The Adversiter Chronicle

sábado, 23 de abril de 2022

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Domingos de salida al baile de boda

Era un restaurante a las afueras de la ciudad, ya en zona rural pero cerca gracias a disponer de coche. Teníamos parientes por parte de mi madre y salir a merendar para posteriormente entrar al salón del restaurante donde se celebraban banquetes de boda. Tras la comida y los cafés con los obsequios de la pareja nupcial a los invitados, puros, cajetillas con seis cigarros de tabaco rubio que era toda una exquisitez donde el consumo lo dominaban Ducados, Goya y Farias, tabaco negro en suma en aquellos años donde las marcas americanas se compraban de contrabando, tras el café sonaba la orquesta tras apartar mesas y disponerlas para el baile y posterior merienda una plantilla de tres o cuatro camareros de la zona que se ganaban unas perras trabajando de camareros en las bodas y celebraciones de fin de semana. Repuestas las fuerzas con la merienda, se abría el baile a la clientela del restaurante que gozaba de gran popularidad y siempre rebosaba de familias y grupos de gente en la barra del bar y en las mesas en el exterior...
Me fascinaba ver la liturgia de encontrarse con amistades y parientes que hablaban de gentes y cosas que un chico urbanita como era yo le sonaban a cosas ajenas a la vida en la ciudad. Deambulaba por el salón mirando bailar a los adultos, sin comprender el motivo de que los camareros se afanaran en encontrar pareja de baile, también ellos disfrutaban de la gentileza de los novios en permitir que todo el mundo disfrutara de su fiesta. La orquesta, casi siempre era la misma, desgranaba su repertorio de pasodobles y música bailable. Las parejas de más edad bailaban casi como autómatas, las parejas jóvenes se movían distinto y los susurros a la oreja eran habituales y desprendían calor comparado con la frialdad de los mayores bailando...
No era difícil encontrar otros niños y niñas que nos acabamos juntando para jugar a cosas que ya no recuerdo, supongo que a darle patadas a un balón, el escondite y cosas así. El tiempo pasaba rápido y era toda una cacería conseguir algo de los restos de merienda que poblaban las mesas, largueros de quita y pon con las ruinas del banquete...
Supongo que en el fondo tenía ganas de volver a mi mundo y cuando sonaba la del viejo y la vieja que se van a Albacete ya sabía que la cosa tocaba a su fin. El popurrí final de temas populares era el canto del cisne del baile de boda. Se cogían chaquetas de los respaldos de las sillas y se aplaudía a la orquesta y a los novios. Los camareros volvían a su trajín de forma rápida y eficiente mientras nos íbamos y nos despedíamos a pie de coche de parientes y amigos que yo no conocía salvo a tres o cuatro personas que me eran familiares y con las que había contacto...
Luego llegarían otros domingos y al final dejamos de ir, supongo que llegó un momento en que aquel mundo fue sustituido por otro, por una nueva década donde unos eran mayores y yo comenzaba a ser también mayor. Puede que algún domingo haya preferido quedarme en casa y los jóvenes se casaron o simplemente dejó de ser habitual salir un domingo a merendar e ir a un baile de boda, llegaron otros entretenimientos, otra década y otras formas de celebrar las bodas, supongo.
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido

Salt Lake City, Utah
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