Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje por la vieja ruta
de caminata
El
viajero sale satisfecho del cafelito y emprende camino. Los excesos
navideños le han pasado factura en forma de casi dos kilos de lorza
y aprovechando el buen tiempo retoma la vieja ruta en el coche de San
Fernando, nunca la dejó pero el viaje de ida lo hacía en el autobús
municipal, cosa fetén cuando hay inclemencias meteorológicas y
causa de remordimientos con buen tiempo al sucumbir a la pereza...
La
primera parte del camino es liviana en esfuerzo, coincide con la ruta
del viaje de vuelta y están sus piernas acostumbradas al esfuerzo,
todo en llano salvo una ligera pendiente en el tramo final, de esas
pendientes que no se notan de vacío y que se hace casi eterna si se
va cargado de bolsas o paquetes de cierto peso. Pasa el viajero
delante de la peluquería donde corta las greñas, saluda al
peluquero con la mano y éste le devuelve el saludo sin dejar de
atender al cliente de turno. Enfila el viajero la avenida con
tráfico, larga y ancha que muestra aún las cicatrices de estos
malos tiempos en locales vacíos de sucios cristales y descoloridos
carteles de `se alquila´. No acaba de acostumbrarse el viajero a ver
las cicatrices de la crisis económica. Los comercios parecen los
mismos en todas partes, fruterías, locales de corte de pelo con
acento hispano de allende los mares. Sí que el viajero nota la
presencia de una carnicería en rótulos escritos en árabe y
español, lo cual representa una novedad para los ojos del viajero
que, por unos segundos, se concentra en los rumores callejeros que se
cuelan entre el ruido del tráfico, son de una variedad que agrada al
viajero, pensando de dónde proceden si bien algunas lenguas le
resultan incomprensibles...
Llega
el viajero a la zona del camino genuina del viaje de ida. Tiene buena
longitud en línea recta aunque hay que recorrerla en su totalidad.
El viajero reanuda la marcha, hace años que no camina por esas
calles y siente esa agradable sensación de visitar a una amistad que
hace tiempo que no se visita. Busca mientras camina con ritmo
constante viejos escaparates conocidos, recuerda viejos tiempos de
cafelito en un garito de la acera de enfrente, la farmacia que ha
puesto un rótulo nuevo, el edificio que estaba parada su
construcción y que ahora ya tiene vida en su interior convertido en
un edificio residencial más...
El
viajero termina la subida, nota el óxido de sus piernas y el
herrumbre del tiempo transcurrido desde que dejó de hacer la
caminata en la totalidad del trayecto. Pero se siente bien,
calorcillo en las piernas que no es cansancio ni fatiga, hay hasta
cierto orgullo en el viajero por retomar la caminata y hacerlo sin
grandes esfuerzos. Gira el viajero en la esquina al final de la
calle, está el semáforo en rojo y debe esperar porque se trata de
un cruce. Cruza el paso de peatones y afronta el tramo final, corto y
sin complicaciones que aumenten el esfuerzo. El viajero está
contento, acorde con la soleada tarde que hace sentir el verano en
ciernes...
Opina
el viajero que se merece un cafelito de recompensa, le apetece más
una cerveza fía en jarra helada, incluso un par de ellas para
agradecimiento de su gaznate. Sabe el viajero que no se puede escapar
de la tentación, también sabe que la fuerza de voluntad es el único
antídoto...
El
viajero se gira y mira el camino recorrido, se gira de nuevo y se
dirige a un tugurio de buen café que...
Pero
ése, ya es otro viaje.
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