El
chófer apagó las luces pasando a una tenue iluminación donde
resaltaba su puesto de conducción iluminado con las luces del
salpicadero. El autobús quedó en penumbra y la mayoría de los
pasajeros se preparaban para una noche de viaje, no llegarían a su
destino hasta ya entrada la mañana. Se escuchaba en suave murmullo
la radio en un programa nocturno de deportes, sin molestar al pasaje
y permitiendo al conductor disfrutar del mismo, estaba claro que no
pondría otra película y se dispuso a buscar acomodo dentro de la
estrechez del asiento. Iba en asiento de pasillo y una mujer ocupaba
el de ventanilla, se había subido ya comenzado el viaje en una de las pocas paradas del trayecto que hasta el momento no se había
hecho pesado gracias a ver el paisaje desfilar por la ventanilla y un
par de películas entretenidas, una ya vista hacía tiempo, que
hicieron ameno el trayecto, viendo cambiar los paisajes y hasta el
clima. Ahora era distinto, la noche por la ventanilla era de negro monótono alterado por alguna luminaria o un vehículo adelantando
al autobús. Finalmente encontró un acomodo, algo incómodo, y la
suave modorra de la lejana voz del locutor del programa deportivo,
tal vez fuera ya otro programa, iba abriéndose paso cerrando sus
ojos...
Algo
estaba soñando, aunque incapaz de recordar lo soñado hacía unos
segundos, cuando le despertó algo. Notó una presión en su hombro
izquierdo y, sin atreverse a moverse, vio la cabeza de la mujer a su
lado reposando en él. No se atrevía a moverse por miedo a
despertarla y era una sensación agradable, pensó como el joven
adolescente que era. Una sensación extraña pero de gozo sin saber
el motivo. Escuchaba su respiración pausada, durmiendo
profundamente. Él no quería moverse aunque sería incapaz de volver
a conciliar el sueño en esa postura, girando con suavidad su rostro.
Le gustaba ese momento con la mujer durmiendo apoyada en su hombro,
sin posibilidad de mover el brazo sin despertarla, pero no quería
despertarla...
La
parada, última del trayecto antes de llegar al destino, llegó
cuando ya amanecía iluminando la penumbra del paisaje. La mujer se
despertó con suavidad y se quedó mirando a su compañero de asiento
que se sintió turbado al sentir su mirada, desviada un instante para
percatarse de que había descansado apoyada en su hombro. No se
dijeron nada, ni al despertar ni el resto del viaje que finalizó dos
horas y media después. Al llegar a la estación ella se colocó una
boina al estilo francés y miró al joven que le había servido de
almohada que la miraba con algo de turbación, era hermoso el rostro
que le hizo una casi imperceptible sonrisa, de agradecimiento sin
decir palabra. Cuando quiso reaccionar la mujer ya se dirigía por el
pasillo a la puerta. Cerro los ojos y aspiró las últimas trazas de
su perfume, una suave fragancia que, supo, nunca olvidaría como
nunca olvidó aquella madrugada en que fue almohada, sin poder pegar
ojo, incómodo y feliz, una felicidad nunca sentida...
Aún
la vio caminar por el andén antes de perderla para siempre de vista
y sintió una pena sin pena.
FIN
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
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theadversiterchronicle@hotmail.es
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