Unas memorias de
Antón Rendueles en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
La fábrica
La
fábrica formaba parte de mi universo infantil, uno de mis primeros
recuerdos conscientes es ir de la mano de mi tía a llevarle la
fiambrera con el almuerzo a mi abuelo siendo muy niño. Mi padre también trabajaba en la fábrica
y en cierta forma todo giraba alrededor de la misma. Trabajaba a
turnos que llamaban 7-2-7-2-7-3, siete días de trabajo y dos de
descanso salvo cuando salía del turno de mañana los viernes y el
descanso duraba hasta el lunes siguiente que entraba a las diez de la
noche. En el turno de noche, se acostaba en mi habitación porque la
ventana daba al patio del edificio sin el bullicio de la calle.
Muchas veces entré sin hacer ruido a coger algo antes de salir al
colegio y muchas veces me hizo deberes de manualidades en aquellas
noches donde el trabajo era más relajado. El descanso largo
significaba también que estábamos todos en el fin de semana, él
sólo disfrutaba de un fin de semana al mes de asueto. Solía
llevarme al cine en el descanso largo, aunque creo que llevarme era
una escusa para ver a Terence Hill y Bud Spencer, me llevó a ver La
guerra de las galaxias en su
estreno y recuerdo que fue en sesión de tarde. Los domingos con mi
padre de descanso, el fin de semana en general, los disfrutaba
viéndole trajinar en algo, como cuando me fabricó un avión a
hélice con un tubo de pasta de dientes, el motorcito de algún
juguete, una radio vieja de bolsillo y cable eléctrico. El avión
colgaba del tendal de la cocina, que iba de extremo a extremo de la
misma, y se manejaba la velocidad con la rueda del dial de la radio,
de aquella mi padre estaba estudiando electricidad aunque ignoraba el
motivo y aquel juguete era un ejercicio de aplicar lo aprendido. Le
recuerdo también grabando cintas de casete de la radio, haciendo
alguna chapuza en casa y siempre que el lunes se iba a trabajar de
noche sentía esa pena que se siente en la infancia sin saber porqué.
La fábrica era su trabajo y su universo, en las conversaciones
domésticas se hizo famosa su costumbre de acabar con algún ejemplo
de la fábrica. Y recuerdo con una sonrisa cuando picaban al timbre
en el tramo final de la noche antes de la madrugada porque se había
quedado dormido, iban cada turno en un coche él y cuatro compañeros
de trabajo. Tiempo después, cuando yo mismo trabajé en la fábrica,
comprendí en toda su magnitud cómo mi padre trabajó robando horas
al descanso por apurar el mismo, las largas noches en el frío de las
naves al calor de una hoguera improvisada en un barril entre faena y
faena, los turnos matadores donde ansías el descanso largo y todo el
micro universo de la fábrica. Asistí décadas después a su
jubilación, un pin dorado fue la recompensa de cuatro décadas de su
vida en la fábrica junto con sordera inducida en el ambiente de
trabajo y alguna mierda en sus pulmones que contribuyó a que como
fumador el riesgo potencial de cáncer de pulmón se convirtió en
realidad. Mi padre era uno de miles que se fue como cientos de ellos,
la fábrica sigue funcionando, sigue siendo un trabajo que merece la
pena aunque te robe algo de tu alma y contribuya a envenenar el
organismo y atrofiarlo, pero es el alma de la ciudad que se vuelve
urbe de servicios casi renegando de su pasado y presente
industrial...
Antón
Rendueles
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario