The Adversiter Chronicle

miércoles, 25 de agosto de 2021

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro: Cumbres – seis reuniones que forjaron el siglo XX-
Autor: David Reynolds
Editorial: Editorial Ariel, S. A.
Traducción: Isabel Ferrer y Carlos Milla
Edición: 1ª edición, septiembre de 2008

Para entender el presente hay que comprender el pasado, y no se puede comprender el mundo del siglo XX que nos ha llevado hasta este siglo XXI sin entender el sentido de las cumbres entre líderes mundiales, que ahora son moneda corriente. El término fue acuñado por Churchill en plena efervescencia de las crónicas de alpinistas llegando al Everest y otras cumbres hasta entonces inalcanzables, pero las reuniones al máximo nivel entre líderes tuvieron su pistoletazo de salida en 1938 en la ciudad de Múnich con la reunión entre el británico Chamberlain y el alemán Hitler. El autor nos lleva de la mano para conocer la parte oculta de las cumbres entre líderes, cómo se preparan, cómo llegaban los protagonistas al encuentro, las relaciones entre los asesores, las aspiraciones y las formas de negociar...

David Reynolds es profesor de Historia Internacional en la Universidad de Cambridge. Ha
sido profesor visitante en las universidades de Harvard y Nihon en Tokio. Es autor o editor de una docena de libros sobre la historia del siglo XX. Galardonado con el premio Wolfson de Historia.

Datos sacados de la contraportada y actualizados al año de edición, pero en Internet podéis encontrar información más extensa del autor. Y sin más zarandajas, unas breves reseñas que os incite a su apasionante lectura:

Orígenes del término `cumbre´...

El término `cumbre´ fue acuñado por Winston Churchill. En un discurso pronunciado en Edimburgo el 14 de febrero de 1950, durante los días oscuros de la guerra fría, pidió `otra conversación con la Unión Soviética al más alto nivel´ y añadió que `no es fácil ver cómo podrían empeorar las cosas con un parlamento en la cumbre´. No se sabe con certeza qué indujo a Churchill a aplicar el término `cumbre´ a la diplomacia, pero por entonces la palabra aparecía a continuamente en la prensa británica con motivo de la reanudación, a finales de la década de 1940, de las expediciones para escalar el Everest, el pico más alto del mundo. Al repetir su llamamiento a `una conferencia al nivel más alto´ el 11 de mayo de 1953, Churchill pidió una voluntad de paz `en la cumbre de las naciones´. Pronunció este discurso en la Cámara de los Comunes mientras se acometía el octavo intento de escalar el Everest: la cumbre se coronó a finales de ese mismo mes.”

Antecedentes del siglo XIX...

El Congreso de Berlín se celebró, en gran medida, gracias a las vías de ferrocarril. Disraelí tardó cuatro días en viajar de Londres a Berlín, pero eso fue porque insistió en hacer paradas por las noches para conservar intactas sus energías; el viaje de vuelta, impulsado por el éxito, duró menos de tres. Los jefes de gobierno no fueron los únicos que aprovecharon la mejora en las comunicaciones. También se beneficiaron los monarcas, muchos de los cuales estaban, como es lógico, emparentados a través de la red de matrimonios tejida en torno a los hijos y nietos de la reina Victoria. El más célebre aficionado a la diplomacia dinástica fue Guillermo II de Alemania, quien, dos años después de ser nombrado káiser en 1888, había echado al veterano Bismark y afirmado: `Yo soy dueño y señor en la política alemana y mi país debe seguirme allí adonde vaya´. Y fue en todas direcciones, literal y metafóricamente, pues le encantaba viajar en tren y por mar para reunirse con sus parientes monárquicos, si bien carecía de una política coherente y tendía a los cambios de rumbo. Su diplomacia personal fue un auténtico quebradero de cabeza para sus ministros -uno de ellos, el conde Philipp zu Eulenburg, dijo con hastío que `una conversación entre dos príncipes sólo es propicia cuando se limitan a hablar del tiempo´-, que tenían que hacer verdaderos esfuerzos para lidiar con los vaivenes de ánimo de su káiser y compensar sus intervenciones.”

Munich 1938...

Como cumbre, la de Munich fue muy distinta de las de Berchtesgaden y Goedberg. Para empezar, también asistieron Daladier y Mussolini: el primer ministro francés, comedido e incómodo; el máximo dirigente italiano deleitándose en su papel de mediador. Éste se había pasado la cena en el tren nocturno procedente de Roma haciendo observaciones sociológicas despectivas acerca de los británicos, atribuyendo la pasión por la paz del país al desequilibrio en el número de hombres y mujeres después de la Gran Guerra. `Cuatro millones de mujeres con carencias sexuales... Incapaces de abrazar a un hombre, abrazan a toda la humanidad´. También en contraste con las demás cumbres, la organización en Munich fue desastrosa. Chamberlain llegó al aeropuerto a mediodía, acompañado del inevitable Wilson, además de Strang y Malkin. Los llevaron directamente al Führerbau -la sede del partido nazi, cerca de Königsplatz, en el noroeste de Munich- y allí se les comunicó que la reunión se iniciaría de inmediato. Chamberlain no había consultado con Daladier previamente, mientras que Hitler y Mussolini habían tenido ocasión de hablar largo y tendido. Ambos dictadores contaban asimismo con el apoyo de sus ministros de Asuntos Exteriores, mientras que, una vez más, Halifax se había quedado en casa. Los participantes no se sentaron en torno a una mesa, sino en sillas en un amplio círculo, con los británicos demasiado lejos de los franceses para coordinarse, aunque Chamberlain tampoco albergaba el menor deseo de hacerlo.”

Jruschov y sus tribulaciones sobre Kennedy...

Jruschov, aunque también deseaba una cumbre, veía las cosas de otra manera. `No entiendo a Kennedy -dijo a su hijo después de lo de Bahía Cochinos-. ¿Qué le pasa? ¿Es posible que sea tan indeciso?´. La incapacidad del presidente para volcar el poder norteamericano sobre Castro reforzó la creencia del líder soviético de que había llegado el momento de una reunión; la sorprendente debilitado de seguir adelante con una cumbre le dio aún más seguridad. Como Kennedy, Jruschov quería algo más que una charla en Viena, pero su agenda era muy distinta. Como dejaron claro las instrucciones a Bolshakov, el Kremlin veía improbable una prohibición de los ensayos nucleares y ésta no figuraba entre sus prioridades. Para los soviéticos, el tema más importante seguía siendo Berlín. Sin embargo, el 21 de mayo Bobby dijo a Bolshakov que el presidente `tratará este asunto con Jruschov en Viena, pero sólo para hablar de él y no para llegar a un acuerdo en este encuentro´. Los dos líderes se dirigían con paso vigoroso hacia la cumbre, pero seguían mapas muy distintos.”

Preparando el encuentro de Nixon y Mao...

Siguieron diecisiete horas de conversaciones con Zhou Enlai. Kissinger se encontró con un hombre inteligente, culto y encantador; duro a la hora de negociar, pero que, a diferencia de Gromiko, pensaba las cosas a lo grande. `No hubo las típicas tretas, el esfuerzo por anotarse puntos, la rigidez ni los intentos de intimidación propios de los rusos´, explicó Kissinger a Nixon más tarde. Zhou `habló con una claridad y una elocuencia casi naturales´, prácticamente sin emplear notas escritas. `Se sentía tan cómodo con los temas filosóficos, el análisis histórico o el sondeo táctico como con la conversación superficial. Su dominio de los datos, y en particular su conocimiento de la actualidad norteamericana, era notable´. En pocas palabras, afirmó Kissinger, deshaciéndose en elogios, Zhou Enlai `es, junto con Charles de Gaulle, el político extranjero más impresionante que he conocido´. En realidad, como sabemos ahora, Mao trataba a Zhou como su factótum diplomático a todas horas del día y la noche, obligándolo a veces a postrarse ante él de forma incluso más abyecta que Gromiko ante Jruschov. En 1972, Mao le negó a Zhou un tratamiento para un cáncer de vejiga por temor a que su primer ministro viviera más tiempo que él, y ni siquiera permitía que se le hiciera un diagnóstico completo. El político que deslumbro a Kissinger era, en realidad, el `esclavo sobornado´ de Mao.”

Llevar los acuerdos a la práctica...

El tercer aspecto de la puesta en práctica, lo que podríamos llamar la ejecución, es el más
difícil: dejar al descubierto las grietas tapadas en la cumbre durante la precipitada búsqueda de un acuerdo. La violación de los acuerdos de Munich de 1938 por parte de Hitler en la primavera siguiente fue una de las principales razones por las que gran Bretaña ofreció garantías a Polonia y Europa se precipitó hacia la segunda guerra mundial; los acuerdos de Yalta se vinieron abajo en la primavera de 1945 cuando Churchill y Stalin se olieron la traición. Y la actitud de Beguin después de Camp David, que a juicio de Carter se dedicó a dar largas y engañar, emponzoñó su posterior relación. O de lo contrario, los líderes recurren al engaño en un intento de hacer que las realidades internas de su propia nación se adapten a lo acordado en la cumbre, como en el gobierno de Blair en 2002-2003. Los apretones de mano en la cima señalan un breve momento de convergencia entre los mandatarios. Respetar esas promesas después del descenso a la cruda realidad nacional a menudo resulta muy difícil o incluso políticamente imposible.”

Breves pinceladas de un libro que se devora con avidez y que nos muestra aspectos de las cumbres entre líderes mundiales desconocidos para el gran público y que nos muestra de forma inquietante cómo decisiones que afectan a las vidas de millones de personas y al devenir histórico son dependientes del trabajo de los subalternos previo a la cumbre, el estado de ánimo de los líderes o simplemente ignorar a los consejeros para dejarlo todo en manos del encanto personal. Ideal para amantes de la historia y sus entresijos, nostálgicos de la Guerra Fría y para jóvenes de la revolución digital que no creen que este maravilloso mundo que disfrutan ha estado pendiente de un hilo nuclear hasta 1989. Se puede regalar a la suegra y con el cuento de preparar una cumbre acerca de la sopa boba, sacar unos aurelios para gastos de organización...


The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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