The Adversiter Chronicle

miércoles, 12 de marzo de 2025

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Turnos

Tenía un nombre de empresa, ha tenido varios desde entonces, pero en mi entorno cotidiano familiar era `la fábrica´ a secas. Mis padres eran jóvenes, ahora diría `niños´ en la neolengua de estos tiempos donde se estila decir que se es un ´niño u niña bueno´ hasta que se cumplen los cuarenta, pero de aquella eran padres jóvenes. Mi padre entró joven en la fábrica, antes había desempeñado otros empleos, y era un buen puesto de trabajo con buen sueldo de entonces, una nómina fija que abría las puertas del crédito bancario, trabajar ocho horas con vacaciones anuales, pagas extras y en definitiva tener un buen empleo. Pero trabajaba a turnos que me desconcertaban. Sólo disfrutaba de un fin de semana libre al mes, cuando salía de jueves a las dos de la tarde y no volvía al trabajo hasta el lunes en el turno de noche, curraba siete días y descansaba dos, lo cual me desconcertaba igual que cuando tenía que trabajar siempre de noche en Nochebuena y no comprendí hasta más tarde que eran horas extras y así libraba en Nochevieja para irse de cotillón con mi madre. No me gustaba que tuviera turno de noche por puro egoísmo infantil, inconsciente del valor del descanso diurno porque se acostaba en mi habitación cuya ventana daba al patio de luces ajeno al ruido callejero de las ventanas de la habitación de mis padres y la salita. Tenía el sueño profundo y eso me permitía entrar silenciosamente a buscar algo que en ese momento quería o necesitaba y me obligaba a entrar sin perturbar su descanso. Lo bueno del turno de noche es que me podía hacer ciertos deberes engorrosos, sobre todo de manualidades y me imaginaba a mi padre en el trabajo suponiendo inocentemente que de noche sólo debía de tener la obligación de estar despierto porque siempre me levantaba a la mañana siguiente, con mi padre ya dormido, y encontraba la tarea. Cuando tocaba el descanso largo de fin de semana era un momento que disfrutaba, me reconfortaba verle ese fin de semana donde sacaba tiempo para llevarme al cine, reirnos con los tebeos y verle hacer trabajos prácticos del curso de electrónica, porque aunque entró de simple operario supo la necesidad de actualizar sus conocimientos que a lo largo del tiempo le permitió ir pasando a puestos más especializados trabajando bajo techo y en puestos de responsabilidad. Pasado el tiempo, mucho tiempo pero corto a la vez como siempre que se observa el horizonte y lo dejado atrás, acudí a su jubilación. Le dieron una insignia de solapa con la forma del logotipo de la empresa, de la fábrica, por los servicios prestados, supongo que también por el cáncer agravado por ser fumador, pero fuel el ambiente de la fábrica respirado durante años el detonante, al igual que a tantos de sus compañeros de trabajo. La fábrica sigue funcionando y dando vida a quienes trabajan en ella. Ya no ejerce la fascinación de cuando era niño y mi padre un joven operario fabril, ahora la veo como una trituradora de vidas, siento la ausencia de mi padre tantos y tantos fines de semana donde le echaba en falta aunque consciente de que estaba trabajando y de que yo disfrutaba de mi infancia gracias en gran medida a sus noches, fines de semana, fiestas y navidades trabajando, de dormir cuando el resto del mundo está despierto y yo no puedo entrar a jugar en mi habitación porque mi padre dormía de día para trabajar de noche esa semana.
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
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