The Adversiter Chronicle

martes, 30 de septiembre de 2025

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro:
El sitio de Leningrado -1941-1944-
Autor: Michael Jones
Editorial: Crítica S. L.
Traducción: Joan Trujillo
Edición: Segunda edición, noviembre de 2008

La propuesta de hoy es un viaje a una de las batallas más crueles de la segunda guerra mundial como fue el sitio de Leningrado, un asedio aislando la ciudad y sometida a fuego de artillería para llevar a cabo los designios de Hitler que decidió matar a la población por hambre para ser posteriormente derruida hasta borrarla de los mapas. Un asedio por hambre calculado científicamente que el alto mando alemán ocultó a sus propias tropas allí desplegadas. El autor nos ofrece la visión de la población asediada que luchaba contra el hambre y sus estragos en las relaciones humanas mediante la cultura y muchos dejando por escrito en sus diarios la degradación de Leningrado, con unas autoridades y funcionarios soviéticos que gozaban de alimentos y que para acallar el descontento lanzaba campañas contra supuestos saboteadores, mandos militares que lanzaban hordas de tropas de infantería en ataques frontales a las posiciones alemanas bien defendidas en un sacrificio inútil de vidas humanas. Al término del asedio, Stalin ordenó silenciar los estragos de la población, los asesinatos para robar cartillas de racionamiento, el canibalismo y la ineptitud de las autoridades civiles y militares...

Michael Jones está doctorado en Historia por la Universidad de Bristol; ha dado clase en la Universidad de Glasgow y en Winchester College. `Fellow´ de la Royal Historical Society, ha escrito libros sobre Agincourt y Stalingrado.

Datos sacados de la contraportada y actualizados al año de edición y en Internet podéis encontrar más información acerca del autor, y sin más preámbulos unas breves reseñas que os inciten a su apasionante lectura...

Sitiar Leningrado por hambre de manera científica...
"Aquel pavoroso proceso acababa de empezar.. Casi una semana antes, el 8 de septiembre -el día en que las tropas alemanas terminaron de rodear Leningrado- miembros del Estado Mayor de la Wehrmacht se reunieron con el profesor Ernst Ziegelmeyer, un prestigioso experto del Instituto de Nutrición de Munich. Le explicaron que Leningrado estaba rodeada y querían ponerle sitio. Tras proporcionarle una gran cantidad de datos sobre el censo de población de la ciudad, la cantidad de alimentos que habría almacenados en ella y las temperaturas que se esperaban en la región para el invierno, formularon su encargo: Ziegelmeyer debía efectuar una serie de cálculos para pronosticar qué sucedería en Leningrado en cuanto cayese en picado la ingestión de calorías de sus habitantes y éstos se quedasen sin proteínas y grasas que consumir. Las preguntas que le hicieron eran decarnadas: ¿Cuánto tenía que durar el asedio, dadas las raciones existentes, para que comenzase a morir gente? ¿Cómo se desarrollaría el proceso de muerte por inanición, y cuánto tardaría en morir toda la población civil?. Al día siguiente, el nutricionista respondió que al cabo de un mes de aislamiento total de la ciudad tendrían que imponer una ración básica de 250 gramos de pan por persona. Era físicamente imposible sobrevivir con una ración como aquella durante un periodo de tiempo prolongado. Por tanto, recomendó al Ejército alemán que mantuviera el asedio durante todo el invierno. Ziegelmeyer concluía enérgicamente: `No merece la pena arriesgar la vida de nuestra tropa. Los habitantes de Leningrado morirán de todas formas. Es esencial que ni una sola persona traspase nuestro frente. Cuantos más de ellos se queden en la urbe, antes morirán y podremos entrar sin problemas y sin perder un solo soldado´. El 10 de septiembre, Goebbels escribió en su diario: `No nos molestaremos en pedir la capitulación de Leningrado. Podemos destruirla aplicando un método casi científico´. Se trataba de la ciencia de la inanición masiva, y al Ejército le correspondía resolver los detalles."

Angustia en los habitantes de Leningrado a comienzo del asedio...
"Girogi Knyazev comenzaba a observar la actitud de quienes le rodeaban; algunos seguían siendo optimistas, mientras que otros eran cada vez más cínicos o derrotistas. Estaba preocupado. El 17 de julio (1941) confesó sus temores en su diario. `Circulan rumores de que en nuestro bando la confusión es extrema. Es terrible que las cosas sean así en un momento como éste. ¿Qué hace tan temibles a los alemanes? Su extraordinaria organización, la precisión y coordinación de sus actos´. Atrapados entre un régimen incompetente y un invasor aterrador, los ciudadanos de Leningrado sintieron que sus vidas iban a cambiar radicalmente. Tal vez no sea sorprendente que Knyazaev, un hombre reflexivo y dotado de una gran facilidad de expresión, decidiese llevar un diario. Pero el deseo de guardar constancia de lo que sucedía se hizo notar en muchas otras personas, gente corriente que no emprende proyectos literarios en tiempos de paz, y el resultado es que ha quedado una rica variedad de relatos de la vida en la ciudad. Cada diario describe un viaje interior y la suma de todos nos permite oir la auténtica voz de Leningrado, que muchos de sus autores debieron temer que el enemigo acallase. Faina Prusova, trabajadora del hospital Petrovskaya, dio a su hijo un grueso cuaderno de ejercicios y le pidió que escribiera todo lo que sucediese a él y a los demás. Ella también comenzó a llevar un diario de guerra."

Un soldado de permiso en diciembre de 1941...
"En las líneas de defensa que rodeaban la ciudad, los soldados del Ejército Rojo padecían también terribles sufrimientos, pero su preocupación por el destino de los habitantes de Leningrado iba en aumento. Semyon Putyakov y sus compañeros habían oído espantosos rumores de que los especuladores se estaban haciendo con los alimentos básicos de la población, y las autoridades apenas trataban de evitarlo. `Los culpables de las consecuencias de esta terrible hambruna son personas concretas -escribió en su diario el 1 de diciembre-, pero por algún motivo, no están siendo detenidas; viven tan bien como durante la época de paz -añadía-, e incluso mejor, ya que su capital se está acumulando´. Joseph Finkelstein fue a visitar brevemente a su familia durante un permiso concedido en su unidad. Escribió con desaliento: `La gente cae como moscas por el hambre, y la comida es el único tema de conversación. Mi hermano se vio obligado a vender el piano familiar, los muebles del comedor y el abrigo de piel de nuestro padre para conseguir un puñado de rublos. Estos objetos habían formado parte de mi vida desde que era un niño. Un traficante del mercado negro de aspecto próspero vino a comprar nuestras pertenencias y se probó el sombreo de piel ante nuestro espejo. Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no darle un puñetazo en la cara."

La vida se impone a la muerte...
"En un hospital de Leningrado estaba muriendo Peter Tsvetkow, que tenía cinco años. Su respiración era extremadamente irregular y ya no podía comer nada. Su madre, fuera de sí por la desesperación, intentó encontrarle algo de alimentos. Vendió su abrigo de invierno en el mercado negro y le consiguió un poco de pan, mantequilla y azúcar. Extendió estos últimos dos ingredientes sobre un pedazo de pan blanco y trató de alimentarle. Pero el niño estaba tan débil que no tenía fuerzas para masticar. No obstante, podía percibir la presencia de su madre. Con un enorme esfuerzo, pasó la lengua por encima del pan y comenzó a sorber. Quería responder a sus esfuerzos, y aquel pequeño movimiento bastó. El sabor del azúcar y la mantequilla despertó algo en su interior. Comenzó a recuperarse. Millares de personas morían cada día, pero de alguna forma Leningrado lograba mantenerse viva. `Aquel invierno, la muerte nos miró directamente a los ojos -dijo Berggolts a sus conciudadanos-, y nos miró mucho tiempo, sin pestañear. Quería hipnotizarnos, como hace una boa constrictor con su víctima, arrebatándole la voluntad y sometiéndola. Pero quienes nos enviaron tanta muerte cometieron un error de cálculo. Subestimaron nuestra voraz hambre de vivir."

El dictador comunista dicta la memoria del asedio de Leningrado...
"Pero Stalin hizo enmudecer las celebraciones (del fin del asedio). El líder soviético no quería que el resto del país se enterase de hasta qué punto era terrible la tragedia que había sufrido Leningrado, ni que preguntasen cuánta gente había tenido que morir de hambre. Olga Berggolts fue invitada a Moscú a hablar por la radio sobre sus reflexiones acerca del asedio. `Estoy convencida de que aquí no saben nada sobre Leningrado´, escribió a su familia. `Nadie parece tener la más remota idea de lo qué ha pasado en la ciudad. Dicen que los habitantes de Leningrado somos héroes, pero no saben en qué ha consistido nuestro heroísmo. No saben que pasamos mucha hambre, que la gente moría por malnutrición. No pude decir nada en la radio, porque me dijeron: <Puedes hablar sobre cualquier cosa, pero, sobre la hambruna nada de nada. La valentía, el heroísmo de la población civil, de eso necesitamos que hables; del hambre ni una palabra>´. El soldado del Ejército Rojo Ilya Nemanov recordó que detuvieron de pronto a un hombre de su unidad. Acababa de llegar del Frente de Leningrado. `nos habló del asedio -recordó Nemanov-, pero mencionó lo de la hambruna masiva. De eso no tenáimos que enterarnos´. El comandante general Fedyuninsky recordó una conversación que mantuvo con Stalin poco después de que se levantase el sitio. Le dijo al dirigente de la URSS que Leningrado se había convertido en un fantasma de lo que fue antes. `Lo peor -dijo Fedyuninsky-, es que alguien que se muere de hambre sigue siendo consciente hasta el final. Es como si vieran cómo se acercaba su propia muerte´. Concluyó: `El asedio de Leningrado fue una de las peores tragedias de la historia de la humanidad´. Pero Stalin se resistía a aceptarlo. `La muerte no sólo segó vidas en Leningrado´, replicó. `Murió gente en el frente y en los territorios ocupados. Estoy de acuerdo en que la muerte -y la inanición- es horrorosa cuando una situación no tiene salida. Pero hicimos todo lo que pudimos por la ciudad. En invierno de 1941 la propia Moscú pendía de un hilo. La guerra y la muerte son inseparables. Leningrado no es el único lugar que sufrió a ese cerdo de Hitler´."

Lectura casi obligada ahora que el totalitarismo trata de imponerse por medios democráticos en medio mundo y el otro medio regido por el totalitarismo. El asedio por hambre de Leningrado nos demuestra que el totalitarismo es capaz de todo, de matar por hambre y de ocultar la verdad, no importa el ropaje de izquierdas o derechas, ambos buscan el sometimiento de la ciudadanía. También el testimonio escrito de quienes entre el infierno de la guerra y la deshumanización también surge la capacidad de resistir, de no perder la dignidad humana aunque ésta se vea rodeada del horror de la muerte cierta. Lectura ideal para comprender que la guerra y sus consecuencias no han cambiado mucho a lo largo de la historia porque los asedios de ciudades y acabar con la resistencia sometiendo a la población por el hambre siguen vigentes como estrategia de guerra. Y un homenaje a quienes plasmaron en sus diarios, pinturas y expresiones artísticas que no permitieron que les arrebataran su dignidad y dejaron testimonio de lo sufrido a las generaciones futuras, a nuestro presente.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org


 


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