Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Noche de los fuegos
Escucho
ruido de fuegos artificiales en el exterior y por un instante me he
olvidado de la pandemia. Me desplacé a la cocina y traté de otear,
pero fue un espejismo más de la nueva normalidad. Otro año sin
fiestas, sin verbenas ni noche de los fuegos. Supongo que alguien ha
tirado unos voladores pero la sensación es agridulce y el pensamiento
se evade a otras noches de los fuegos...
Era
un día especial desde que me despertaba, tarde según el horario
escolar, pero eran las vacaciones de verano, la frecuencia modulada
en las ondas de radio había llegado a mi receptor y, aunque me
acostaba a horas cristianas, permanecía despierto en la cama, con la
puerta cerrada y ese silencio en que se escuchan ruidos que pasan
desapercibidos durante el día. Aquel verano me dio la venada de
devorar novelas de Agatha Cristie que vendía a módico precio el
kiosquero de la estación de autobuses. También tenía la radio y
cuando cerraba la novela de turno y apagaba la luz, con los ruidos
ausentes en la casa indicando que todos descansaban ya en el reino de
los sueños, me dejaba llevar por la voz del locutor hablando de
temas y asuntos paranormales, alertas OVNI y casas encantadas que
ahora gozan de difusión tanto en radio como medios digitales y la
televisión, pero de aquella sólo en horas nocturnas se trataban
aquellos temas. Recuerdo la fascinación que me causaba escuchar a
radio aficionados en varios puntos de la península vigilando el
cielo nocturno, también sembraron la semilla del interés por la
conquista del espacio. Es curioso cómo recuerdo con tanta nitidez y
no soy capaz de ponerle una fecha concreta...
Ya
digo que la expectación de la noche especial del verano me
acompañaba desde que despertaba, todo era como todos los días pero
se palpaba lo especial en el ambiente, dando la tabarra a mis mayores
con los fuegos. Cuando llegaba por fin la hora de salir a contemplar
las composiciones a base de pólvora y artificio, y siempre que
hiciera una noche apropiada aunque no sé la razón pero recuerdo
aquellas noches siempre con buen tiempo para disfrutarlos, la lluvia
aparece en recuerdos posteriores...
El
arenal estaba repleto de gentío, de familias completas, casi
completas y a trozos. Las luces de las embarcaciones cerca de la
orilla daba la sensación de una ciudad flotante que se quedaba a
oscuras cuando empezaba la descarga inicial. Durante más de treinta
minutos la mirada sólo se fijaba en la trayectoria de los fuegos, su
explosión de luz y sonido, aplaudiendo y con gritos de admiración
cuando culminaban formando lágrimas de colores, palmeras y figuras
varias. Apuraba el espectáculo pirotécnico deseando que durase un
poco más porque ya quedaba poco de vacaciones y la noche de los
fuegos marcaba un hito, una muesca de un verano más que por entonces
no captaba...
Hace
calor de una noche de verano en agosto, la ciudad bosteza ruido de
tráfico nocturno, el eco de un vehículo que pasa queda eclipsado
por el siguiente, luego silencio hasta que se repite el paso de otro
vehículo mientras la televisión escupe imágenes de refritos de
algo ya visto y no hay olor a pólvora, ni familias, amigos,
conocidos y parejas que toman algo antes de volver a casa tras los
fuegos. Pienso en los que se han ido en esta pandemia, desconocidos
sí, pero lamento su ausencia como se lamenta la ausencia de otra
noche de fuegos sin fuegos.
Antón
Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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