The Adversiter Chronicle

martes, 21 de octubre de 2025

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

La muerte

Era un concepto abstracto para la edad infantil la muerte. Es verdad que hubo fallecimientos en mi entorno pero era muy niño, mi abuelo paterno apenas era un recuerdo en fotografía y quedaban fuera de mi memoria cuando me llevaba al parque, y este recuerdo es por las fotos, viejas y en blanco y negro. Sí recuerdo a mi bisabuela materna que pasaba temporadas en casa, de riguroso luto negro y que un día al volver del colegio para almorzar me la encontré metida en un ataúd en la habitación, no había tanatorios como ahora. Pero eran vivencias sin dolor, por supuesto en su momento estuve triste, pero la vida es un torrente a esa edad infantil donde se forma la mente constantemente y no me quedó doloroso trauma y sí buenos recuerdos. Pero aquello era distinto, ya tenía dos años más, porque iba a ver en realidad la primera persona fallecida en su ataúd y no era familiar, así que cuando mi abuela me dijo que teníamos que ir a dar un pésame, me parecía una idea fascinante, una mezcla de curiosidad y miedo a la vez. La casa del difunto, era un hombre el fallecido, estaba al cruzar la calle casi enfrente del edificio del piso de mis abuelos. Era un edificio viejo de fachada envejecida con desconchones, escaleras de madera abombada que crujía al pisar, de puertas de casa más altas de lo que acostumbraban en las casas de mi entorno. No recuerdo los detalles, pero sí que en un momento dado me quedé a solas, creo recordar que fue un acto consciente quedarme en la habitación donde estaba el ataúd mientras los adultos salían de la misma. Con el sonido de fondo de las conversaciones, miré con temor y curiosidad el ataúd. Me quedaba alto y tuve que ponerme de puntillas para ver al difunto, un rostro de persona mayor que hizo que me quitara de puntillas de sopetón como si hubiera hecho algo no correcto. Tras estar atento a los sonidos y que nadie notó lo que acababa de hacer, volvió la curiosidad, apenas había visto al difunto un par de segindos, y armado de valor volví a ponerme de puntillas. Esta vez, de forma inconsciente, me apoyé las manos en el borde y pude observar el cadáver, vestido de traje aunque no recuerdo si era gris, oscuro u de otro color. Mi curiosidad se detuvo de nuevo en el rostro que transmitía frialdad y me era extraño ver un cuerpò sin vida, incluso presté atención a ver si se movía por la respiración para certificar la ausencia de vida. Iba a dejar la habitación con el ataúd cuando, antes de cruzar la puerta y salir al pasillo, tuve un último arrebato de curiosidad, insana para alguien adulto pero no para el niño que era. Me faltaba algo para completar mi primer contacto directo con la muerte presente. Algo me decía que no estaba correcto lo que quería hacer, pero no podía desperdiciar aquella oportunidad así que me armé de valor, me acerqué al ataúd, me puse de puntillas y como un rayo estiré el brazo para tocar la nariz del difunto, aparté el dedo nada más tocar la punta de la nariz y sin esperar que hubiera una reacción del difunto, salí rápido de la habitación, no por ser consciente de hacer algo indebido o irrespetuoso para mi mente infantil y salí raudo temiendo lo que ahora no recuerdo. Tal vez tenía miedo a que se levantara el difunto, a fin de cuentas no era de la familia y no le haría gracia que le tocara la nariz un desconocido y menos un niño. No recuerdo nada más de aquella visita salvo la emoción de la aventura, la curiosidad de ver y tocar algo que sí había visto ya pero nunca tocado como era un cadáver. Fue toda una aventura y proeza para el niño que era entonces y aquel desconocido difunto un conejillo de indias en que experimentar, supongo que a cambio sigue vivo en mi memoria aunque ya estuviese muerto así que, tal vez, sigue vivo en cierta manera...
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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