Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
-Anotaciones
de diario escritas entre el 20 de abril y el 22 de junio de 1945-
Autor:
Anónima
Editorial:
Editorial Anagrama S. A.
Traducción:
Jorge Seca
Edición:
2005
El 20 de abril de 1945 la población berlinesa se mete en los
refugios mientras bombarderos norteamericanos machacan la ciudad
desde el aire, las tropas soviéticas avanzan sobre Berlín. Las
mujeres en los refugios saben, por lo que conocen de otros refugiados
que llegaban a la ciudad a medida que avanzaba el Ejército Rojo, que
las mujeres serán parte del botín de guerra y las violaciones serán
una realidad. Pero es preferible un ruso en la barriga que un
estadounidense sobre la cabeza. La propuesta de hoy es un diario
escrito por una mujer que prefirió mantenerse en el anonimato y que
nos narra cómo los valores de nuestra vida diaria desaparecen cuando
se trata de sobrevivir. Con conocimientos del idioma ruso, será una
privilegiada, entre comillas, ya que logrará ser el objeto sexual de
un oficial soviético que la libra de las violaciones diarias a cargo
de la tropa. No hay truculentas descripciones, simplemente es el
relato de lo sucedido cuando el nazismo es derrotado y Berlín, como
tantas otras ciudades a lo largo de la Historia, se convierte en
botín incluyendo a su población. Al final la vida se abre paso y es
destacable que la autora conservara humanidad, pese a las
calamidades, para observar y analizar a los soldados soviéticos como
personas con sentimientos. Jóvenes que demuestran su hombría
violando mujeres mayores, el rudo violador que lleva en su cartera
fotos de una familia. También sabe que los desmanes nazis han de ser
purgados y que muchos soldados han perdido a sus seres queridos, tan
humanos que deben emborracharse para violar y saquear. También es un
retrato de la población ante el colapso nazi y cómo se desmorona
todo un mundo y los que antes ostentaban y sacaban pecho por ser
afines al partido nazi trataban ahora de escabullirse...
Para hablar de la anónima autora del diario hay que
citar la introducción de Hans Magnus Enzensberger: “Resulta
evidente que la mujer que escribió el libro no era una simple
aficionada, sino que se trataba de una periodista con experiencia.
Ella alude a varios viajes que realizó como reportera, entre otros
países, a la Unión Soviética, donde adquirió conocimientos
básicos de ruso. Podemos deducir que continuó trabajando para una
editorial o en diversas publicaciones periódicas después de que
Hitler alcanzara el poder. Hasta 1943-1944 se continuaron publicando
varias revistas como Die Dame o Koralle, en las cuales era posible
mantenerse al margen de la inexorable campaña propagandística
impuesta por el doctor Joseph Goebbels.”
A continuación unas breves reseñas que os inciten a su
apasionante lectura:
20 de abril de 1945, rumores en un Berlín asediado...
“Esta
mañana en la panadería circulaba este rumor: `Cuando vengan se
llevarán todos los comestibles de las casas. No nos darán nada. Han
acordado que los alemanes pasemos hambre durante ocho semanas al
menos. En Silesia la gente sale ya a los bosques a cavar en busca de
raíces. Los niños la palman. Los viejos comen hierba como las
bestias.´ Hasta aquí la opinión popular. Nadie sabe nada. Ya no
hay reparto del Völkischer Beobachter. Ya no hay ninguna señora
Weiers que venga a leerme durante el desayuno las líneas de la
infamia en negrita. `Deshonrada una anciana de setenta años. Monja
violada veinticuatro veces.´ (Pero ¿quién iba contando las veces?)
Así sdon los titulares. ¿Pretenden acaso incitar a los hombres de
Berlíb a protegernos y defendernos a nosotras, mujeres? Que
ridículo. Lo que de verdad consiguen así es que miles de mujeres y
de niños indefensos huyan hacia el oeste por las carreteras de
evacuación donde con toda probabilidad morirán de hambre o
reventarán por el fuego de las ametralladoras. Al leer le brillaban
los ojos a la señora Weiers y se le abrían mucho. Algo en ella
gozaba con el horror. O quizás su subconsciente se alegraba de que
no le hubiera tocado a ella. Pues tenía miedo, y quería marcharse a
toda costa. No la he visto desde anteayer.”
27 de abril de 1945, llegan los soldados soviéticos...
"Al
mediodía – la de Hamburgo y yo íbamos en ese momento a buscar el
segundo caldero
de sopa de cebada cocinado para toda la gente del sótano en el horno de la panadería- el primer soldado enemigo encontró el camino hacia nuestro refugio. Un soldado con rostro de campesino, de mejillas rojas. Parpadeó cuando divisó a la gente del refugio a la luz de la lamparilla de petróleo. Vaciló en entrar, dio dos pasos hacia nosotros. Palpitaciones. Algunos miedosos le alcanzan sus platos llenos de sopa. É el sacude la cabeza y sonríe, sin decir nada. Entopncen pronuncié yo mis porimeras palabras en ruso, al principio con voz reseca, luego de pronto ronca: `Shto vui zheláietie? (Qué desea?). El hombre se vuelve de pronto y fija, perplejo, la vista en mí. Noto que le resulto molesta. Parece no haberle sucedido nu8nca hasta ese momento que una `muda´ se le dirija en su propio idioma. Pues los rusos, en su lenguaje de todos los días, llaman a los alemanes `Niemtsy´, algo similar a `los mudos´. Y eso, al parecer, desde los tiempos d ella Hansa alemana, hace quinientos años, cuando los comerciantes que trataban con ellos en Novgorod y otros lugares canjeaban pañuelos y bordados por pieles y cera sin decir palabra, mediante signos. Por la razón que sea, este ruso no contesta a mi pregunta; se limita a sacudir la cabeza. Sigo preguntando si quiere comer algo quizás. Entonces sonríe mostrando los dientes y dice en alemán: `Aguardiente´. ¿Aguardiente? Todo el mundo sacude la cabeza con pesar. Aquí abajo no hay ni gota de alcohol. A quien le queda algo, lo mantiene a buen recaudo. El Iván se marcha buscando el camino de vuelta por el laberinto de pasillos y patios.”
de sopa de cebada cocinado para toda la gente del sótano en el horno de la panadería- el primer soldado enemigo encontró el camino hacia nuestro refugio. Un soldado con rostro de campesino, de mejillas rojas. Parpadeó cuando divisó a la gente del refugio a la luz de la lamparilla de petróleo. Vaciló en entrar, dio dos pasos hacia nosotros. Palpitaciones. Algunos miedosos le alcanzan sus platos llenos de sopa. É el sacude la cabeza y sonríe, sin decir nada. Entopncen pronuncié yo mis porimeras palabras en ruso, al principio con voz reseca, luego de pronto ronca: `Shto vui zheláietie? (Qué desea?). El hombre se vuelve de pronto y fija, perplejo, la vista en mí. Noto que le resulto molesta. Parece no haberle sucedido nu8nca hasta ese momento que una `muda´ se le dirija en su propio idioma. Pues los rusos, en su lenguaje de todos los días, llaman a los alemanes `Niemtsy´, algo similar a `los mudos´. Y eso, al parecer, desde los tiempos d ella Hansa alemana, hace quinientos años, cuando los comerciantes que trataban con ellos en Novgorod y otros lugares canjeaban pañuelos y bordados por pieles y cera sin decir palabra, mediante signos. Por la razón que sea, este ruso no contesta a mi pregunta; se limita a sacudir la cabeza. Sigo preguntando si quiere comer algo quizás. Entonces sonríe mostrando los dientes y dice en alemán: `Aguardiente´. ¿Aguardiente? Todo el mundo sacude la cabeza con pesar. Aquí abajo no hay ni gota de alcohol. A quien le queda algo, lo mantiene a buen recaudo. El Iván se marcha buscando el camino de vuelta por el laberinto de pasillos y patios.”
29 de abril de 1945, suerte o desgracia...
“A
veces reflexiono sobre si es una suerte o una desgracia para mí
saber algo de ruso. Por una parte me da una seguridad que a los demás
les falta. Lo que para ellos son bastos sonidos animales, gritos
inhumanos, para mí es lenguaje humano..., el lenguaje melódico y
bien estructurado de un Pushkin y de un Tolstói. Sí, tengo miedo,
miedo, miedo (desde lo de Anatol ha disminuido un poco), pero no
obstante hablo con ellos de persona a persona, distingo a los peores
de los que son soportables, clasifico el enjambre, me hago una
imagen de ellos. Por primera vez siento también mi cualidad
testimonial. En esta ciudad serán muy pocos los que pueden hablar
con ellos, pocos los que hayan visto sus abedules y sus pueblos, sus
campesinos en sandalias de rafia, y sus edificios nuevos construidos
a toda prisa y de los que tan orgullosos se sienten..., pocos los que
ahora, como yo, somos suciedad bajo sus botas de soldado. Los otros,
los que no entienden una palabra d esu idioma, lo tienen en cambio
más fácil. Siempre tendrán a esos hombres por extraños, pueden
poner mucha tierra de por medio y convencerse a sí mismos de que
ésos no son personas como nosostros; sin duda en un estadio de
desarrollo muy inferior, más jóvenes como nación, mucho más cerca
de sus orígenes que nosotros. De manera parecida se comportarían
los teutones cuando invadieron Roma y echaron mano de las romanas
vencidas, bien perfumadas, con cabellos rizados de forma artificial,
con su manicura y su pedicura. De todo lo cual se deduce que el estar
vencido es el no va más.”
5 de mayo de 1945, los derrotados...
"Por
la tarde aparecieron algunos hombres en nuestro piso. Es decir,
hombres alemanes, de
nuestro edificio. Fue una sensación muy especial tratar de nuevo con hombres de los que una no siente miedo, ni ha de estar vigilándolos ni observándolos todo el tiempo. Comentaron la hazaña de los libreros, de la que se habla hoy en todo nuestro edificio. El librero, un bávar, bajito y robusto, le ha echado una bronca d everdad a un ruso. Ocurrió cuando un Iván interceptó poco antes del portal de casa a la librera, que venía cargada de agua. (La mujer no deja que su marido vaya a la bomba de agua. Era del partido) La mujer chilló y su marido salió del piso corriendo, se fue hacia el ruso y le espetó: `¡Tú, cerdo asqueroso! ¡No eres más que un gilipollas!´ En el relato de la hazaña se decía, además, que el ruso se fue empequeñeciendo y arrugando hasta acabar rajándose. Así que es posible. El muchacho, con su olfato de bárbaro y de animal, se olió que el marido estaba demasiado rojo y que en ese segundo todo, absolutramente todo, le daba lo mismo. Y le dejó el botín para él. Por primera vez oigo hablar de una reacción airada por parte de uno de nuestros hombres. La mayoría es razonable, actúa con la cabeza. Estásn preocupados por salvar el pellejo, y sus mujeres están completamente de su parte. A ningún marido se le cae la cara de vergüenza por entregar una mujer a los vencedores, ya sea la suya o la del vecino. Al contrario, no se le perdonaría que pusiera nerviosos a los dominadores con su resistencia. A pesar de todo, siempre queda ahí un resto incombustible. Estoy convencida de que la librera nunca olvidará el arranque de valor, o de amor, si se quiere, de su marido. Y a los demás hombres que andan contando esta anécdota por ahí se les nota un tono de respeto en la voz.”
nuestro edificio. Fue una sensación muy especial tratar de nuevo con hombres de los que una no siente miedo, ni ha de estar vigilándolos ni observándolos todo el tiempo. Comentaron la hazaña de los libreros, de la que se habla hoy en todo nuestro edificio. El librero, un bávar, bajito y robusto, le ha echado una bronca d everdad a un ruso. Ocurrió cuando un Iván interceptó poco antes del portal de casa a la librera, que venía cargada de agua. (La mujer no deja que su marido vaya a la bomba de agua. Era del partido) La mujer chilló y su marido salió del piso corriendo, se fue hacia el ruso y le espetó: `¡Tú, cerdo asqueroso! ¡No eres más que un gilipollas!´ En el relato de la hazaña se decía, además, que el ruso se fue empequeñeciendo y arrugando hasta acabar rajándose. Así que es posible. El muchacho, con su olfato de bárbaro y de animal, se olió que el marido estaba demasiado rojo y que en ese segundo todo, absolutramente todo, le daba lo mismo. Y le dejó el botín para él. Por primera vez oigo hablar de una reacción airada por parte de uno de nuestros hombres. La mayoría es razonable, actúa con la cabeza. Estásn preocupados por salvar el pellejo, y sus mujeres están completamente de su parte. A ningún marido se le cae la cara de vergüenza por entregar una mujer a los vencedores, ya sea la suya o la del vecino. Al contrario, no se le perdonaría que pusiera nerviosos a los dominadores con su resistencia. A pesar de todo, siempre queda ahí un resto incombustible. Estoy convencida de que la librera nunca olvidará el arranque de valor, o de amor, si se quiere, de su marido. Y a los demás hombres que andan contando esta anécdota por ahí se les nota un tono de respeto en la voz.”
23 de mayo de 1945, trabajar bajo las autoridades
soviéticas...
“Provista
de un cubo y de una pala para la basura, me encaminé hacia el
ayuntamiento a primera hora de una mañana gris y lluviosa. De camino
se puso a diluviar. Sentía cómo mi vestido de punto iba empapándose
de lo lindo. No paraba de llover, unas veces lluvia fina, otras más
fuerte. A pesar de todo, íbamos llenando cubo tras cubo con
escombros para no romper la cadena de manos. Éramos unas cien
mujeres de todo tipo. Las unas se mostraban perezosas y desganadas, y
sólo se movían cuando uno de los dos vigilantes alemanes pasaba
cerca de ellas. (Siempre asignan a hombres para los puestos de
vigilancia.) Otras mujeres se mataban trbajando con el empeño de un
ama de casa, incluso con obstinación. `El trabajo tiene que hacerse
de todos modos, así que...´, dijo una con profunda convicción.
Empujábamos las vagonetas hasta la zanja en grupops de cuatro.
Aprendí a manejar una plataforma giratoria. Hasta que la lluvia, que
caía a cántaros, nos obligó a guarecernos. Estábamos todas
apiñadas como animales bajo un balcón. Teníamos las ropas mojadas
pegadas al cuerpo; teníamos escalofríos y temblábamos.
Aprovechamos la ocasión y nos comimos el pedazo de pan mojado, sin
nada. Una mujer masculló: `Con Adolf no comí nunca una cosa así´.”
Lectura imprescindible para conocer la vida en Berlín
tras el derrumbe del régimen nazi y un recordatorio de que las
guerras son algo más que soldados combatiendo, hay una población
civil que sufre el castigo del combate y que pasan a ser víctimas al
ser conquistados. Lectura ideal para turnos tranquilos,
convalecencias y mesitas de noche. Un homenaje también a todas las
mujeres que a lo largo de los siglos han ganado la paz tras la
derrota de los hombres, la supervivencia deja de lado conceptos y
normas morales que pierden su valor cuando se busca algo que comer y
un refugio a salvo...
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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