Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
MALTRATO
Es
uno de los recuerdos más nítidos de entonces que se mezcla con otro
par de ellos, en uno recuerdo a mi vecina de la puerta de enfrente
que me daba cuando me veía unos deliciosos pastelitos rellenos de
mermelada, recuerdo a los adultos que eran altos pero es que yo era
pequeño...
El
siguiente recuerdo de esa hoja del álbum de la memoria es subiendo
la escalera e ir cobrando el recibo de la comunidad, para un niño
que vivía en un primero subir hasta el quinto era toda una aventura,
explorar los pisos superiores y subir aquellas escaleras. Entonces
llega el otro fotograma que completa el trío de recuerdos, un
recuerdo que, confieso, ha venido a mi mente muchas veces a lo largo
de mi existencia consciente y que siempre de forma inevitable aparto
bruscamente y lastra los otros dos...
Las
paredes y los techos no amortiguaban los sonidos de forma eficaz,
como suele suceder con las paredes y los techos, pero recuerdo con
nitidez que los gritos y golpes, quiera recordar que eran nocturnos
pero mis neuronas ya están allí de nuevo y de nuevo desde mi
pequeña altura e infantiles entendederas veo, y hago lo mismo, a mi
madre quedarse quieta, como yo hacía cuando escuchaba los gritos,
los golpes y toda aquella parafernalia sonora de dominio y sumisión
que imperaba de aquella época avalado por el machismo que impregnaba
la sociedad, recuerdo perfectamente aquellos gritos de energúmeno y
los golpes que resuenan y resuenan en el fotograma como banda sonora.
Si me pillaba a solas también me quedaba quieto, paralizado un
segundo o dos ante aquella distorsión en el piso de arriba que
anunciaba un mundo hostil lejos aún de mis entendederas y la
felicidad de la que me rodeaban mis adultos que nunca chillaban y
mucho menos golpeaban, pero eso yo no lo sabía aún y aunque a veces
mis adultos discutían y no me gustaba, ya fui inconscientemente
consciente de que en el piso de arriba existía otro mundo y entonces
vencía mi parálisis y volvía a jugar porque un día no habría
refugio, un día yo sería alto, un día...
Aquí
los fotogramas ya convertidos en película del recuerdo saltan,
encontrármela en la escalera, pero no recuerdo al que era su marido,
tal vez un mecanismo de defensa ha hecho que le olvide sepultado de
tanto enterrar este viaje al pasado...
Recuerdo
a mi madre y no soy capaz de recordar si había alguien más o me
hablaba a solas en voz alta, pero estaba indignada y aumentaba la
misma a medida que los golpes y gritos no lograban apagar las
súplicas de su mujer. Ahora hay un salto, el recuerdo se difumina y
se vuelve blanco, vacío hasta otro salto temporal en la memoria que
ya no tiene nada que ver con este recuerdo. Por alguna razón pienso
que ese fue el último día de gritos de energúmeno y aquellos
golpes que me sonaban atrozmente como sólo puede serlo la atrocidad
de pegar, machacar la carne y dominar a otro ser humano.
Respiro
aliviado y enciendo un cigarro mientras contemplo el mundo desde mi
ventana. La recuerdo hermosa, es el primer recuerdo que tengo de
apreciar la belleza de una mujer, recuerdo su cara, melancólico su
rostro que ahora sé que era pena y dolor; era joven y tenía el pelo
en melena y creo que era negro. Siempre que en clase de religión,
televisión o libros tocaba algo acerca de la Virgen me venía aquel
rostro. La religión me abandonó, sin negar que nunca le fui fiel,
pero aún ahora, cerca de la estación terminal ya, veo un santuario
o una procesión, creo que si los artistas que tallan, pintan,
poetizan o simplemente quieren plasmar el rostro del bíblico
personaje, pintarían siempre el mismo su hubieran visto como yo
aquel día a la vecina del segundo, rostro del amor machacado a
golpes y gritos de energúmeno...
La
vida siguió y tal vez el recuerdo virginal es del día que se
despidió de mi madre. No he sabido más de ella ni tampoco he
preguntado aunque siempre he querido saber si se supo algo de ella.
Otras personas ocuparon el piso de arriba, la vecina que me regalaba
deliciosos pastelitos rellenos de mermelada murió un día y el
quinto piso ya no era un viaje de exploración al espacio profundo,
fui creciendo en altura pero nunca olvidé aquel rostro que vuelve
cada vez que escupen una noticia de un suceso por maltrato y espero
que el energúmeno que vivía en el piso de arriba y zurraba a su
esposa, joven, hermosa y supongo que alguna vez enamorada de él,
muera en soledad metafísica y suplique su perdón...
El
mío nunca lo ha tenido.
Antón
RenduelesThe Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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