Es curioso
cómo siempre encontramos una excusa a título individual
amparándonos en el sentido colectivo como ocurre con el tema de la
pandemia y evitar su propagación...
Por una parte nos reconforta leer, escuchar y ver que se cumplen las normas de salir y relacionarse lo menos posible para evitar un nuevo confinamiento domiciliario pero, a la vez, nos auto engañamos pensando que porque salga uno mismo mismamente no se incumplen las normas. Vamos al vermut, a comer, a visitar, pero no nos sentimos culpables de quitar la jodida mascarilla al entrar en un negocio hostelero, nos las quitamos en todo momento y no sólo cuando se haga el acto de comer o beber...
Sólo aprendemos por las malas, por las bravas. Ahora nos preguntaremos con incredulidad qué ha fallado y echaremos las culpas a los de siempre y a las de siempre, siguiendo el autoengaño de que nosotros hicimos las cosas bien cuando en realidad se trata de hacer lo que nos indican sin engañarnos en el porque yo lo haga no pasa nada, que la cosa no irá a peor, que tenemos derecho a hacer...
En esta guerra, que aún no nos dicen que es tal, seguimos a rebufo del virus y mientras siga así la situación vamos perdiendo por mucho que nos engañemos a nosotras y nosotros mismos...
Reviso mis provisiones de papel higiénico y de pistachos mientras observo desde el acantilado que las personas humanas somos como animales cuando vienen mal dadas y hemos olvidado lo que es sufrir restricciones en nuestra libertad consumista. Van a ser una navidades distintas como ha sido todo en la fallida nueva normalidad hasta que aprendamos a obedecer a sin pensar, que es más difícil de lo que parece a simple vista...
No sirve que todas y todos hagamos lo correcto mientras haya uno, una o varios que, amparados en la obediencia general, se permiten la desobediencia particular...
Y así nos irá por mucho que rezonguemos...
Así nos va.
Por una parte nos reconforta leer, escuchar y ver que se cumplen las normas de salir y relacionarse lo menos posible para evitar un nuevo confinamiento domiciliario pero, a la vez, nos auto engañamos pensando que porque salga uno mismo mismamente no se incumplen las normas. Vamos al vermut, a comer, a visitar, pero no nos sentimos culpables de quitar la jodida mascarilla al entrar en un negocio hostelero, nos las quitamos en todo momento y no sólo cuando se haga el acto de comer o beber...
Sólo aprendemos por las malas, por las bravas. Ahora nos preguntaremos con incredulidad qué ha fallado y echaremos las culpas a los de siempre y a las de siempre, siguiendo el autoengaño de que nosotros hicimos las cosas bien cuando en realidad se trata de hacer lo que nos indican sin engañarnos en el porque yo lo haga no pasa nada, que la cosa no irá a peor, que tenemos derecho a hacer...
En esta guerra, que aún no nos dicen que es tal, seguimos a rebufo del virus y mientras siga así la situación vamos perdiendo por mucho que nos engañemos a nosotras y nosotros mismos...
Reviso mis provisiones de papel higiénico y de pistachos mientras observo desde el acantilado que las personas humanas somos como animales cuando vienen mal dadas y hemos olvidado lo que es sufrir restricciones en nuestra libertad consumista. Van a ser una navidades distintas como ha sido todo en la fallida nueva normalidad hasta que aprendamos a obedecer a sin pensar, que es más difícil de lo que parece a simple vista...
No sirve que todas y todos hagamos lo correcto mientras haya uno, una o varios que, amparados en la obediencia general, se permiten la desobediencia particular...
Y así nos irá por mucho que rezonguemos...
Así nos va.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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