The Adversiter Chronicle

sábado, 20 de diciembre de 2025

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Navidad

La Navidad empezaba con el sorteo del Gordo aunque en realidad comenzaba antes en mi universo infantil, los días previos con los preparativos en el colegio haciendo adornos y manualidades propias de las fechas. Siempre estaba impaciente por salir con el horizonte de la navidad, con ambiente previo que se creaba en las calles con los adultos comprando lotería, mi abuela adquiriendo ya productos, pero hasta el sorteo no empezaba la Navidad. Las disfrutaba a tope y ver anuncios de juguetes en la tele, quedarse mirando los escaparates de las jugueterías, era liturgia. En casa se desempolvaba el árbol y los adornos, con una pátina del paso del tiempo. Para mí era todo especial empezando por las bolas que había que manejar con cuidado porque podían romperse, la guirnalda de luces que eran pequeñas bombillitas de diversos colores y que nunca vi en todo su esplendor porque siempre había alguna fundida y mi padre tenía que hacer pequeños empalmes tras quitar la fundida. Supongo, ahora, que aquel árbol y sus adornos llegaron a casa en mis primeras navidades como bebé, sin embargo era de esas cosas que formaban parte de la seguridad de mi mundo, esperando en sus cajas a que llegaran las navidades. El día del sorteo del Gordo era especial, al menos lo sentía como especial aunque nunca tocó a nadie de mi entorno más allá de la pedrea o alguna terminación, siempre eran otros los afortunados, algunos en sitios lejanos y otros en la ciudad mas en otro barrio, o en la región pero nunca en mi casa. Por supuesto me tocaba pringar haciendo la compra que mi abuela había encargado, o en una nota apuntado lo que había que traer, recuerdo las colas en la carnicería y me resultaba algo latoso estar rodeado de adultos esperando turno. Luego, ya en casa con la compra hecha, estaba en la cocina distraido en alguna cosa y mi abuela preparando las bandejas de turrones, peladillas, mazapanes. Todo era como salía en la tele salvo las costumbres foráneas donde era Papá Noel quien protagonizaba la noche de magia y los Reyes Magos nunca aparecían en las películas o los dibujos animados, lo cual era algo confuso, cierto que era en otros sitios, pero si algo no salía en la tele o bien no existía o bien simplemente ignorabas su existencia. Porque la tele era también protagonista de mis navidades infantiles, los anuncios sugerentes de juguetes y juegos, películas que nunca había visto y todo aquello que salía en la tele sólo en navidad. También los tebeos sacaban ediciones especiales con más páginas y estaba el trance de escribir la carta a los Reyes Magos, carta que los adultos resaltaban su importancia y que pensara bien qué pedir, porque mi generación fue privilegiada en ese aspecto del incipiente consumismo y una economía que se abría al mundo al igual que el pais tras la oscura y larga noche de la dictadura y que amanecía buscando la libertad. Así que podía pedir más de una cosa y así lo hacía porque al fin y al cabo los Reyes Magos eran magos de verdad sin ser consciente de que la magia no existe y hay que hacerla realidad, recuerdo con mucho cariño como los adultos crearon para mí aquel mundo de magia, cierto que luego igual faltaba alguna cosa, pero siempre me traían lo que más me gustaba y aumentaba mi fe en los Reyes Magos. Luego de Nochebuena las cosas iban pasando más rápido, aún no tenía a mi hermana y mi hermano para hacerles sufrir mis inocentadas aunque siempre trataba de colgar un monigote de papel en la espalda de alguien como hacían Zipi y Zape. Nochevieja era velada televisiva, tratando de aguantar despierto hasta que acabara el programa especial, del cual sólo me gustaban los números de humor, disfrutando con los chistes y las parodias, pero la mayoría eran cosas que no me atraían demasiado acabando dormido y siendo despertado para acostarme con la televisión ya apagada. Cuando despertaba al nuevo año, encontraba una bolsa de cotillón que me dejaron mis padres de su salida a cenar en Nochevieja. Gorro de papel, matasuegras, una nariz postiza y serpentinas eran el valioso tesoro que yo admiraba como algo perteneciente a un mundo desconocido. Llegaba el tramo final, con el ansia de la llegada de la noche mágica, metiendo la carta en el buzón real que introducía con una mezcla de ilusión y atracción por el enigma de aquel príncipe de cartón piedra que recogía en un buzón con forma de arcón las cartas con las peticiones. Pero el día de abrir los regalos de los Reyes Magos era también el final de las vacaciones, de volver a la rutina sin apenas tiempo de disfrutar de mis regalos. Pero la certeza de que volvería la Navidad y su reconfortante ambiente, que duraban menos que ahora y tal vez por ello puede que fueran más intensas o simplemente que los tiempos cambian como cambiaban entonces...
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org

 




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