Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor:
Michael Jones
Editorial:
Crítica S. L.
Traducción:
Joan Trujillo
Edición:
Segunda edición, noviembre
de 2008
La
propuesta de hoy es un viaje a una de las batallas más crueles de la
segunda guerra mundial como fue el sitio de Leningrado, un asedio
aislando la ciudad y sometida a fuego de artillería para llevar a
cabo los designios de Hitler que decidió matar a la población por
hambre para ser posteriormente derruida hasta borrarla de los mapas.
Un asedio por hambre calculado científicamente que el alto mando
alemán ocultó a sus propias tropas allí desplegadas. El autor nos
ofrece la visión de la población asediada que luchaba contra el
hambre y sus estragos en las relaciones humanas mediante la cultura y
muchos dejando por escrito en sus diarios la degradación de
Leningrado, con unas autoridades y funcionarios soviéticos que
gozaban de alimentos y que para acallar el descontento lanzaba
campañas contra supuestos saboteadores, mandos militares que
lanzaban hordas de tropas de infantería en ataques frontales a las
posiciones alemanas bien defendidas en un sacrificio inútil de vidas
humanas. Al término del asedio, Stalin ordenó silenciar los
estragos de la población, los asesinatos para robar cartillas de
racionamiento, el canibalismo y la ineptitud de las autoridades
civiles y militares...
Michael Jones está doctorado en Historia por la Universidad de Bristol; ha dado clase en la Universidad de Glasgow y en Winchester College. `Fellow´ de la Royal Historical Society, ha escrito libros sobre Agincourt y Stalingrado.
Datos
sacados de la contraportada y actualizados al año de edición y en
Internet podéis encontrar más información acerca del autor, y sin
más preámbulos unas breves reseñas que os inciten a su apasionante
lectura...
Sitiar
Leningrado por hambre de manera científica...
"Aquel
pavoroso proceso acababa de empezar.. Casi una semana antes, el 8 de
septiembre -el día en que las tropas alemanas terminaron de rodear
Leningrado- miembros del Estado Mayor de la Wehrmacht se reunieron
con el profesor Ernst Ziegelmeyer, un prestigioso experto del
Instituto de Nutrición de Munich. Le explicaron que Leningrado
estaba rodeada y querían ponerle sitio. Tras proporcionarle una gran
cantidad de datos sobre el censo de población de la ciudad, la
cantidad de alimentos que habría almacenados en ella y las
temperaturas que se esperaban en la región para el invierno,
formularon su encargo: Ziegelmeyer debía efectuar una serie de
cálculos para pronosticar qué sucedería en Leningrado en cuanto
cayese en picado la ingestión de calorías de sus habitantes y éstos
se quedasen sin proteínas y grasas que consumir. Las preguntas que
le hicieron eran decarnadas: ¿Cuánto tenía que durar el asedio,
dadas las raciones existentes, para que comenzase a morir gente?
¿Cómo se desarrollaría el proceso de muerte por inanición, y
cuánto tardaría en morir toda la población civil?. Al día
siguiente, el nutricionista respondió que al cabo de un mes de
aislamiento total de la ciudad tendrían que imponer una ración
básica de 250 gramos de pan por persona. Era físicamente imposible
sobrevivir con una ración como aquella durante un periodo de tiempo
prolongado. Por tanto, recomendó al Ejército alemán que mantuviera
el asedio durante todo el invierno. Ziegelmeyer concluía
enérgicamente: `No merece la pena arriesgar la vida de nuestra
tropa. Los habitantes de Leningrado morirán de todas formas. Es
esencial que ni una sola persona traspase nuestro frente. Cuantos más
de ellos se queden en la urbe, antes morirán y podremos entrar sin
problemas y sin perder un solo soldado´. El 10 de septiembre,
Goebbels escribió en su diario: `No nos molestaremos en pedir la
capitulación de Leningrado. Podemos destruirla aplicando un método
casi científico´. Se trataba de la ciencia de la inanición masiva,
y al Ejército le correspondía resolver los detalles."
Angustia
en los habitantes de Leningrado a comienzo del asedio...
"Girogi
Knyazev comenzaba a observar la actitud de quienes le rodeaban;
algunos seguían siendo optimistas, mientras que otros eran cada vez
más cínicos o derrotistas. Estaba preocupado. El 17 de julio (1941)
confesó sus temores en su diario. `Circulan rumores de que en
nuestro bando la confusión es extrema. Es terrible que las cosas
sean así en un momento como éste. ¿Qué hace tan temibles a los
alemanes? Su extraordinaria organización, la precisión y
coordinación de sus actos´. Atrapados entre un régimen incompetente
y un invasor aterrador, los ciudadanos de Leningrado sintieron que
sus vidas iban a cambiar radicalmente. Tal vez no sea sorprendente
que Knyazaev, un hombre reflexivo y dotado de una gran facilidad de
expresión, decidiese llevar un diario. Pero el deseo de guardar
constancia de lo que sucedía se hizo notar en muchas otras personas,
gente corriente que no emprende proyectos literarios en tiempos de
paz, y el resultado es que ha quedado una rica variedad de relatos de la vida en la ciudad. Cada diario describe un viaje interior y la
suma de todos nos permite oir la auténtica voz de Leningrado, que
muchos de sus autores debieron temer que el enemigo acallase. Faina
Prusova, trabajadora del hospital Petrovskaya, dio a su hijo un
grueso cuaderno de ejercicios y le pidió que escribiera todo lo que
sucediese a él y a los demás. Ella también comenzó a llevar un
diario de guerra."
Un soldado de permiso en diciembre de 1941...
"En
las líneas de defensa que rodeaban la ciudad, los soldados del
Ejército Rojo padecían también terribles sufrimientos, pero su
preocupación por el destino de los habitantes de Leningrado iba en
aumento. Semyon Putyakov y sus compañeros habían oído espantosos
rumores de que los especuladores se estaban haciendo con los
alimentos básicos de la población, y las autoridades apenas
trataban de evitarlo. `Los culpables de las consecuencias de esta
terrible hambruna son personas concretas -escribió en su diario el 1 de diciembre-, pero por algún motivo, no están siendo detenidas;
viven tan bien como durante la época de paz -añadía-, e incluso
mejor, ya que su capital se está acumulando´. Joseph Finkelstein
fue a visitar brevemente a su familia durante un permiso concedido en
su unidad. Escribió con desaliento: `La gente cae como moscas por el
hambre, y la comida es el único tema de conversación. Mi hermano se
vio obligado a vender el piano familiar, los muebles del comedor y el
abrigo de piel de nuestro padre para conseguir un puñado de rublos.
Estos objetos habían formado parte de mi vida desde que era un
niño. Un traficante del mercado negro de aspecto próspero vino a
comprar nuestras pertenencias y se probó el sombreo de piel ante
nuestro espejo. Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no
darle un puñetazo en la cara."
La vida se impone a la muerte...
"En
un hospital de Leningrado estaba muriendo Peter Tsvetkow, que tenía
cinco años. Su respiración era extremadamente irregular y ya no
podía comer nada. Su madre, fuera de sí por la desesperación,
intentó encontrarle algo de alimentos. Vendió su abrigo de invierno
en el mercado negro y le consiguió un poco de pan, mantequilla y
azúcar. Extendió estos últimos dos ingredientes sobre un pedazo
de pan blanco y trató de alimentarle. Pero el niño estaba tan débil
que no tenía fuerzas para masticar. No obstante, podía percibir la
presencia de su madre. Con un enorme esfuerzo, pasó la lengua por
encima del pan y comenzó a sorber. Quería responder a sus
esfuerzos, y aquel pequeño movimiento bastó. El sabor del azúcar y
la mantequilla despertó algo en su interior. Comenzó a recuperarse.
Millares de personas morían cada día, pero de alguna forma
Leningrado lograba mantenerse viva. `Aquel invierno, la muerte nos
miró directamente a los ojos -dijo Berggolts a sus conciudadanos-, y
nos miró mucho tiempo, sin pestañear. Quería hipnotizarnos, como
hace una boa constrictor con su víctima, arrebatándole la voluntad
y sometiéndola. Pero quienes nos enviaron tanta muerte cometieron un
error de cálculo. Subestimaron nuestra voraz hambre de vivir."
El dictador comunista dicta la memoria del asedio de
Leningrado...
"Pero
Stalin hizo enmudecer las celebraciones (del fin del asedio). El
líder soviético no quería que el resto del país se enterase de
hasta qué punto era terrible la tragedia que había sufrido
Leningrado, ni que preguntasen cuánta gente había tenido que morir
de hambre. Olga Berggolts fue invitada a Moscú a hablar por la radio
sobre sus reflexiones acerca del asedio. `Estoy convencida de que
aquí no saben nada sobre Leningrado´, escribió a su familia.
`Nadie parece tener la más remota idea de lo qué ha pasado en la
ciudad. Dicen que los habitantes de Leningrado somos héroes, pero no
saben en qué ha consistido nuestro heroísmo. No saben que pasamos
mucha hambre, que la gente moría por malnutrición. No pude decir
nada en la radio, porque me dijeron: <Puedes hablar sobre
cualquier cosa, pero, sobre la hambruna nada de nada. La valentía,
el heroísmo de la población civil, de eso necesitamos que hables;
del hambre ni una palabra>´. El soldado del Ejército Rojo Ilya
Nemanov recordó que detuvieron de pronto a un hombre de su unidad.
Acababa de llegar del Frente de Leningrado. `nos habló del asedio
-recordó Nemanov-, pero mencionó lo de la hambruna masiva. De eso
no tenáimos que enterarnos´. El comandante general Fedyuninsky
recordó una conversación que mantuvo con Stalin poco después de
que se levantase el sitio. Le dijo al dirigente de la URSS que
Leningrado se había convertido en un fantasma de lo que fue antes.
`Lo peor -dijo Fedyuninsky-, es que alguien que se muere de hambre
sigue siendo consciente hasta el final. Es como si vieran cómo se
acercaba su propia muerte´. Concluyó: `El asedio de Leningrado fue
una de las peores tragedias de la historia de la humanidad´. Pero
Stalin se resistía a aceptarlo. `La muerte no sólo segó vidas en
Leningrado´, replicó. `Murió gente en el frente y en los
territorios ocupados. Estoy de acuerdo en que la muerte -y la
inanición- es horrorosa cuando una situación no tiene salida. Pero
hicimos todo lo que pudimos por la ciudad. En invierno de 1941 la
propia Moscú pendía de un hilo. La guerra y la muerte son
inseparables. Leningrado no es el único lugar que sufrió a ese
cerdo de Hitler´."
Lectura
casi obligada ahora que el totalitarismo trata de imponerse por
medios democráticos en medio mundo y el otro medio regido por el
totalitarismo. El asedio por hambre de Leningrado nos demuestra que
el totalitarismo es capaz de todo, de matar por hambre y de ocultar
la verdad, no importa el ropaje de izquierdas o derechas, ambos
buscan el sometimiento de la ciudadanía. También el testimonio
escrito de quienes entre el infierno de la guerra y la
deshumanización también surge la capacidad de resistir, de no
perder la dignidad humana aunque ésta se vea rodeada del horror de
la muerte cierta. Lectura ideal para comprender que la guerra y sus
consecuencias no han cambiado mucho a lo largo de la historia porque
los asedios de ciudades y acabar con la resistencia sometiendo a la
población por el hambre siguen vigentes como estrategia de guerra. Y
un homenaje a quienes plasmaron en sus diarios, pinturas y
expresiones artísticas que no permitieron que les arrebataran su
dignidad y dejaron testimonio de lo sufrido a las generaciones
futuras, a nuestro presente.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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