Engracia
nunca se imaginó semejante percance y mucho menos que semejante
cachivache existiera. Es cierto que tampoco el paisaje urbano le
gustara para pasear, prefería las caminatas con sus amistades por
rutas de montaña, por parajes costeros y hasta ir de excursión
parando en sitios donde ofrecen degustaciones y tratan de venderte
una olla exprés, sartenes y vajillas. Para Engracia la ciudad no
había cambiado en lo que a ser peatón se refiere y cruzó ignorante
del nuevo carril bici, aunque ya tenía cinco años de antigüedad, y
de que el patinete eléctrico era un medio más de locomoción no
contaminante. Engracia sencillamente sintió el inesperado golpe que
la hizo caer sentada mientras el patinete siguió avanzando unos
metros tras el encontronazo y su piloto caía aparatosamente y se
hacían añicos sus auriculares, de estilo retro, al chocar contra el
asfalto.
-¡Señora!
¿Está usted ciega o qué le pasa? ¡Va a tener que pagarme los
auriculares!- vociferó el piloto del patinete mientras recogía
sus auriculares
Engracia
se miró perpleja y vio que no tenía contusiones, el carro de la
compra hizo de parachoques y tuvo la fortuna de caer sentada aunque
le dolía el culo del golpe contra la acera. Un par de adolescentes
se detuvieron a mirar. Engracia las miró y preguntó, aún perpleja,
a las dos adolescentes que la miraban mientras cuchicheaban...
-¿Habéis
visto que ha ocurrido? He sentido un golpe en el carrito y he
terminado en el suelo.
-¡Hay
que respetar el carril bici, señora. No se puede andar como si fuera
la única usuaria y provocando accidentes!
Las
adolescentes se alejaron no sin antes intercambiar unas palabras con
el piloto del patinete que seguía recogiendo piezas de los
auriculares. Acertó a pasar una patrulla motorizada de la policía municipal. Un agente se apeó de la moto y se dirigió al piloto del
patinete que ponía en pie el patinete y donde el manillar estaba
grotescamente doblado e inútil para cumplir su función...
-¿Qué
ha ocurrido?
-La señora sentada en el suelo, no respetó el semáforo del carril
bici y me ha hecho caer.
-El agente se acercó a Engracia, observó que no había
heridas a primera vista.
-¿Se
encuentra bien? ¿Por qué no respetó el semáforo del carril bici?
Engracia
no entendía nada. En sus más de setenta años de edad jamás había
escuchado lo del semáforo y el carril bici. Estaba convencida de que
iba por la acera e ignoraba que hubiera sido un patinete la causa de
su circunstancia actual.
-Iba
andando y algo me golpeó y he terminado en el suelo sentada. Y no me
puedo levantar...
El
agente miró a su compañero y le hizo una seña de que la señora
parecía un poco gagá...
-Debe
tomar alguna medicación porque no sabe que le pasó y dice que no se
levanta.
-Lo
mejor es llamar a una ambulancia y que la miren en Salud Mental.-dijo
el segundo agente que ya estaba solicitando la ambulancia por la
radio.
Al
poco llegó la ambulancia y una dotación de la Policía Nacional.
Engracia observó pasmada como la cogían de un brazo y le ponían
una inyección. Ya no recordó más porque cerró los ojos y no los
abrió...
La
ambulancia se abría paso entre el tráfico, sólo con los destellos
luminosos, la emergencia no requería el activar la sirena puesto que el tráfico era fluido, cosa extraña siendo verano.
FIN
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
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