Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
Viernes de manualidades
El
viernes era sin duda el mejor día de la semana escolar, ya desde la
mañana pero lo mejor era por la tarde donde la asignatura de
manualidades era la guinda a la semana. Al menos yo iba de un talante
alegre, con el fin de semana en perspectiva que duraba un suspiro
antes de volver de lunes a las aulas. Recuerdo especialmente las
manualidades con pinzas de tender la ropa, de rigurosa madera y no
las pinzas de plástico aún algo exóticas en aquellos tiempos. La
cosa era que había que ir provisto de materiales como pinceles,
barniz y pegamento además de las susodichas pinzas. Alumnas y
alumnos teníamos un sentido de la propiedad muy acusado con los
materiales y al final había momentos de concentración en la tarea
de pegar las pinzas y también de cháchara. Supongo que había algo
de mágico en el proceso mediante el cual unas simples pinzas de
tender la ropa se iban transformando en sillas y mesas, primero
armando las pinzas y luego el proceso de barnizarlas, con el barniz
rebosando en el pincel y quitando el sobrante, puedo sentir el olor y
la alegría de ser viernes. El tema de las pinzas duraba unos viernes
y no había quien no tuviera su cajita para guardar los bártulos de
las manualidades que, en mi caso, dormirían el sueño de los justos
hasta que me hicieran falta el siguiente viernes. Cuando al fin se
acababa lo de construir muebles con pinzas de tender la ropa, llegaba
el momento de presentarlo en casa donde todo eran parabienes y hasta
se colocaban las sillas y las mesas en algún estante. Las
manualidades de los viernes eran alegres y el regreso en el bus era
de animación, a veces de hacer planes para ir al día siguiente al
cine o jugar una pachanga por la mañana del sábado. Hubo otros
trabajos de manualidades los viernes por la tarde, recuerdo
nítidamente el de montar una maqueta, de las pequeñas y sin
complicaciones a la hora de montar. Luego había que pintarlas y
disfrutaba en la tienda de modelismo mirando las maquetas, las cajas
de las mismas y aquel fascinante circuito de Scalextric
que estaba montado en el bajo de la tienda. Otro trabajo era con
cartulinas, donde no me defendía demasiado bien acabando con los
dedos pringosos de cola de papel y un resultado final suficiente para
cumplir el trámite pero no para sentirme orgulloso ni satisfecho. Y
un recuerdo de las profesoras que, cargadas de paciencia, nos hacían
pasar una tarde de viernes con manualidades que forman parte de los
mejores recuerdos de la infancia, al menos de la mía.
F.
O. R.
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake
City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr.
IV
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