Por fortuna, tras un periodo de mala fortuna, sólo acudo de asistente y me toca asistir a dolencias de seres amados del tipo normal, que son jodidas si no se tratan pero que a la vez forman parte de la frágil existencia humana como ser vivo. Sin embargo, aunque ya inoculado hace tiempo en la narcolepsia que es asistir a enfermos terminales y verles partir, de formas prematuras y algunas fulminantes, ese baile macabro que es un cáncer cuando ya no hay remedio...
Curiosamente, en ese periplo terminal, quienes estaban ya desahuciados de forma tajante en ese nivel en que te recetan: ¡Haga lo que quiera!, pues aguantaron años enterrando a quienes deberían enterrar su persona, cosas de la constitución orgánica, supongo...
El caso es que paso a las diversas y distintas salas de espera ya sin mirar, el sufrimiento se ha hecho invisible a mis ojos aunque mi mente sabe que están y, casi sin querer, acabo mirando de reojo los rostros de dolor. Paso entre la hilera de sillas y miradas distintas, escuchando música y tratando de concentrarme en la letra...
El dolor...
Dolor físico, dolor mental...
Dolor del alma cuando éstas parten a una travesía desconocida hasta el punto de que puede no ser una travesía, apagados como un ordenador sin saber cómo acceder al disco duro y recuperar datos...
A veces, veo en la tapia mensajes de seres conocidos y a los que de alguna forma has cogido cariño y que destilan dolor en sus mensajes, pero nunca contesto...
“El ascensor iba a la segunda planta pero paró en la primera abriendo las puertas durante unos instantes dando a la vista una panorámica de una fila de asientos. Ella era de edad madura, esa antesala donde dejas atrás la juventud de la piel y ésta comienza a perder elasticidad. Su cara, su desencajado rostro manteniendo la compostura pero compungida, su cara era el rostro del dolor del alma...
Son invisibles para mí, ignoro sus señales que trato como pensamientos basura porque he visto ese rostro tantas veces que soy un `sonderkommando´ que, cada vez que ve el dolor ajeno de la muerte en una sala de hospital, se alegra de seguir vivo...”
Al menos sigo dentro de parámetros aceptables para el Sistema, lo cual nunca deja de ser un jodido dolor...
Pero hay dolores peores.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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