Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
-Voces
soviéticas de la guerra de Afganistán-
Autor:
Svetlana Alexiévich
Editorial:
Penguin Random House Grupo
Editorial, S. A. U.
Traducción:
Yulia Dobrovolskaia y Zahara
García González
Edición:
Primera edición, marzo de
2016
La propuesta de hoy es la voz de los hombres y mujeres
que participaron en la invasión soviética de Afganistán. Unos por
idealismo, otros obligados, lo que se encontraron no eran los logros
del socialismo haciendo avanzar al país con tractores, educación y
fraternidad cuando la realidad era que sólo había propaganda para
el consumo de la URSS porque los afganos consideraban a las tropas
soviéticas invasoras de su país. Los testimonios recuerdan a los de
otros conflictos similares con los traumas de lo visto y vivido, que
regresaban en ataudes de zinc que las familias no podían abrir o
volvían con secuelas de miembros amputados y trastornos
psicológicos. Con la llegada de las reformas a la URSS, la invasión
de Afganistán se veía revisada por la sociedad y silenciada por la
propaganda. Quienes volvían a casa tras su periodo de servicio
encontraban que les tildaban de asesinos y que se apoyaba la lucha
afgana contra la invasión. Mientras quienes ordenaron y orquestaron
la invasión se adaptaban a los nuevos tiempos sin rendir cuentas de
su responsabilidad en el conflicto, los hombres y mujeres que allí
combatieron se convirtieron en parias y molesto recordatorio de
tiempos pasados una vez que la URSS dejó de existir...
Svetlana Alexiévich (1948) es una prestigiosa
periodista y escritora bielorrusa cuya obra ofrece un retrato
profundamente crítico de la antigua Unión Soviética y de las
secuelas que ha dejado en sus habitantes, e indaga en la capacidad de
sufrimiento y de felicidad del ser humano. Su espíritu crítico, su
profundo compromiso con los que sufren y su fructífera carrera
literaria han sido reconocidos con innumerables galardones, entre los
que cabe destacar el Premio Nobel de Literatura (2015), el Premio
Ryszard Kapuscinski de Polonia (1996), el Premio Herder de Austria
(1999), el Premio Nacional del Círculo de Críticos de Estados
Unidos (2006), el Premio Médicis de Ensayo en Francia (2013) y el
premio de la Paz de los libreros alemanes (2013). Es oficial de la
Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa.
Referencias inmejorables y datos sacados de la
contraportada y actualizados al año de la edición y en Internet
podéis encontrar más información, una breves reseñas a
continuación que os inciten a su apasionante lectura:
Secretos de la guerra...
"¿La
imaginación? La imaginación mengua. Observas el rictus de las
calaveras calcinadas en medio de un sucio charco de metal fundido,
como si al morir no gritaran, sino que se estuvieran riendo a
carcajadas... Y todo eso de pronto te resulta ordinario... Simple...
Surge una excitación aguda y estimulante cuando ves a un muerto:
¡no soy yo! Sucede tan rápidamente... esa transformación... Es muy
rápida. Y nos afecta a todos. En la guerra, la muerte no tiene
ningún secreto. Matar es simplemente apretar el gatillo. Nos
instruían: se salvará el que dispare primero. Es la ley de la
guerra. `Aquí debéis saber hacer dos cosas: andar con rapidez y
tener buena puntería. De pensar ya me encargo yo´, decía el
comandante. Disparábamos en la dirección que nos indicaban. Había
sido adistrado para disparar a quien me indicaran. Yo disparaba, no
me apiadaba de nadie. Fui capaz de matar a un niño. Porque allí
todos combatían contra nosotros: los hombres, las mujeres, los
viejos, los niños. El convoy pasaba por un 'kishlak'. El motor del
vehículo que iba en cabeza se encalla. El conductor baja de la
cabina, levanta el capó... Un chaval, diez años, no más, le hinca
un cuchillo en la espalda... Justo donde el corazón. El, soldado cae
encima del motor... Los niños le acribillan a cuchilladas... Si en
aquel instante nos hubieran dado una orden, habríamos reducido esa
aldea a polvo. La habríamos borrado. Cada uno trataba de sobrevivir.
No había tiempo para pensar. Teníamos todos dieciocho o veinte años
como mucho. Me acostumbré a la muerte ajena, pero la mía me
espantaba. Había visto a un hombre quedar reducido a la nada en un
segundo, como si nunca hubiera existido. Y entonces enviaban a casa
el uniforme de gala en un ataúd vacío. Dentro echaban tierra para
que pesara lo debido... Cómo nos apetecía vivir. Nunca he sentido
tantas ganas de vivir como allí. Los chistes malos tenían tanto
éxito como los mejores."
Soldado
granadero
Sueños de un veterano `afgan´...
"Cuando
salíamos en misión nunca nos despedíamos de los demás con un
apretón de manos. El día de aquella explosión, el nuevo comandante
de la compañía me estrechó la mano. Lo hizo de todo corazón,
nadie le había avisado. Y ese día yo volé por los aires... Puedes
creerlo o no, pero es así. Entre nosotros circulaba una creencia: si
vienes a Afganistán por petición propia (tú te lo has buscado), no
acabarás bien; pero si te envían (gajes del oficio), a lo mejor
saldrás de esta. Volverás. ¿Ahora sabe con qué sueño? Sueño con
que ponemos un inmenso campo de minas... relleno el formulario: anoto
la cantidad de minas que hemos puesto, hago un esbozo de la
colocación de las minas y señalo los puntos de referencia. Luego
ese formulario se me pierde, eso nos pasaba a menudo... O bien tenías
el formulario, pero habías señalado un árbol como punto de
referencia y de pronto ese árbol ya no existía, se había
quemado... O unas piedras amontonadas que se había llevado una
explosión... Nadie lo volvía a comprobar. Teníamos miedo. Podíamos
volar en pedazos con nuestras propias minas. En mi sueño veo que
junto al campo minado hay unos niños jugando... No saben que las
minas están ahí... Tengo que avisarlos, grito: `¡Está minado! ¡No
os acerquéis!...´. Tengo que llegar antes que ellos. Corro. Vuelvo
a tener las dos piernas... Y otra vez puedo ver... Pero eso sólo es
por la noche, sólo en sueños."
Teniente,
zapador
Recuerdos...
"Me
resulta curioso recordar... ¡Madre mía! ¡Como si nada... Por las
noches vuelvo a subir las montañas cargado con todo: una metralleta,
dos dotaciones de municiones (novecientos cartuchos), a eso le
sumamos cuatro granadas, granadas fumígenas, cohetes, la pistola
lanzacohetes, el casco, el chaleco antibalas, la pala de zapador, el
pantalón guateado, el paño de la tienda, rancho seco para tres días
(son nueve latas pesadísimas y tres paquetes grandes de galletas)...
Cincuenta kilos. Y eso calzado con aquellas botas de caña de lona
con peales que nos entregaban antes de salir de la Unión Soviética.
Ibas con los pies asados hasta que tenías que la suerte de quitarle
las bambas a algún 'dushmán' muerto...¡Al diablo con todo! ¡Al
diablo! En la guerra todo el mundo cambia, hasta los perros cambian.
Hambrientos... Los perros ajenos... Te ven como comida, un hombre
nunca se siente comi un manjar, pero en quel momento me sentí así.
Estaba herido... Menos mal que los chicos no tardaron en localizarme
[se calla] ¿Para qué ha venido? ¿Por qué he accedido?... Se ha
atrevido a tocarlo... ¿Con qué fin? ¿Para quién? Mi abuelo
combatió en la Gran Guerra... Yo le explicaba que habíamos perdido
a diez chavales en un combate. Diez ataúdes... Diez sacos de
plástico... El abuelo me respondió: `No has vivido una guerra de
verdad ni de lejos. Nosotros en un combate perdíamos de cien a
doscientos hombres. Amontonábamos los cuerpos en una fosa común,
vestidos tan solo con camisas o en paños menores, y les echábamos
arena por encima´. ¡Al diablo! Ya terminó...¡Madre mía! Y como
si nada... Allí bebíamos vodka Moskóvskaia, popularmente lo llaman
el `cigüeñal´. Precio de venta al público: tres rublos sesenta y
dos kópeks... Han pasado cuatro años... La única cosa que no ha
cambiado es la muerte, los amigos que perdieron la vida, lo demás,
todo ha cambiado... Hace poco fui a una clínica dental... Todos
volvimos con escorbuto, con periodontitis. ¡Cuánta lejía nos
tragamos! Me sacaron una muela, otra... De la impresión, por el
dolor (la anestesia no me hizo efecto), empecé a hablar... No
conseguía parar... La mujer, la dentista, me miraba casi con
aversión, en su rostro se podían leer sus sentimientos. Decía:
`Tiene la boca completamente llena de sangre y encima se pone a
hablar´. Entendí que era justo así como nos ven los demás:
`Tienen las bocas completamente llenas de sangre y encima se ponen a
hablar...´."
Sargento,
fuerzas especiales
Sobrevivir a la guerra...
"Por
las mañanas me despierto y me alegro si no recuerdo lo que he
soñado. No le cuento mis sueños a nadie, pero se repiten... Los
mismos sueños una y otra vez.... En un sueño estoy tumbado y veo a
muchísima gente... Están delante de mi casa... Miro alrededor,
siento que no tengo espacio y por alguna razón no puedo levantarme.
Entonces comprendo que estoy tumbado dentro de un ataúd... Es un
ataúd de madera, sin la cubierta de zinc. Lo recuerdo bien... Estoy
vivo, recuerdo que estoy vivo, pero me encuentro dentro de un ataúd.
Se abre la puerta de la casa, la gente sale a la calle y a mí
también me sacan a la calle. Son una multitud, en sus rostros se lee
la tristeza y una especie de éxtasis arcano... Yo no entiendo
nada... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy en un ataúd? De repente
la procesión se para, oigo a alguien que dice `Pasadme el martillo´.
Entonces de pronto lo tengo claro: estoy soñando... La voz vuelve a
pedir: `Pasadme el martillo´... Lo pewrcibo todo como algo real y al
mismo tiempo como en un sueño... Y la voz dice por tercera vez:
`Pasadme el martillo´. Oigo los golpes en la tapa, oigo el martillo,
un clavo me hiere. Empiezo a agitarme, golpeo la tapa con la cabeza,
con los pies. Y la tapa cede, se cae. La gente está mirando, me
levanto, tengo medio cuerpo fuera de la caja. Quiero gritar: `Me
duele, ¿por qué me habéis cerrado dentro?, me falta el aire. Ellos
lloran, sin embargo no me dicen nada. Como si hubiesen perdido el don
de la palabra... Y sobre sus rostros se ve el éxtasis, un éxtasis
secreto... Invisible... Yo lo veo... Lo adivino... No sé cómo debo
hablarles para que me oigan. Me parece que estoy gritando, pero mis
labios están sellados, no logro despegarlos. Entonces me tumbo en el
ataúd. Estoy dentro y reflexiono: `Ellos quieren que muera; a lo
mejor, realmente me he muerto y ahora tengo que mantenerme en
silencio´. Alguien dice: `Pasadme el martillo...."
Soldado
de transmisiones
Cuatro muestras de los testimonios de hombres y mujeres
que sirvieron en Afganistán que puede ayudarnos a comprender que el
régimen de Putin se sostenga pese a la sangría de las bajas en la
invasión de Ucrania. Libro desgarrador que muestra en realidad lo
visto en otros conflictos y es acertada la comparación de que
Afganistán fue el Vietnam de la URSS y sus veteranos se encontraron
la misma hostilidad al volver y los mismos traumas psicológicos.
Obligados, voluntarios o en busca de ver mundo y de paso volver con
productos occidentales a la URSS, vieron que fueron en nombre del
internacionalismo para ayudar al pueblo afgano y se encontraron una
guerra que se volvió incómoda en la URSS de mediados a finales de
los 80´s. Hay una segunda parte muy ilustrativa de la Bielorrusia
postcomunsita y la lucha en los tribunales por demandar a la autora
utilizando a veteranos que ofrecieron su testimonio a la autora.
Libro ideal para puentes festivos, turnos de noche sin jefatura a la
vista y un homenaje también a unos combatientes vistos como
invasores y que en realidad sólo eran personas corrientes atrapadas
en la vorágine de la guerra y viviendo en un sistema totalitarista.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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