Ha
entrado en vigor la ley reformada por el Gobierno que elimina el
delito de sedición y la sensación de que es un favor a la casta
política catalana que viven de vender la independencia de la
opresión del resto de las y los españoles. Necesitan alimentar a
sus votantes con el discurso combativo y éste necesita de un enemigo
aunque disparen a su propio pie. Lo cierto es que los hechos y sus
consecuencias dentro del marco temporal hacen ver que lo que se
quería por parte del Gobierno era ceder para lograr paz social en
Cataluña. El problema del señor Pedro Sánchez es que la casta
política que vive del independentismo no puede, no saben y no
quieren jugar en el nuevo tablero de juego porque no tienen redaños políticos de confesar a sus votantes que la filibustera aventura había terminado al segundo siguiente de haberse perpetrado.
Lo
normal sería que jugaran a favor de conseguir que Pedro Sánchez gobierne otra legislatura, pero han ido tan lejos que se enfrentan a
él pese a tener ya la sedición inexistente con las consecuencias
existentes que tanto les benefician. Las bufonadas en forma de
declaraciones sólo convencen a fanáticos, inducidos, pero
fanáticos. El señor Junqueras dijo estando preso que se podían
meter el indulto en el culo, pero lo aceptó y acató. El prófugo en
autoexilio a gastos pagos del señor Puigdemont manifiesta que no
volverá a España para apechugar por sus actos contrarios a la
Constitución ni esposado ni rendido, pero lo hará dado la
encarnizada guerra entre la propia casta política independentista
catalana. El prófugo manifestó a uno de acólitos que hicieron el
ridículo a nivel internacional y ahora comienzan a ser ridículos
para los propios españoles, incluyendo a los catalanes...
Lo
que falla son las formas, no pueden ceder por motivos electorales y
los nacionalismos periféricos ya no pueden pedir descentralización
y autonomía porque ya son realidad. Lejos de buscar mejoras,
defender sus ideas intentando convencer o simplemente exponer motivos
y razones no les interesa porque sus tesis para renegar de ser y
formar parte de España ya no ofenden aunque sí molestan. Se busca
que se vea a Cataluña y su ciudadanía como enemigos, como
diferentes, como distintos. Craso error porque la sociedad española
no es idiota, cerriles cuando se tercia y lo que antes se debatía a
garrotazos, ahora se debate con la palabra. Lo ideal sería que sus
partidos y sus bases cambiaran a los implicados en llegar a este punto
de locura política ajena a los problemas reales. Cataluña es España
y España es catalana, a la misma altura que con el resto de
autonomías y la Constitución está por encima de todas y atacarla
es un delito, que se llame y defina cómo quieran, es un delito.
Se
puede discutir la reforma y como se ha llevado a cabo, pero no se
puede ya soportar tantos desplantes a quienes representan a todos,
esa chulería prepotente basada en un nacionalismo étnico y engañar
desde las aulas criando futuros votantes nacionalistas. Se comenta
que quieren parecerse a los nacionalistas vascos y causa risa porque
si alguien aporta cordura en cada debate parlamentario suele ser el
PNV, lo de Puigdemont y sus compinches es otra cosa porque se basan
en una superioridad al resto de españoles en todos los ámbitos y perpetrando lo que perpetraron. Si se hiciera una encuesta masiva
quizás pudiera verse que lo que molesta no son sus ideas y sí sus
formas y maneras de pretender llevarlas a la práctica legislando
leyes para hacer el referéndum ilegal saltando la norma suprema de la
democracia que es la Constitución. El señor Junqueras y su
pragmatismo ya piensan en futuro tratando de planear cómo convencer
al resto de españoles como convencieron en parte del extranjero sin
quedar en ridículo como en 2017...
Así
de simple y así de complicado.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
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