Me
encarga The Adversiter Chronicle una serie de artículos sobre el
postureo, omnipresente en nuestras vidas aunque lo ignoremos y ni
siquiera nos demos cuenta. La pretensión, sencilla pero a la vez con
sus pequeñas complicaciones, de los artículos sobre el postureo es
aprender a mantener la compostura durante el mismo. Escojo por ello y
como primer artículo un postureo que conocemos de sobra, al menos
las clases urbanitas, como es el postureo en el ascensor.
El
postureo del ascensor depende en casi su totalidad en el tamaño y
capacidad de carga del ascensor de turno. Voy a despreciar estos
nuevos ascensores de tamaño ridículo donde si metes la bolsa de la
compra ya no se cabe en el mismo el portador de dicha bolsa.
Proliferan en edificios ya algo viejos donde es imposible poner un
ascensor de tamaño normal y aunque tienen sus usuarios es imposible
que entren dos personas por lo cual descartamos esta categoría de
ascensores.
Vamos
pues al ascensor de cuatro plazas donde en realidad sólo entran de
forma cómoda dos usuarios. Es habitual que el ascensor pare y ya
esté alguien en el mismo y viceversa. En ambos casos la compostura
del postureo exige que no se mire de reojo con esa incómoda
incomodidad de estar ante alguien a quien no se conoce, ni se tiene
confianza y ni siquiera se sabe si es vecino. Ante extraños lo mejor
es hacerse el despistado mirando al techo del ascensor, sacar el
móvil aunque no haya cobertura en el ascensor y finalmente sacar el
socorrido tema del tiempo, tan socorrido y manido pero habitual entre
vecinos del mismo edificio cuando coinciden en el ascensor. No
conviene sacar temas trascendentes como la política, la religión y
temas comunales que siempre acaban de boca en boca. Por supuesto no
es lo mismo una pareja de desconocidos que dos desconocidos del mismo
sexo y género. El macho alfa tiende a mirar de refilón, sobre todo
si hay espejos, las cualidades anatómicas de la usuaria sin
percatarse de que ella se da cuenta. La compostura del postureo en el
ascensor exige de un ritual, de una liturgia donde se desvía la
mirada y el macho alfa se hace el desinteresado, lo cual capta la
usuaria y se ríe por lo bajinis. El tema del tiempo, un comentario
sobre la actualidad o simplemente una mirada cómplice en silencio es
la compostura adecuada para ese tipo de postureo de circunstancias.
Queda
el tema de más de dos usuarios en el ascensor, que siempre produce
algo de ansiedad entre encontrar sitio entre lorzas, aguantar tufos y
pestazos de colonias, fragancia de afeitado entre trazas aromáticas
de sudor rancio, tabaco y hasta de bolsa de basura por no hablar de
restos de ventosidades. Si se sube en compañía el postureo adecuado
es seguir la conversación en tono bajo para no molestar al resto de
usuarios y si no ir directamente a poner cara de haba. En ascensores
con espejos no hay que dejarse llevar por los reflejos y si se quiere
admirar la compañía permite con cierta pericia hacerlo impunemente.
Y
citar las mascotas. Nada de caricias o carantoñas porque el ascensor
es para las mascotas como una caja enorme y desconocida en territorio
y memoria olfativa, pueden morder, arañar y hasta defecar si se
ponen nerviosos. Muchas personas se encuentran con la mascota
paseando al dueño al abrirse las puertas del ascensor y siempre se
responde afirmativamente a que no molesta la presencia de la mascota,
salvo alérgicos. Si es un cánido, conviene ir con calcetines
limpios porque comenzará un olisqueo que puede llevar a la mascota
perruna a mearse en nuestros zapatos. Si el pelaje se ve algo sarnoso
es mejor mantener una distancia prudencial porque a veces es peor el
dueño que la mascota. Si el ejemplar es algo entrado en años
siempre es un buen recurso entablar un diálogo sobre qué edad
tiene, esto conlleva el peligro de una solemne turra en forma de
monólogo didáctico sobre la mascota, su edad, su estado físico y
que puede seguir incluso fuera del ascensor hasta el portal e incluso
en la calle, dada la natural propensión del dueño de la mascota a
charlar con vecinos ya que nadie suele escucharle en casa.
Finalizo
este primer postureo citando el espinoso tema de las mascarillas,
fenómeno de postureo inédito y que merece artículo aparte puesto
que es algo ocasional provocado por las circunstancias y que sin
embargo en sólo dos años ha creado toda una cultura y contracultura
de la compostura del postureo en el ascensor, un lugar donde salvo
infancia y coloquetas el resto de los mortales somos partícipes del
postureo y donde la compostura nos puede librar de esa angustia de
compartir ascensor con desconocidos y vecinos.
Alí
Kate
No hay comentarios:
Publicar un comentario