The Adversiter Chronicle

martes, 12 de abril de 2022

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle

Libro:
Interrogatorios -El Tercer Reich en el banquillo-
Autor: Richard Overy
Editorial: Tusquets Editores, S. A.
Traducción: María Luz García de la Hoz
Edición: 1ª edición, octubre 2003

La guerra en Ucrania ha devuelto a la actualidad el concepto de `crímenes de guerra´, concepto afianzado en la psique colectiva y la jurisprudencia que, sin embargo, se trata de un concepto nacido a raíz de la voluntad de los aliados en juzgar a la jerarquía nazi por los desmanes cometidos durante la II Guerra Mundial. La propuesta de hoy es un fascinante viaje al nacimiento del concepto y su aplicación, no exenta de polémica jurídica. Es además una muestra de los interrogatorios efectuados durante la recopilación de pruebas a los jerarcas nazis en poder de los aliados y juzgados posteriormente en el proceso conocido como Los juicios de Nuremberg y pilar del concepto para acusar de crímenes de guerra. Resulta estremecedor leer las declaraciones pero también esclarecedor del pensamiento de unos hombres responsables como el conjunto de integrantes del sistema nazi que se ven encerrados en una celda y que se sorprenden de la acusación de criminales de guerra...

Richard Overy, nacido en 1946, se doctoró en Historia por la Universidad de Cambridge y en la actualidad (2003) es catedrático de Historia en el King´s College de Londres. Su interés se centra en la historia de Alemania entre 1900 y 1945, la aviación militar y la segunda guerra mundial, periodo del que es el mayor experto de su generación.
Datos sacados de la contraportada y actualizados al año de edición, en Internet podréis encontrar más información y, sin más, unas breves reseñas que os animen a su apasionante lectura:

Pensando en el futuro inmediato tras derrotar a Hitler...

El futuro proceso comenzó a perfilarse en el Departamento de Defensa, en un memorando de octubre de 1944 del general Myron C. Cramer, asesor jurídico general del Ejército, para quien era incontestable que se constituyera alguna clase de tribunal militar internacional y que los principales criminales de guerra tuvieran el mismo derecho que cualquier otro prisionero a defenderse de acusaciones formuladas con claridad. El 9 de noviembre, McCloy organizó una reunión en el Pentágono para abordar este tema y en ella se aprobó la idea de celebrar un `consejo de guerra en toda regla, ante un tribunal internacional´. El criterio judicial y la idea británica del `acto político´ de venganza quedaron frente a frente. En enero, el Departamento de Defensa, apoyado por el de Asuntos Exteriores y por el fiscal general del Estado, presentó a Roosevelt una propuesta en firme para constituir un tribunal internacional que procesara a los criminales de guerra alemanes de acuerdo con `conceptos jurídicos firmemente arraigados en nuestra legislación´. Incluso Morgenthau, aunque a regañadientes, aceptó la propuesta. En aquel mismo mes el secretario del Tesoro comunicó a McCloy que también él era partidario de instruir un juicio rápido, sencillo y directo, siempre que Hitler no utilizara el juzgado como tribuna `para predicar las doctrinas expuestas en Mein Kampf´. “

Responsabilidad de los crímenes de guerra...
"La idea norteamericana de quién era responsable de crímenes de guerra difería de la británica en un detalle fundamental. Desde el principio de los preparativos del proceso se daba por establecido no sólo que serían acusados individuos concretos, sino también organizaciones criminales. El inspirador de la idea de la culpabilidad colectiva era el coronel Murray Bernays, un letrado neoyorquino que trabajaba en la sección administrativa del Estado Mayor del Ejército y uno de los más destacados cerebros jurídicos que desde el otoño de 1944 se esforzaban por definir el carácter del proceso y de las acusaciones. Aducía que en un proceso se podía acusar a una organización a través de cualquier miembro que se tuviera por representante de la misma; una vez declarado culpable de conspirar para cometer crímenes, tanto el miembro juzgado con los miembros restantes de la organización serían considerados culpables. Este dudosísimo procedimiento -sin precedentes en el derecho estadounidense ni en el internacional- permitiría arremeter contra la Gestapo o las SS en general y no sólo contra el par de individuos que daban órdenes desde la cúspide.”

Prisioneros de los aliados...
Se les custodiaba día y noche. La idea era que el guardián pasara por delante de la celda una vez por minuto y comprobara a través de la mirilla si el preso seguía allí. Durante las horas nocturnas se les obligaba a dormir con la cabeza y las manos a la vista, no bajo la manta; los inodoros estaban situados de modo que se vieran los pies. Esta vigilancia crispaba tanto a los presos como a los guardianes: uno de éstos se desmayó por haber estado observando por la mirilla de alambre, minuto tras minuto, la chaqueta de cuadros de Kaltenbrunner. La reacción de los detenidos fue heterogénea: unos aceptaron las condiciones vigentes con bastante estoicismo, mientras que otros ya estaban muy nerviosos cuando llegaron a Nuremberg. El peor caso fue el de Von Ribbentrop, quien, según Andrus, estaba a punto de derrumbarse por completo. Veía mal, había adelgazado mucho en Mondorf y ya ni siquiera se aseaba. Sólo dos presos acabaron en el hospital. Kaltenbrunner sufrió una hemorragia cerebral tres días antes del proceso y no estuvo presente en las sesiones de las primeras semanas. A comienzos de octubre se informó de que un testigo, que estaba retenido en el bloque de los presos en condiciones menos severas, había estado a punto de suicidarse. Un mes después, ya en evidente crisis psicótica, se le envió a una institución psiquiátrica. Los presos pasaban todos los días una revisión médica para comprobar su estado físico; dos psiquiatras, Douglas Kelley y Gustave gilbert, comprobaban su estado mental. Gilbert se encargó también de que hicieran una prueba con una versión alemana del test de inteligencia para adultos Wechsler-Bellevue, que tenía en cuenta la senilidad. La puntuación más alta la consiguió Schacht -logró 143, cuando la media era de 90-110-, pero fue debido a las ventajas que se otorgaban en función de la edad del sujeto; Streicher consiguió la más baja, 106. Lo más sorprendente de todo fue la prontitud con que quisieron someterse a la prueba. Tras pasar semanas de silencio forzoso, Kelley los vio `deseosos de hablar´, `sin que apenas hiciera falta incitarlos o tirarles de la lengua´.”

Buscando a Hitler...
Sin embargo, los rumores continuaron. A comienzos de septiembre, un parte radiofónico anunció en Roma que Hitler había sido visto en Hamburgo. Donde vivía con identidad falsa. Los aliados occidentales no podían fingir ignorancia de estos hechos por miedo a las censuras soviéticas. El espionaje británico `peinó Hamburgo durante varios días y envió lanchas de vigilancia para interceptar un velero de color caoba en el que, al parecer, habían huido Hitler y Eva Braun. Cierto doctor Pleve afirmó que el Führer se había sometido a una operación plástica que le había cambiado la cara, pero el Ministerio de Asuntos Exteriores británico salió al paso de esta revelación con una réplica tajante: `Paparruchas: la 'operación plástica' que le 'cambió la cara' se practicó seguramente con un revolver de reglamento en el ' Führerbunker' ´. Irritado por la incertidumbre que rodeaba el final de Hitler, el servicio de información militar británico organizó una investigación exhaustiva de todas las pruebas disponibles en el bloque occidental y la encargó al comandante Hugh Trevor-Roper, oficial de información y futuro historiador. Su informe, redactado a finales de octubre de 1945 y comunicado a la prensa el 2 de noviembre en versión resumida, decía que Hitler se había suicidado de un tiro y no con veneno, que Eva Braun sí había ingerido veneno y que los dos cadáveres se habían sacado a los terrenos de la Cancillería y que habían ardido hasta ser imposible su identificación. El informe bastó para convencer a los aliados de que, al menos, no iban a tener que enfrentarse con el procesamiento de Hitler.”

Lectura apasionante que en la segunda parte del libro permite leer los interrogatorios, informes y opiniones que se pidieron a los acusados con el fin de preparar las acusaciones, Goering, Speer, Keitel y resto de juzgados y condenados que son además la fuente de trabajo de distintos autores que tratan del nazismo. Ideal ahora que las hordas de Putin siembran de cadáveres las ciudades de Ucrania siendo de suponer que también habrá atrocidades del lado ucraniano como sucede en todas las guerras. La diferencia es que hay un orden, algo desordenado sin duda, que documenta y prepara las acusaciones por los hechos que en el siglo XXI ofrecen por primera vez en la historia ver en tiempo real los estragos de la guerra. Para amantes de la historia, amantes de beber de las fuentes de los autores y lectura casi obligada en estos tiempos donde Europa y Occidente ven las nubes que anuncian un gran conflicto bélico e imprescindible para entorno de Putin y que mediten si es la hora de retirarlo a su dacha por motivos de salud...

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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