Como usuario que soy del
coche de San Fernando, he observado en mis trayectos que son tiempos
modernos para las y los peatones, antaño monarcas de las aceras pero
que con el rollo de vehículos no contaminantes sustitutivos de los
de motor y la licencia para la hostelería de aumentar el espacio de
sus terrazas para tratar de paliar los estragos económicos en el
sector por la pandemia, sufren varias vicisitudes para ejercer de
peatones...
Lo primero que somos como ganado sin domesticar, caminando por cualquier lado cuando no parados a conversar, sumando los carriles bicis donde sus usuarios a pedales y monopatín han cogido los vicios de las y los conductores de vehículo a motor que si te pillan fuera del paso de peatones no respetan a quien va caminando porque la culpa es de quien va por mal camino, al menos no por el señalizado para peatones. Poco importa que sean personas mayores, niños o despistados, ciclistas urbanos y monopatineros eléctricos van a toda pastilla sin tener la generosidad de comprender a quienes no comprenden que el carril bici sea a costa de cercenar acera para peatones...
Tras un sesudo análisis de las tribulaciones como peatón, me he puesto a diseñar un dispositivo integrado donde el peatón tenga intermitentes para sus semejantes que no respetan caminar por su derecha y lo hacen por la izquierda, por el centro y hasta en zig zag...
Hace falta un claxon, una bocina o similar para avisar a dueños de chuchos con correa extensible de que su felpudo con patas o su saco de pulgas con patas entorpece y ocupa el espacio vital del caminante...
Sensores, fundamentales para detectar a obstáculos de semejantes, bicicleteros urbanos y monopatineros que por algún extraño arcano siguen por las aceras cuando les conviene porque el carril bici se desvía de su ruta y mejor saltar a la torera la ordenanza de circulación...
No tengo mucha fe en mi artilugio, dejando aparte el desinterés de las autoridades competentes en la materia a quienes he puesto en conocimiento de mi invento y por supuesto no estoy de acuerdo en que me invitasen a salir con gaitas destempladas y llamamientos al personal de seguridad. Además, antes se me había ocurrido un señalizador luminoso para llevar en la quijotera adaptando un par de linternas a un casco de obra para que las gaviotas supieran con claridad meridiana que estoy de paseo y no elijan mi cráneo como campo de maniobras de bombardeo táctico, pero fue inútil y casi me atrevería a afirmar que el casco luminoso era un atractivo irresistible para descargar sobre mi su mierda...
Y es que, pese a la pandemia y sus incordios, seguimos a codazos con el prójimo.
Lo primero que somos como ganado sin domesticar, caminando por cualquier lado cuando no parados a conversar, sumando los carriles bicis donde sus usuarios a pedales y monopatín han cogido los vicios de las y los conductores de vehículo a motor que si te pillan fuera del paso de peatones no respetan a quien va caminando porque la culpa es de quien va por mal camino, al menos no por el señalizado para peatones. Poco importa que sean personas mayores, niños o despistados, ciclistas urbanos y monopatineros eléctricos van a toda pastilla sin tener la generosidad de comprender a quienes no comprenden que el carril bici sea a costa de cercenar acera para peatones...
Tras un sesudo análisis de las tribulaciones como peatón, me he puesto a diseñar un dispositivo integrado donde el peatón tenga intermitentes para sus semejantes que no respetan caminar por su derecha y lo hacen por la izquierda, por el centro y hasta en zig zag...
Hace falta un claxon, una bocina o similar para avisar a dueños de chuchos con correa extensible de que su felpudo con patas o su saco de pulgas con patas entorpece y ocupa el espacio vital del caminante...
Sensores, fundamentales para detectar a obstáculos de semejantes, bicicleteros urbanos y monopatineros que por algún extraño arcano siguen por las aceras cuando les conviene porque el carril bici se desvía de su ruta y mejor saltar a la torera la ordenanza de circulación...
No tengo mucha fe en mi artilugio, dejando aparte el desinterés de las autoridades competentes en la materia a quienes he puesto en conocimiento de mi invento y por supuesto no estoy de acuerdo en que me invitasen a salir con gaitas destempladas y llamamientos al personal de seguridad. Además, antes se me había ocurrido un señalizador luminoso para llevar en la quijotera adaptando un par de linternas a un casco de obra para que las gaviotas supieran con claridad meridiana que estoy de paseo y no elijan mi cráneo como campo de maniobras de bombardeo táctico, pero fue inútil y casi me atrevería a afirmar que el casco luminoso era un atractivo irresistible para descargar sobre mi su mierda...
Y es que, pese a la pandemia y sus incordios, seguimos a codazos con el prójimo.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
http://theadversiterchronicle.org
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