Suplemento
viajero cutre de The Adversiter Chronicle
Viaje, invitado, a
comer de restaurante
El
viajero se baja del coche y observa el bello paraje rural de las
afueras de la ciudad, aunque cada vez forme más parte de los
interiores de la misma, pero el aparcamiento es una explanada que se
va viendo poco a poco cercada por construcciones de vivienda. Pero el
aire, la luz y el entorno engaña a los sentidos y se siente como una
zona rural. La compañía del viajero le habló durante el trayecto
de sus recuerdos del sitio, una antiguo lagar donde se servían
platos. Ha pasado mucho tiempo, barruntaba el viajero mientras
escuchaba los recuerdos del lugar...
El
viajero y su compaña observan la edificación del lagar, y se
percatan de que el restaurante se encuentra en un edificio anexo.
Tiene pinta de sitio fino, lejos de los garitos donde suele comer el
viajero, menús del día para trabajadores, pensionistas y, como el
viajero, quienes comen fuera de la rutina habitual. Este garito no
tiene nada que ver, puerta de buen ver, al entrar se nota trajín del
personal muy coquetamente uniformado y en las mesas abundan las
corbatas y gentes de profesiones liberales que libran de currar en
andamios, zanjas o puestos de conductor. Viajero y compaña
sorprendidos del nivel, pero ya dentro del local sin lugar a recular,
solicitan una mesa. El empleado se acerca a un libro a ver si hay
mesa libre, aunque el local no parece tan grande para tener libro de
registro de mesas y el viajero se siente en una de esas escenas que
ha visto en películas y se ríe para sus adentros...
Otorgan
al viajero y su compaña una pequeña mesa para dos comensales. Es un
comedor pequeño, sigue razonando cabezonamente el viajero, para
tanta parafernalia pero se ve que la clientela disfruta de la comida,
tal vez el viajero se siente un poco fuera de lugar y le dan ganas de
salir fuera del mismo cuando inocentemente, casi inocencia virginal
de primavera, abre la carta y la vista se va con instinto de pocos
ingresos a los precios. Compaña y viajero acuerdan pedir un par de
cosas, nada extravagante ni exótico, algo que gusta y se come pocas
veces en casa y que siempre resulta agradable comer fuera. De bebida
piden Rioja, no un vino sibarita, un Rioja conocido y agradable al
paladar, aunque el viajero prefiere no mirar la tarifa
correspondiente al Rioja...
Nunca
el viajero había visto en la vida real tal cantidad de personal, uno
para el libro de mesas, otro que sirve el vino. El viajero hace para
sus adentros la observación de que parece reciclado de otra
profesión, le falta algo de dinamismo aunque abre la botella con
profesionalidad y sirve con prestancia, lástima que la jiñase al
final de servir cuando le cae una gota de vino sobre el mantel,
síntoma de bisoñez y no dominar los arcanos de servir el vino. La
mesa está pegada en un lateral a otra mesa, separadas por pared a
baja altura, donde el personal coge manteles, servilletas, copas y
vasos, lo cual quita algo de intimidad a la hora de hablar. Otro
camarero viene a servir los platos, éste ya veterano y con tablas
que acerca el rostro a la mesa cuando se inclina y el viajero
comienza a ver aerosoles con virus flotando sobre su plato y
ambientando el resto de la mesa. La comida está bien y en cantidad
razonable, el viajero ya se temía altos precios y mínimas raciones
como se estila en sitios finos...
El
viajero mira el reloj y ya ha pasado el tiempo, sin darse cuenta
entre la charla, disfrutar del ambiente del local y de la pitanza que
le ha dejado satisfecho. Es hora de irse pese a que no apetece, pero
la compaña tiene compromisos y el viajero sus cosas. El viajero sale
despacio saboreando el restaurante, estos tiempos no permiten saber
al viajero cuándo volverá a disfrutar de comer a la carta en
restaurante y además invitado. Al entrar en el coche deciden pasar
por la zona de...
Pero
ése, ya es otro viaje.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
theadversiterchronicle@hotmail.es
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