Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Las
Zarinas -poderosas y depravadas-
Autor:
Henri Troyat
Editorial:
Ediciones B, S. A.
Traducción:
Teresa Clavel
Edición:
1ª edición, marzo 2003
Si
pensamos en el Antiguo Régimen y en Rusia, nos vienen a la memoria
Pedro El Grande como Zar y Catalina La Grande como Zarina, pero en el
intervalo entre ambos se sucedieron tres zarinas que quedan solapadas
por su predecesora. El autor rescata del olvido a las susodichas en
un delicioso estilo donde condensa a la vez que desgrana de forma
amena, entretenida e ilustrativa, una época donde los monarcas
tenían un poder absoluto que gobernaban sobre sus súbditos pero
también eran humanos en sus debilidades, desde la comida hasta el
sexo pasando por la crueldad. En ese sentido la mujer podía ser tan
absolutista y depravada como sus homólogos masculinos coronados.
Asistimos a las intrigas sucesorias, los cortesanos más intrigantes
aún y remando siempre a favor de sus monarcas, amantes y lujuria de
los sentidos que sólo el poder permite y la siempre fascinante
historia de Rusia...
Nacido
en Moscú en 1911, Henry Troyat (pseudónimo de Lev Tarassov) llegó
con su familia a París en 1920, tras huir de la ciudad a causa de la
Revolución. Miembro de la Academia Francesa y biógrafo de fama
internacional, Henry Troyat es un autor ampliamente reconocido y
galardonado (ha recibido los premios Max Barthou y Goncourt, entre
otros). Entre sus obras destaca la biografía de Iván el Terrible.
Su estilo vivaz, las anécdotas que sazonan su narración y la
curiosidad que despierta en el lector hacen de sus biografías unas lecturas absorbentes y enriquecedoras. Troyat ha plasmado la vida
de grandes figuras históricas, como Catalina la Grande, Dostoievski,
Flaubert, Gorki y Tolstói.
Datos
sacados de la contraportada y al año de edición, añadir que
falleció en París en 2007 y es un autor que goza de gran
popularidad en Francia. En Internet podéis encontrar abundante
información y, sin más, unas breves reseñas que os animen a su
apasionante y amena lectura:
Muere
el zar Pedro I el Grande...
“Cuando
los médicos y a continuación los sacerdotes dan fe de la muerte de
Pedro el Grande, un frío amanecer asoma sobre la ciudad dormida.
Caen gruesos copos de nieve. Catalina, su viuda, se retuerce las
manos y llora tan copiosamente ante los plenipotenciarios reunidos en
torno al lecho fúnebre que el capitán Villelois, ayudante de campo
de Pedro el Grande, escribirá en sus memorias: `Era inconcebible que
pudiese haber tanta agua en el cerebro de una mujer. Infinidad de
gente acudía al palacio para verla llorar y suspirar´. Finalmente
se anuncia el fallecimiento del zar mediante ciento un cañonazos
disparados desde la fortaleza de San Pedro y San Pablo. Las campanas
de todas las iglesias tocan a difuntos. Ha llegado el momento de
tomar una decisión. La nación entera está esperando que le
comuniquen quién tendrá que adorar o temer en el futuro. Consciente
de su responsabilidad ante la Historia, catalina se presenta a las
ocho de la mañana en una gran sala del palacio donde están reunidos
los senadores, los miembros del Santo Sínodo y los altos dignatarios
de las cuatro primeras clases de la jerarquía, una especie de consejo
de sabios llamado la Generalidad del Imperio.”
Buscando
un marido para la zarevna Isabel...
“Mientras
en Ekaterinhof Isabel sueña con estos diferentes partidos cuyo
rostro apenas conoce, en San Petersburgo, Ménshikov, como hombre
práctico que es, estudia las ventajas de los novios disponibles en
el mercado. Desde su punto de vista, la zarevna medio viuda
representa una excelente moneda de cambio en las negociaciones
diplomáticas en curso. Aún así, estas preocupaciones matrimoniales
no le hacen perder de vista la educación de su pupilo imperial.
Observando que, desde hace poco, Pedro parece menos extravagante que
en el pasado, recomienda a Ósterman que refuerce su lucha contra la
pereza natural de su alumno acostumbrándolo a unos horarios fijos,
ya se trate d estudios o de solaz. El westfaliano e secundado en esta
tarea por el príncipe Alexéi Grigórievich Dolgoruki, `gobernador
adjunto´. Éste se presenta a menudo en palacio con su joven hijo,
el príncipe Iván, un apuesto mozo de veinte años, elegante y
afeminado, que divierte a Su Majestad con su inagotable parloteo.”
Ana
Ivánovna...
“`¡Queremos
una zarina autócrata, no queremos al Alto Consejo secreto!´, grita
uno de los oficiales, arrodillándose ante ella. Ana Ivánovna,
actriz consumada, finge estar sorprendida. Parece descubrir de pronto
que se han aprovechado de su buena fe. ¡Creyendo actuar por el bien
de todos al renunciar a una parte de sus derechos, resulta que no ha
hecho sino servir a los intereses de un puñado de ambiciosos y
malvados! `¡Cómo! -exclama-. ¿la carta que firmé en Mitau no
respondía a los deseos de toda la nación?´. De repente, los
oficiales dan un paso al frente, como en una parada militar, y
declaran al unísono: `¡No permitiremos que se le impongan leyes a
nuestra soberana! Somos vuestros esclavos, pero no podemos tolerar
que unos rebeldes se permitan dirigiros. ¡Decid una palabra y
arrojaremos sus cabezas a vuestros pies!´. Ana Ivánovna se domina
para no estallar de alegría. En un abrir y cerrar de ojos, su
triunfo la resarce de todas las vejaciones pasadas. Creían que la
habían engañado y es ella la que está haciendo morder el polvo a sus enemigos, los verjovniki. `Ya no me siento segura aquí -declara,
fulminando con la mirada a los dignatarios desleales. A continuación,
se vuelve hacia los oficiales y añade-: ¡Obedeced solamente a Simón
Andréievich Saltikov!´.”
Catalina,
antes de ser la Grande...
“Si
bien el gran duque la desdeña, otros hombres le hacen la corte
bastante abiertamente. Incluso su mentor oficial, el virtuosísimo
Choglokov, se ha ablandado y le dedica de vez en cuando un requiebro
salaz. Sensible tiempo atrás al encanto de los Chernichov, Catalina
soporta ahora con gusto el asedio de un nuevo miembro de la familia,
llamado Zahar, que está a la altura de los precedentes. En todos los
bailes, Zahar está allí devorándola con los ojos y esperando el
momento de bailar con ella. Incluso se dice que intercambian notas
amorosas. Isabel está ojo avizor. En pleno devaneo, Zahar Chernichov
recibe la orden imperial de incorporarse inmediatamente a su
regimiento, acantonado lejos de la capital. Pero Catalina no tiene
mucho tiempo para lamentar su marcha, pues casi enseguida es
felizmente sustituido por el seductor conde Sergéi Saltikov.
Descendiente de una de las familias más antiguas del imperio y
admitido entre los chambelanes de la pequeña corte granducal, el
conde se ha casado con una dama de honor de la emperatriz y ha tenido
de ella dos hijos. Pertenece, pues, a la raza de los `verdaderos
machos´ y arde en deseos de demostrárselo a la gran duquesa, pero
lo frena la prudencia.”
Breves
pinceladas de un apasionante libro que se devora con avidez gracias
al estilo y gracejo del autor. Porque ahora son los escándalos de
productores de cine, televisión, los negocios y familiares de
parientes ricos, pero en el Antiguo Régimen, mientras la plebe
estaba sometida a la moral, los y las gobernantes se dedicaban a los
placeres donde se entremezclaban la política y rivalidad de los
grandes reinos europeos, las aventuras de alcoba y hasta la búsqueda
de candidatos a engendrar un heredero ante la incapacidad del marido
de turno. Ideal para lectura de playa, noches de calor para conciliar
el sueño y se puede regalar a la suegra para luego sonsacarle sus
secretos de alcoba, que no los dirá pero nos hará pasar unas risas
mientras defiende furibundamente su castidad matrimonial...
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
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