Con la
colaboración del profesor T. A. Rambaina
en exclusiva para The
Adversiter Chronicle
BIZCOCHO IMPERIAL
Hoy traemos un manjar para legión de amigas y amigos del buen comer como es el bizcocho imperial. Hay muchas variantes de bizcochos pero es el imperial el que despierta a las glándulas salivares, su presencia, esa fascinación que despierta cuando se ve en el escaparate de una confitería, esa fanfarria de sensaciones al paladar, tanto a palo seco como remojado en el cafelito. ¿Pero cómo debe ser y cómo debe comerse un buen trozo de bizcocho imperial?
-El bizcocho imperial, gusta o no gusta...
-Hay
estudios que demuestran que hay verdaderos yonkis del bizcocho
imperial, incluso se dan casos de que no se admite ninguna otra
variante, ya sea con frutas, de yogur, casero. Pero los auténticos
consumidores de bizcocho sólo suelen comer el imperial. Hay personas
que ocasionalmente toman bizcocho imperial en su dieta pero como se
comen una tapa de boquerones o de patatas alioli, no aprecian la
liturgia del comer y meterse entre pecho y espalda un buen bizcocho
imperial. Parece una tontería pero comer bizcocho imperial no es
como comerse un bizcocho sin más por muchos condimentos y
variedades. Al igual que la rueda, el bizcocho imperial es un invento
inalterable, a diferencia de la rueda que tiene múltiples variantes,
el bizcocho imperial o es bizcocho imperial o no lo es, así de
simple.
-¡El
bizcocho imperial ha de ser de obrador de confitería! Fíjese que un
buen bizcocho imperial debe ser igual aquí o en Nueva Zelanda. Se
sabe que hay un buen obrador de pastelería por tres características,
generalmente hay una especialidad, que son el hojaldre, la crema
pastelera y el bizcocho imperial. Mientras las dos primeras admiten
variantes particulares de cada maestro pastelero, el bizcocho
imperial ha de ser perfecto. El bizcocho imperial casero suele
comerse por compromiso pero sin la pasión que despierta el genuino
bizcocho imperial. Toques particulares, añadir algún aditivo y
simplemente que la textura sea distinta por poca pericia al horno
cuando no auténticas negaciones aficionadas que invitan a su
bizcocho imperial que no pasa de ser una masa más o menos
reconocible y que siempre por alguna extraña razón sabe a yogur. El
industrial vale para un apaño pero no soporta una ingesta
continuada, ni siquiera periódica porque acaba siendo cansino, pero
el bizcocho imperial siempre deja con gana de más. Sin duda de
obrador de confitería porque es un trabajo para profesionales.
-Presentación...
-Si
es en mostrador, pieza contundente de contundente precio para ser un
bizcocho. Envoltorio en papel transparente con lacito. Si es de
mostrador de cafetería, ha de tener presencia imponente, de gran
calibre y contundente estética con el azúcar glaseado por encima con
ligeras derramas del mismo en los laterales sin caer en ese vicio
casero de cubrir toda la pieza con el azúcar, ha de ser generosa capa
en superficie que se va atenuando a los lados quedando los extremos
cubiertos pero sólo en la parte superior. Conviene tener dos piezas,
una en el mostrador que se muestra siempre entera porque se dispone
de otra en la cocina para sacar las porciones. El casero no merece la
pena extenderse porque suele ser una presentación marujera o de
aficionado que ya casi quita las ganas. Cuando entramos en una
pastelería o un establecimiento hostelero donde venden y sirven
bizcocho imperial, la vista se nos va y aunque pidamos otra cosa, ya
se instala en las neuronas el deseo de bizcocho imperial.
-¿Cómo se sabe que está para comer y no ya algo chuchurrío?
-Hay
una prueba infalible para saber de la frescura o de la talludez del
bizcocho imperial. Se parte por la mitad y se saca una porción ni
estrecha ni ancha, lo suficiente para poder pincharla con un tenedor
y mojarla en el cafelito. Al mojar, debe durar más en remojo que una
galleta o una magdalena, sin deshacerse antes de llegar a la boca o
que se caiga del tenedor. Si se mantiene y al paladar resulta
esponjoso y al dente, es perfecto. Antes de mojarlo en el cafelito se
puede coger una porción de la mitad o de cualquier otra parte y
apretar con los dedos ligeramente el borde superior y el inferior, se
acerca al oído y al apretar debe sentirse un suave murmullo
esponjoso, tenga en cuenta que con esta simple prueba entre los dedos
y al oído se puede saber si es genuino y si es simple sucedáneo.
-Esto
es como las almejas a la marinera o las navajas, se paga lo que
cueste porque es un placer, una delicia para los sentidos y un buen
bizcocho imperial puede nutrirnos durante una semana, dependiendo del
calibre de la pieza, y poder seguir gastando en otras cosas. Al final
es el bizcocho quien nos dice si hemos pagado un artículo de lujo o
darse el lujo de vez en cuando de comer un manjar. Hay que tener
cuidado con el gremio de las suegras, madres de novietas o invitado a
comer por ser `follamigo´ de la hija: si acostumbramos a obsequiar con
bizcocho imperial, sólo lograremos acostumbrarles a comer bizcocho
imperial, hacer un roto en nuestra economía y encima que se coman
siempre las mejores partes que son las del centro y resignados a
comer los extremos, que al igual que sucede con el pan de molde,
nadie quiere. Pero para quedar como un señor o una señora, obsequiar
un buen bizcocho imperial siempre es una agradable sorpresa y un
detalle que luego se agradece.
-Pues ya saben, bizcocho imperial sólo el original.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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