The Adversiter Chronicle

martes, 23 de mayo de 2023

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro:
El tiempo de Napoleón
Autor: Alistair Horne
Editorial: DEBATE
Traducción: Juan Manuel Ibeas
Edición: Primera edición, septiembre de 2005

La propuesta de hoy es un fascinante viaje a la época napoleónica, no sobre sus grandes victorias, derrotas o batallas, sino sobre la sociedad que vivió los tiempos de Napoleón. Desde aspectos sociales a urbanísticos, el ambiente entre la población mientras Napoleón edificaba su imperio colocando a familiares y generales en los tronos de Europa...

Alistair Horne es historiador especializado en relaciones internacionales e historia de Francia. Autor de centenares de artículos y comunicaciones, sus libros han sido traducidos a más de una docena de lenguas. En 2003, Alistair Horne fue nombrado caballero por su contribución a las relaciones francobritánicas.
Datos sacados de una parca contraportada y en Internet se pueden encontrar más datos del autor y de su obra. Y sin más prolegómenos, unas breves reseñas que os inciten a su interesante lectura...

Napoleón...
“Salido de la rígida academia militar de Brienne en 1785, con el grado de alférez a los dieciséis años de edad, entre algunas burlas de los que le llamaban `matemático delgaducho´, este vástago de la baja nobleza corsa dejó su primera auténtica huella en los asuntos militares unos ocho años después, en el sitio de Toulon, en 1793. La importantísima base naval estaba entonces en poder de una flota inglesa mandada por el almirante Hood; Napoleón, un capitán de artillería de veinticuatro años, fue enviado para asesorar al no muy distinguido comandante de las fuerzas revolucionarias francesas que la asediaban. Con su genio para el 'coup d´oeil' instantáneo, que tan útil iba a resultarle más adelante, la estrategia del joven Napoleón Bonaparte tuvo éxito, y los ingleses fueron expulsados. Napoleón se convirtió en un héroe en las filas del incompetente ejército revoluciopnario (aunque todavía era desconociodo fuera de ellas), y fue vertiginosamente ascendido al grado de 'géneral de brigade' con sólo veinticuatro años, nombrándosele además comandante de artilleríoa del ejército en Italia.”

Conspirando contra Napoleón...
Después, a principios de 1804, se descubrieron otras dos conspiraciones: una dirigida por un monárquico bretón de la Vendée llamado Georges Cadoudal, y la otra por dos generales, Piuchegru y Moreau. Cadoudal (en cuya conspiración había cooperado en secreto y temerariamente el gobierno británico de Addington) fue rápidamente detenido cerca dl Odéon por Fouché, el maestro del contraespionaje. Se reveló la participación de Cadoudal en el atentado de la Rue Niçaise y fue ejecutado el 25 de junio de 1804, junto con una docena de hombres más, en una de las pocas ejecuciones masivas en la guillotina de la era napoleónica.. Pichegru murió en prisión, estrangulado con su propio pañuelo; a Moreau, el héroe popular de la batalla de Hohenlinden, se le permitió desaparecer en el exilio, eliminando así a uno de los pocos rivales potenciales de Napoleón. (Se hizo asesor militar del zar y murió combatiendo contra sus propios compatriotas en la batalla de Dresde, en 1813). un tal capitán Wright, capturado también por los hombres de Fouché, murió en 1805 tras una larga estancia en prisión, en circunstancias muy sospechosas.”

Bancarrota de Monsieur Récamier...
Lo cierto, sin embargo, es que aunque el propio ministro del Tesoro era sospechoso de desfalco y el artero Talleyrand se jactaba sin reparos de haber ganado millones gracias a la información privilegiada -`Compré acciones el 17 brumario y las vendí el 19 (recuérdese que Napoleón tomó el poder el 18 brumario)-, parece que los Récamier se portaron impecablemente después del desastre. Juliette rechazó todos los `subterfugios lucrativos y culpables´, en un alarde de integridad insólito en el Paría de principios del Imperio. Pero cuando Récamier solicitó un modesto crédito del gobierno para sacar a flote su banco, Napoleón se mostró inconmovible y despiadado, escribiendo desde Austerlitz a los pocos días de su victoria (el 7 de diciembre de 1805): `¿En un momento como este me voy a ver obligado a hacer préstamos a hombres que se han metido en malos negocios?´, y aún más brutal: `Yo no soy el amante de Madame Récamier, yo no, y no voy a acudir en ayuda de negociantes que mantienen una casa que cuesta seiscientos mil francos al año´. Un diplomático italiano escribió: `En medio de la merecida admiración despertada por la asomborsa campaña de Bonaparte, el crédito de la nación, socavado por todas partes, amenaza con arruinar a todos´. Puede decirse casi con seguridad que sólo los triunfos de Napoleón en lejanos campos de batalla como Austerlitz y Jena evitaron que hubiera graves disturbios en París. Y después de Austerlitz, la economía pareció recuperarse milagrosamente -al menos por el momento- y los bonos del gobierno subieron vertiginosamente del 45 al 66 por ciento.”

Dirigiendo desde el campo de batalla...
Pero a pesar de los formidables poderes de la burocracia que Napoleón impuso en París, uno de los rasgos extraordinarios de su régimen en que este Estado tan centralizado y cada vez más autocrático se dirigía en realidad desde el interior de una tienda de campaña o desde algún castillo polaco... o desde donde se encontrara Napoleón en aquel momento. Los ministros se acostumbraron a ver principalmente el aspecto grandioso y teatral de esta incómoda situación: `Su majestad nos ha acostumbrado tan bien a recurrir a su sagacidad hasta en los menores detalles -declaraba el adulador Jean- Baptiste de Nomprére de Champagny, ascendido desde un puesto administrativo de poca importancia pero absolutamente leal en el Ministerio del Interior, a sucesor de Talleyrand cuando este dimitió- siempre gobernados por su espíritu y sus órdenes, olvidamos que está a seiscientas leguas de nosotros, en medio de sus ejércitos, teniendo ante él las fuerzas unidas del imperio más poderoso del mundo, protegiendo el sur y el este de Europa´. No es este el lenguaje de un Colbert hablándole a un Luis XIV. Hasta su regreso en julio de 1807, tras las tres campañas de 1805-1807, napoleón estuvo fuera de París la mayor parte del año; no volvería a ausentarse tanto tiempo. Y en espíritu no se había marchado nunca; ya fuera dirigiendo la administración de París y sus obras, ya gobernando el país, el gobieno de Francia estaba fundamentalmente allá donde estuviera Napoleón: Viena, berlín; Varsovia, Finkenstein, Tilsit.”

Cambios de costumbres...
Durante el Imperio, las horas y los hábitos de comida cambiaron. Antes de la revolución había un proverbio que decía que 'déjeuner' es para los amigos, 'dîner' para la etiqueta, ' goûter' (merendar) para los niños y 'souper' para el amor´. Ahora la gente 'chic' había abandonado la vieja rutina de 'dîner' a las cuatro de la tarde en favor de una hora más moderna, las siete de la tarde. El 'dîner' solía terminar a las nueve, aunque dos excepciones entre la élite eran Cambacérès, cuyas soporíferas cenas solían durar cinco horas, y el propio Napoleón, que por sus hábitos militares consideraba que con quince o veinte minutos bastaba para cualquier comida. En las Tullerías no había un comedor fijo, de modo que todas las mañanas napoleón ordenaba dónde y en qué habitación había que poner la mesa. Aunque la comida le interesaba poco (devoraba cualquier cosas que tuviera a mano, rápida e indiscriminadamente: pescado, carne o dulces), al emperador le gustaba el buen vino; sus favoritos eran el Chambertin, el Clos-Vougeot y el Château-lafite.”

Provincias...
Durante la Paz de Amiens, Napoleón había recorrido incansable la Francia provinciana para dar ánimos a los fabricantes de ciudades como Lyon, Ruán, Elbeuf y El Havre, y en muchas ocasiones había presidido reuniones locales para elaborar el nuevo código civil. En esta época anterior al ferrocarril, no cabe duda de que Napoleón hizo mucho por mejorar las carreteras de Francia; pero todas tendían a irradiar del eje que era París, hacia fronteras estratégicas, con claras intenciones militares. Véase, por ejemplo, la notable proeza de la ingeniería en la carretera sobre el paso de Simplon, que fue diseñada principalmente con la intención de facilitar el transporte de tropas a los campos de batalla italianos. Poco se hizo para que las carreteras sirvieran para conectar comunidades. Cuando el tiempo y las campañas lo permitían, Napoleón hacía frecuentes visitas a las provincias. De hecho, en el Consulado había comenzado una nueva era con el nombramiento de prefectos, en lugar de las distinciones repartidas entre los nobles locales. Como ocurrió en París, se reconstruyeron viejas ciudades como Lyon y Cherburgo, se abrieron canales, se desecaron pantanos y se tendieron puentes sobre los ríos. La población campesina y la clase media experimentaron los beneficios de todo esto, pero la guerra y el hundimiento del Imperio iban a poner un fin prematuro a todo nuevo avance.”

Deliciosa lectura que incita a profundizar en la época napoleónica que resulta ideal para lectura reposada y ligera de tiempo libre, turnos nocturnos sin ajetreo y para amantes de viajar a París y descubrir sitios y lugares citados en el libro, escrito en tono ágil y dinámico que te atrapa en su lectura. Una amena forma de conocer detalles de un hombre con nombre propio en la Historia y cuyo legado aún perdura con detalles de la vida diaria durante su gobierno que abarca una generación.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org




theadversiterchronicle@hotmail.es



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Powered By Blogger