The Adversiter Chronicle

lunes, 12 de mayo de 2025

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro:
Los muchachos de zinc 
-Voces soviéticas de la guerra de Afganistán-
Autor: Svetlana Alexiévich
Editorial: Penguin Random House Grupo Editorial, S. A. U.
Traducción: Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González
Edición: Primera edición, marzo de 2016

La propuesta de hoy es la voz de los hombres y mujeres que participaron en la invasión soviética de Afganistán. Unos por idealismo, otros obligados, lo que se encontraron no eran los logros del socialismo haciendo avanzar al país con tractores, educación y fraternidad cuando la realidad era que sólo había propaganda para el consumo de la URSS porque los afganos consideraban a las tropas soviéticas invasoras de su país. Los testimonios recuerdan a los de otros conflictos similares con los traumas de lo visto y vivido, que regresaban en ataudes de zinc que las familias no podían abrir o volvían con secuelas de miembros amputados y trastornos psicológicos. Con la llegada de las reformas a la URSS, la invasión de Afganistán se veía revisada por la sociedad y silenciada por la propaganda. Quienes volvían a casa tras su periodo de servicio encontraban que les tildaban de asesinos y que se apoyaba la lucha afgana contra la invasión. Mientras quienes ordenaron y orquestaron la invasión se adaptaban a los nuevos tiempos sin rendir cuentas de su responsabilidad en el conflicto, los hombres y mujeres que allí combatieron se convirtieron en parias y molesto recordatorio de tiempos pasados una vez que la URSS dejó de existir...

Svetlana Alexiévich (1948) es una prestigiosa periodista y escritora bielorrusa cuya obra ofrece un retrato profundamente crítico de la antigua Unión Soviética y de las secuelas que ha dejado en sus habitantes, e indaga en la capacidad de sufrimiento y de felicidad del ser humano. Su espíritu crítico, su profundo compromiso con los que sufren y su fructífera carrera literaria han sido reconocidos con innumerables galardones, entre los que cabe destacar el Premio Nobel de Literatura (2015), el Premio Ryszard Kapuscinski de Polonia (1996), el Premio Herder de Austria (1999), el Premio Nacional del Círculo de Críticos de Estados Unidos (2006), el Premio Médicis de Ensayo en Francia (2013) y el premio de la Paz de los libreros alemanes (2013). Es oficial de la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa.
Referencias inmejorables y datos sacados de la contraportada y actualizados al año de la edición y en Internet podéis encontrar más información, una breves reseñas a continuación que os inciten a su apasionante lectura:

Secretos de la guerra...
"¿La imaginación? La imaginación mengua. Observas el rictus de las calaveras calcinadas en medio de un sucio charco de metal fundido, como si al morir no gritaran, sino que se estuvieran riendo a carcajadas... Y todo eso de pronto te resulta ordinario... Simple... Surge una excitación aguda y estimulante cuando ves a un muerto: ¡no soy yo! Sucede tan rápidamente... esa transformación... Es muy rápida. Y nos afecta a todos. En la guerra, la muerte no tiene ningún secreto. Matar es simplemente apretar el gatillo. Nos instruían: se salvará el que dispare primero. Es la ley de la guerra. `Aquí debéis saber hacer dos cosas: andar con rapidez y tener buena puntería. De pensar ya me encargo yo´, decía el comandante. Disparábamos en la dirección que nos indicaban. Había sido adistrado para disparar a quien me indicaran. Yo disparaba, no me apiadaba de nadie. Fui capaz de matar a un niño. Porque allí todos combatían contra nosotros: los hombres, las mujeres, los viejos, los niños. El convoy pasaba por un 'kishlak'. El motor del vehículo que iba en cabeza se encalla. El conductor baja de la cabina, levanta el capó... Un chaval, diez años, no más, le hinca un cuchillo en la espalda... Justo donde el corazón. El, soldado cae encima del motor... Los niños le acribillan a cuchilladas... Si en aquel instante nos hubieran dado una orden, habríamos reducido esa aldea a polvo. La habríamos borrado. Cada uno trataba de sobrevivir. No había tiempo para pensar. Teníamos todos dieciocho o veinte años como mucho. Me acostumbré a la muerte ajena, pero la mía me espantaba. Había visto a un hombre quedar reducido a la nada en un segundo, como si nunca hubiera existido. Y entonces enviaban a casa el uniforme de gala en un ataúd vacío. Dentro echaban tierra para que pesara lo debido... Cómo nos apetecía vivir. Nunca he sentido tantas ganas de vivir como allí. Los chistes malos tenían tanto éxito como los mejores."
Soldado granadero

Sueños de un veterano `afgan´...
"Cuando salíamos en misión nunca nos despedíamos de los demás con un apretón de manos. El día de aquella explosión, el nuevo comandante de la compañía me estrechó la mano. Lo hizo de todo corazón, nadie le había avisado. Y ese día yo volé por los aires... Puedes creerlo o no, pero es así. Entre nosotros circulaba una creencia: si vienes a Afganistán por petición propia (tú te lo has buscado), no acabarás bien; pero si te envían (gajes del oficio), a lo mejor saldrás de esta. Volverás. ¿Ahora sabe con qué sueño? Sueño con que ponemos un inmenso campo de minas... relleno el formulario: anoto la cantidad de minas que hemos puesto, hago un esbozo de la colocación de las minas y señalo los puntos de referencia. Luego ese formulario se me pierde, eso nos pasaba a menudo... O bien tenías el formulario, pero habías señalado un árbol como punto de referencia y de pronto ese árbol ya no existía, se había quemado... O unas piedras amontonadas que se había llevado una explosión... Nadie lo volvía a comprobar. Teníamos miedo. Podíamos volar en pedazos con nuestras propias minas. En mi sueño veo que junto al campo minado hay unos niños jugando... No saben que las minas están ahí... Tengo que avisarlos, grito: `¡Está minado! ¡No os acerquéis!...´. Tengo que llegar antes que ellos. Corro. Vuelvo a tener las dos piernas... Y otra vez puedo ver... Pero eso sólo es por la noche, sólo en sueños."
Teniente, zapador

Recuerdos...
"Me resulta curioso recordar... ¡Madre mía! ¡Como si nada... Por las noches vuelvo a subir las montañas cargado con todo: una metralleta, dos dotaciones de municiones (novecientos cartuchos), a eso le sumamos cuatro granadas, granadas fumígenas, cohetes, la pistola lanzacohetes, el casco, el chaleco antibalas, la pala de zapador, el pantalón guateado, el paño de la tienda, rancho seco para tres días (son nueve latas pesadísimas y tres paquetes grandes de galletas)... Cincuenta kilos. Y eso calzado con aquellas botas de caña de lona con peales que nos entregaban antes de salir de la Unión Soviética. Ibas con los pies asados hasta que tenías que la suerte de quitarle las bambas a algún 'dushmán' muerto...¡Al diablo con todo! ¡Al diablo! En la guerra todo el mundo cambia, hasta los perros cambian. Hambrientos... Los perros ajenos... Te ven como comida, un hombre nunca se siente comi un manjar, pero en quel momento me sentí así. Estaba herido... Menos mal que los chicos no tardaron en localizarme [se calla] ¿Para qué ha venido? ¿Por qué he accedido?... Se ha atrevido a tocarlo... ¿Con qué fin? ¿Para quién? Mi abuelo combatió en la Gran Guerra... Yo le explicaba que habíamos perdido a diez chavales en un combate. Diez ataúdes... Diez sacos de plástico... El abuelo me respondió: `No has vivido una guerra de verdad ni de lejos. Nosotros en un combate perdíamos de cien a doscientos hombres. Amontonábamos los cuerpos en una fosa común, vestidos tan solo con camisas o en paños menores, y les echábamos arena por encima´. ¡Al diablo! Ya terminó...¡Madre mía! Y como si nada... Allí bebíamos vodka Moskóvskaia, popularmente lo llaman el `cigüeñal´. Precio de venta al público: tres rublos sesenta y dos kópeks... Han pasado cuatro años... La única cosa que no ha cambiado es la muerte, los amigos que perdieron la vida, lo demás, todo ha cambiado... Hace poco fui a una clínica dental... Todos volvimos con escorbuto, con periodontitis. ¡Cuánta lejía nos tragamos! Me sacaron una muela, otra... De la impresión, por el dolor (la anestesia no me hizo efecto), empecé a hablar... No conseguía parar... La mujer, la dentista, me miraba casi con aversión, en su rostro se podían leer sus sentimientos. Decía: `Tiene la boca completamente llena de sangre y encima se pone a hablar´. Entendí que era justo así como nos ven los demás: `Tienen las bocas completamente llenas de sangre y encima se ponen a hablar...´."
Sargento, fuerzas especiales

Sobrevivir a la guerra...
"Por las mañanas me despierto y me alegro si no recuerdo lo que he soñado. No le cuento mis sueños a nadie, pero se repiten... Los mismos sueños una y otra vez.... En un sueño estoy tumbado y veo a muchísima gente... Están delante de mi casa... Miro alrededor, siento que no tengo espacio y por alguna razón no puedo levantarme. Entonces comprendo que estoy tumbado dentro de un ataúd... Es un ataúd de madera, sin la cubierta de zinc. Lo recuerdo bien... Estoy vivo, recuerdo que estoy vivo, pero me encuentro dentro de un ataúd. Se abre la puerta de la casa, la gente sale a la calle y a mí también me sacan a la calle. Son una multitud, en sus rostros se lee la tristeza y una especie de éxtasis arcano... Yo no entiendo nada... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy en un ataúd? De repente la procesión se para, oigo a alguien que dice `Pasadme el martillo´. Entonces de pronto lo tengo claro: estoy soñando... La voz vuelve a pedir: `Pasadme el martillo´... Lo pewrcibo todo como algo real y al mismo tiempo como en un sueño... Y la voz dice por tercera vez: `Pasadme el martillo´. Oigo los golpes en la tapa, oigo el martillo, un clavo me hiere. Empiezo a agitarme, golpeo la tapa con la cabeza, con los pies. Y la tapa cede, se cae. La gente está mirando, me levanto, tengo medio cuerpo fuera de la caja. Quiero gritar: `Me duele, ¿por qué me habéis cerrado dentro?, me falta el aire. Ellos lloran, sin embargo no me dicen nada. Como si hubiesen perdido el don de la palabra... Y sobre sus rostros se ve el éxtasis, un éxtasis secreto... Invisible... Yo lo veo... Lo adivino... No sé cómo debo hablarles para que me oigan. Me parece que estoy gritando, pero mis labios están sellados, no logro despegarlos. Entonces me tumbo en el ataúd. Estoy dentro y reflexiono: `Ellos quieren que muera; a lo mejor, realmente me he muerto y ahora tengo que mantenerme en silencio´. Alguien dice: `Pasadme el martillo...."
Soldado de transmisiones

Cuatro muestras de los testimonios de hombres y mujeres que sirvieron en Afganistán que puede ayudarnos a comprender que el régimen de Putin se sostenga pese a la sangría de las bajas en la invasión de Ucrania. Libro desgarrador que muestra en realidad lo visto en otros conflictos y es acertada la comparación de que Afganistán fue el Vietnam de la URSS y sus veteranos se encontraron la misma hostilidad al volver y los mismos traumas psicológicos. Obligados, voluntarios o en busca de ver mundo y de paso volver con productos occidentales a la URSS, vieron que fueron en nombre del internacionalismo para ayudar al pueblo afgano y se encontraron una guerra que se volvió incómoda en la URSS de mediados a finales de los 80´s. Hay una segunda parte muy ilustrativa de la Bielorrusia postcomunsita y la lucha en los tribunales por demandar a la autora utilizando a veteranos que ofrecieron su testimonio a la autora. Libro ideal para puentes festivos, turnos de noche sin jefatura a la vista y un homenaje también a unos combatientes vistos como invasores y que en realidad sólo eran personas corrientes atrapadas en la vorágine de la guerra y viviendo en un sistema totalitarista.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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