Observo con alborozo que
mi paranoia con las gaviotas no es tal, viene en la prensa una foto
donde se ve a un ejemplar de buen calibre tragarse una generosa
porción de pizza tras birlar de una mesa en la terraza donde dos
comensales disfrutaban de la misma...
Cuando me instalé en el
acantilado, y ante la molesta presencia de gaviotas y sus cagadas en
mi ventana, coloqué en el alfeizar dos porciones de neuroléptico,
de los que los tomas y a los quince minutos se cae completamente grogui. Que regocijo imaginar a la gaviota, siempre me parecía la
misma porque desconocía que son todas casi iguales, tragando la
porción y en pleno vuelo quedarse grogui con
agarrotamiento de las alas y descendiendo en caída libre contra el
asfalto. No sé si ocurrió lo que imaginaba porque siguieron
posándose gaviotas, o puede que siempre la misma, quién sabe...
Tras el fracaso de la
guerra química decidí pasar a la guerra psicológica, colocar un
espantapájaros que dicen que espanta a los pájaros. Hice un
monigote y le puse la cara de Putin que en los últimos tiempos
espanta al más templado. Pero se ve que Putin es otro pájaro, y de
mucho cuidado, porque las gaviotas, o puede que siempre la misma, ni
siquiera se molestaron en cagar al espantapájaros y la demostración
más o menos científica de que ser un espantajo de dirigente no le
convierte en espantapájaros...
Decidido a no claudicar me
puse en plan progresista. Comprendo que son criaturas de la
Naturaleza y no entienden de humanos pero ambos hermanados en la
energía universal. Durante un mes estuve al borde del acantilado
observando sus cabriolas aladas, aplaudiendo aquellas dignas de
admiración por su técnica y dominio de la misma; jaleando en sus
bailes de rivalidad y agitando una bufanda cada vez que me graznaban.
Ni solucionó el tema de las cagadas, en una semana gasté dieciséis camisas y dos botes de champú para el cuero cabelludo, ni solucionó
el tema de la comunicación. Finalmente recurrí a comprar un buen
surtido de sandalias de los chinos, contundentes para golpear el
cristal de la ventana sin romper éste y asustar a las gaviotas, o
tal vez la misma gaviota siempre, de tal forma que he tenido que
reciclarme al teledestajo en el curro, animar a la industria
alpargatera china y estimular el consumo...
No sé si soy ecologista
porque me cagan las gaviotas o si me cagan las gaviotas por ser
ecologista.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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