...
Quisiera decirles que estoy en una cárcel química, decirlo mirando
a los ojos una por una a esos seres sentados en el sofá....
No
puedo hacerlo, si trato de mirar a los ojos me entra una especie de
pavor, no es miedo es otra cosa, como si me pincharan la cabeza con
una aguja sin sentir dolor, sólo su tacto a medida que avanza y debo
agachar la mirada y ver que vuelvo a frotarme las rodillas y paro en
seco. Al menos puedo parar ese estúpido movimiento inconsciente pese
a estar consciente, una consciencia mitad artificial y mitad real en
mi mente...
Me
ofrecen un pastelito. Me hablan pero no soy capaz de escuchar, oigo
el sonido penetrar por mis tímpanos y se desvanecen al instante
cuando surge de nuevo ese dolor sin dolor. Mastico despacio, eso me
parece aunque en esta consciencia encarcelada químicamente, siento
el pastelito pasar por la garganta. Supongo que toca engordar otro
poco. En la cárcel química engordas aunque no quieras, sólo ves
que cada semana ganas un poco más de peso y escuchas que dicen que
estás mejor de aspecto sabiendo que es mentira, creen que es verdad
pero es mentira. Todo es mentira en la jaula química en la que me
han encerrado, lo gracioso es que soy yo mismo quien pone el candado
todas las noches y más gracioso aún que siga tomando ese candado
con esperanza de estar mejor hasta hacerlo añicos. Ese momento nunca
llega y si me quejo ponen un candado químico más fuerte con cadenas
químicas que lo complementan....
Alguien
habla de mí y sus miradas se clavan en mí. Es una sensación
desagradable, hay que simular que soy libre y no enjaulado en una
cárcel que ni ven ni son capaces a imaginar. Tal vez se encadenen
para poder dormir y al día siguiente se confunden en la masa. Yo no
puedo, es verdad que duermo pero no sueño, ni siquiera soy
consciente de haber dormido porque me levanto igual que me acuesto
con la diferencia de que han pasado horas. No quiero más pastel y
sin embargo lo cojo, me sonríe y dice algo...
-¡Estás
genial! Ahora hay que recuperarse y dejar atrás todo esto. Una vida
sana y saludable.
Comienzan un parloteo y soy el protagonista de la
conversación. Yo hago que atiendo pese a saber cual es mi aspecto:
gordo, abotargado, comiendo pastelitos como un cerdo, frotándome las
rodillas y con la boca seca. Deberían tomar la medicación un día
completo, encerradas sus mentes en la cárcel química, rodeado de
cadenas químicas también. Me gustaría gritar que dejen de hablar
de mí, seguro que tienen más temas que yo mismo. Odio su
condescendencia, su mirada de miedo en lo más profundo, como si
miraran una fiera de circo anestesiada tras ser arrancada de la
jungla. A nadie le importa la cárcel química y su bucle sin final y
sin principio, sólo un estado de ingravidez mental, psíquica que
impide toda reacción y todo control de uno mismo...
-Hay
que reconocer que el médico acertó con la medicación, es
indudable.
-Sí,
dice el psi... Dice el médico que está compensado y en un par de
meses se podría bajar la dosis. Y duerme como un ángel, toda la
noche, roncando pero al menos descansa.
Descansa... Quisiera decirles que estoy en una cárcel
química, decirlo mirando a los ojos una por una a esos seres
sentados en el sofá...
FIN
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario