UN DESTELLO LUNAR
Un destello lunar
vuelve a querer acompañarme
en estas noches de invierno,
pero a mis ojos ya no podrá brillar como antes
por llegar demasiado tarde.
Las amistades hay que alimentarlas,
hay que estar, hay que comunicar,
hay que responder
cuando se ve buena intención,
cuando no se hurga en heridas
causadas en otra guerra.
La indiferencia y la falta de confianza,
a la larga,
provocan la misma respuesta en los demás.
No pretendo pedir a un destello opaco,
a un destello dañado…,
que sienta afectos, si no puede hacerlo,
que mire la vida
bajo mi mismo prisma de racionalidad,
que explique cosas que tal vez
ni siquiera él comprende.
Acepté al destello opaco como era,
lo miré con ternura, con humor,
con comprensión,
a veces con cierta preocupación.
Disfruté de la compañía que me brindó
en momentos buenos y malos de ambos.
Por voluntad propia el destello opaco
se fue alejando de mí,
a favor de la brisa
que en ese momento
más le convenía.
Guerras ajenas se cruzaron por el medio
y la distancia temporal que él estableció
se prolongó mucho más de lo prudencial,
con un silencio hiriente,
reflejo de lo insignificante que soy para él,
pues aun sabiendo que un destello opaco
no puede sentir afectos,
su larga vida de aprendizaje y su inteligencia
le han provisto de habilidades que maneja
cuando considera.
Ahora la brisa sopla ligeramente hacia mí,
y el destello me lanza su luz,
pero un año es demasiado tiempo,
la vida es muy corta,
hay mil cosas por hacer,
la soledad también es buena amiga mía;
así que me temo que en prevención
de que cualquier día el viento sople
hacia otro lugar
y la historia se repita,
esta vez la que se aleja voy a ser yo.
Ana
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