Oteo que no es una verbena
de grandes pretensiones, una fiesta de barrio en una esquina de la
ciudad que marca un hito en el calendario porque ya es primavera y se
acerca el verano...
Había pensado acercarme
y, tras meditarlo, he preferido sentarme en el acantilado. No tengo
demasiados motivos para ir de verbena pese a que el sonido de las
atracciones son sirenas que atraen las ganas verbeneras...
Por otra parte, ya estamos
en mayo con un inicio de mes de los que gustan porque es festivo y
atrás se queda abril sin mil lluvias que sacien la sed de la tierra
reseca sin agua, tampoco hay paz en las distintas guerras que no
dejan de ser las mismas de siempre donde sólo cambian los muertos y
los rostros de los estragos psicológicos en la población civil...
Al final lo mejor es que
me monte mi propia verbena en el acantilado, no hay dineros que
paguen hoy en día una salida verbenera que cercene la salida a la
compra y alimentarme de chuches verbeneros el resto del mes. Añoro
aquellos tiempos donde la primavera y verano era salidas a la verbena
aunque no tanto como para comer chuches verbeneros hasta el día de
la soldada...
Y, sin embargo, el sonido
de verbena resulta reconfortante.
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