centro médico más cercano de que disponía un muyahidín
kandahari se encontraba en Quetta, al otro lado de la frontera, en
Paquistán, a dos días de incómodo viaje a camello. Incluso hoy
escasean las unidades de primeros auxilios entre los talibán, hay
muy pocos médicos y no hay cirujanos en la línea del frente.
Prácticamente los únicos centros médicos del país son los
hospitales del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)
Los
talibán toman Kabul...
“Veinticuatro
horas después de la toma de Kabul, los talibán impusieron el
sistema islámico más estricto que existe en cualquier lugar del
mundo. Se prohibió trabajar a todas las mujeres, aun cuando éstas
ocupaban la cuarta parte del funcionariado de Kabul, todo el sistema
educativo elemental y gran parte del sanitario. El cierre de escuelas
y universidades femeninas afectó a más de 70.000 estudiantes, y se
impuso un código indumentario estricto, según el cual las mujeres
debían ir cubiertas de la cabeza a los pies y llevar velo. Se
temía que 25.000 familias sostenidas por viudas de guerra que
dependían del trabajo y las donaciones de la ONU se muriesen de
hambre. A diario tenían lugar nuevas proclamas. El 28 de septiembre
de 1996, Radio Kabul anunció que `a los ladrones se les amputarán
manos y pies, los adúlteros serán lapidados y a quienes tomen
licores se les castigará con latigazos´. Se prohibió la
televisión, los vídeos, las antenas parabólicas y todos los
juegos, incluidos el ajedrez, el fútbol y las cometas. Radio Kabul
fue rebautizada como Radio Shariat, y eliminaron cualquier tipo de
música de sus emisiones. Soldados talibán permanecían en las
calles principales y detenían a todos los hombres sin barba.
Al contrario que cuando capturaron Herat y otras ciudades, en Kabul
había un gran contingente internacional de reporteros y cámaras de
televisión, y por primera vez informaron ampliamente sobre las
restricciones que imponían los talibán. Establecieron una shura de
seis miembros para gobernar Kabul, en la que dominaban los pashtunes
durrani y no incluía a un solo kabulí. Ningún miembro de la shura
había vivido nunca en una gran ciudad, pero ahora gobernaban una
ciudad vibrante, semi moderna y multiétnica, con una población de
1.200.000 habitantes, de la que los pashtunes eran sólo una pequeña
minoría. Mientras la recién constituida policía religiosa talibán
se dedicaba a imponer la sharia, trataban Kabul como una ciudad
ocupada. No acababan de entender que el gobierno de una gran ciudad
era distinto al de un pueblo. Parecía que lo único que se
interponía en el camino hacia la victoria total de los talibán era
Ahmad Shah Masud.”
Los
niños...
“La
guerra afectaba a los niños mucho más que en cualquier otro
conflicto civil del mundo. Todos los señores de la guerra habían
utilizado soldados adolescentes, algunos de sólo doce años, y
muchos de ellos eran huérfanos sin ninguna esperanza de tener
familia, educación y trabajo, y cuya única salida era ingresar en
el ejército. Los talibán, con sus vinculaciones a las madrasas
paquistaníes, alentaban a miles de niños a alistarse y luchar.
Unidades enteras estaban formadas por chiquillos, que cargaban las
baterías artilleras, transportaban munición, vigilaban las
instalaciones y luchaban. Es significativo que un gran esfuerzo
internacional llevado a cabo en 1998 para limitar la edad mínima de
los soldados a los dieciocho años, en lugar de quince, que era el
límite de edad en vigor, tropezara con la resistencia de Estados
Unidos, Paquistán, Irán y Afganistán. Según un informe publicado
en 1999 por Amnistía Internacional, había en todo el mundo 300.000
niños alistados como soldados. La penosa situación de las mujeres y
los niños empeoraría mucho más después de que los talibanes
tomasen Kabul.”
El Gran Juego...
“Existía
un problema mayor. Hasta julio de 1997, cuando Strobe Talbott
pronunció su discurso en Washington, Estados Unidos careció de un
plan estratégico para acceder a la energía de Asia Central. Las
compañías petroleras estadounidenses se enfrentaban a lo que no
podían hacer, en lugar de lo factible, puesto que se les había
prohibido tender oleoductos a través de Irán y Rusia. Finalmente,
cuando Washington anunció su política de `un corredor de
transporte´ desde el Caspio a Turquía (evitando Rusia e Irán), las
compañías petroleras se mostraron reacias a secundar el proyecto,
debido a los costes y la turbulencia en la región. El problema
esencial que Estados Unidos no quería abordar era el logro de la
paz, pues hasta que no cesaran las guerras civiles en Asia Central y
el Caspio (Afganistán, Tayikistán, Georgia, Chechenia,
Naborno-Karabaj, el problema kurdo) y se llegara a un consenso amplio
con Irán y Rusia, construir gasoductos no sería seguro ni
comercialmente factible, pues a cada paso Irán y Rusia los
bloquearían o incluso sabotearían. Irán y Rusia estaban
interesados en mantener la inestabilidad de la región, armando a la
alianza antitalibán, de modo que los planes norteamericanos para
construir un gasoducto nunca podrían tener éxito. Incluso hoy
(1999) existe confusión en Estados Unidos sobre la cuestión crítica
de si desean salvar las economías deprimidas de Asia Central,
permitiéndoles exportar energía a la manera que esos países
prefieran, o mantener a Irán y Rusia bloqueados en lo que respecta a
los gasoductos.”
Paquistán...
“Paquistán
hizo varios intentos débiles de frenar al ATT, deteniendo la
importación de bienes tales como aparatos electrónicos, pero el
gobierno siempre retrocedía, pues los talibán se negaban a acatar
las nuevas órdenes y la mafia presionaba a los ministros del
gobierno. En Islamabad no había camarillas dispuestas a señalar el
daño que se infligía a la economía paquistaní u obligar a los
talibán a obedecer. El ISI era reacio a emplear la amenaza de
retirar el apoyo a los talibán hasta que obedecieran. Para los
perplejos inversores extranjeros y paquistaníes, el gobierno parecía
dispuesto a debilitar la economía de su propio país en beneficio de
los talibán, pues Islamabad permitía de facto una transferencia de
ingresos del estado de Paquistán a los talibán. Era una forma de
ayuda extraoficial que beneficiaba a los talibán y enriquecía en
extremo a los paquistaníes involucrados. Éstos crearon la camarilla
más poderosa para que continuara el apoyo de Paquistán a los
talibán. La reacción violenta de Afganistán echó leña al fuego
de la inestabilidad en Paquistán. En los años ochenta, las
repercusiones de la invasión soviética de Afganistán había creado
`la cultura de la heroína y el Kaláshnikov´, que socavó la
política y la economía de Paquistán. Como escribió el historiador
norteamericano Paul Kennedy, `diez años de participación activa en
la guerra afgana ha cambiado hasta tal punto el perfil social de
Paquistán que cualquier gobierno se enfrenta a graves problemas para
gobernar con eficacia. Ahora la sociedad paquistaní está más
fracturada, inundada de armamento complejo, embrutecida debido a la
creciente violencia civil y abrumada por la expansión de los
narcóticos.”
Libro que se devora con avidez y que sobrecoge al ver
los pocos cambios de la situación tras dos décadas desde su
publicación. Lectura para amantes de la historia que quieran tratar
de comprender la tragedia de toda una región, cómo los talibanes
lograron el poder y, en definitiva, tratar de comprender cómo nadie
es capaz de contrarrestar el movimiento talibán y sus califatos de
terror integrista musulmán. Ideal para estancias hospitalarias,
vacacionales, lectura de noche y bajo la sombrilla en la tumbona.
Cuidado con dejarlo a la suegra que puede tratar de imponer una
sharia en la sopa boba, cuidadín.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
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