Siempre
le gustaron las noches de los viernes, pero tras una semana de hacer horas
extras en la oficina sólo le apetecía llegar y acostarse. Su esposa
ya estaría en la cama medio dormida o dormida completamente.
Entró
sin hacer ruido, dejó las llaves y subió directamente a la
habitación. Ella duerme y él decide no encender la luz y fiarse de
la luminosidad del televisor encendido sin volumen. Pocos minutos
después ya estaba acostado, mirando al techo y escuchando la
cadenciosa respiración de su mujer.
-¿Ya
llegaste? Pensé que tardarías más.-dijo ella medio adormilada y se
giró para volver a dormir.
Tal
vez por el cansancio, más mental que físico, era incapaz de
conciliar el sueño y, como otras veces, se quedó mirando el viejo
armario que había sido de sus suegros. Era un mueble de los de
antes, de madera maciza, pesado como un elefante. En las sombras
iluminadas por el televisor, el armario era omnipresente, grande,
casi mirando amenazador. Y es que sentía algo en ese armario, no era
la primera vez. Se lo había comentado a ella en alguna ocasión, que
sentía una presencia, que tal vez fuera el espíritu del suegro o de
la suegra. Pero su esposa le miraba con media sonrisa y siempre le
decía lo tonto que era...
Cerró
los ojos. De pronto, asustándole como no se asustaba desde que era
niño, sintió algo dentro del armario. Fue un leve susurro de ruido.
La presencia sin duda de la que nadie se percataba menos él. Pensó
en despertarla, que encendieran la luz y abrieran el viejo armario,
cuando otra vez sintió el susurro, casi imperceptible, destinado
sólo a sus oídos, invitándole a entrar en un mundo desconocido. La
televisión se apaga y siente la adrenalina que le pone en tensión,
le paraliza y debe decirse a sí mismo que es el temporizador, no una
energía extraña...
Tras
unos segundos armándose de valor decide abrir los ojos a la
oscuridad. Ve las rendijas de la persiana que filtran algo de luz
mortecina que sólo hace sombras cerca de la ventana. El armario
queda en la penumbra, amenazante...
-¡Herminia! ¡Voy a ver qué hay en ese maldito
armario!
-Ya estás como siempre con el dichoso armario...
¡Ábrelo pero ni se te ocurra encender la luz! ¡Estoy harta de que
me despiertes por el armario! ¡Majadero! - y se tapó girando y
dando la espalda a su marido.
Se incorporó despacio, armándose de valor y el corazón
latiendo deprisa. Se levanta y se acerca a la gran sombra del armario
cuando se abre la puerta del mismo de golpe y le da de frente
lanzándolo al suelo. La mujer enciende la luz de la mesita y ve a su
marido sentado en el suelo frotándose la nariz y gritando que va a
ir a la iglesia a por agua bendita. Ella le ve vestirse rezando lo
que quiere ser una oración, tartamudeando y buscando los
calcetines...
Ella está sentada en la cama cuando siente a su marido
arrancar el coche y salir derrapando en dirección a la iglesia.
Comienza a reírse a carcajadas y agacha la cabeza hasta que ve el
suelo debajo de la cama...
-Sal
anda, ya se ha ido y me temo que esta vez viene con el cura a
exorcizar el armario de mi madre.
-Una
noche me va a descubrir y se arma un follón. Menos mal que le di con
la puerta y pude escabullirme debajo de la cama, pero anduvo cerca...
-Si
no hicieras ruido nunca se hubiera atrevido a abrir el armario. Anda
ven, que mientras despierta al cura tenemos tiempo.
-¡Pero
si llegan yo no me meto en el armario!
FIN
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
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Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
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