Resulta peculiar que nos
digan, recomienden y orienten en el sentido de que procuremos salir lo
imprescindible y sin embargo llenamos los paseos, las áreas
recreativas y los parques infantiles. Acostumbrados como estamos a
discutir al mando, ya es algo natural llevar la contraria con
infinidad de argumentos para saltarnos a la torera las
recomendaciones por mucho que las y los veteranos que han pasado por
la UCI nos digan que no sabemos el infierno que es estar allí,
tumbado boca abajo , entubado y en coma inducido; de estar postrado
viendo los estragos a nuestro alrededor...
Dicen que habrá vacunaciones y nos engañamos pensando que tras el pinchazo vendrá la normalidad sin querer ver y asimilar que, aunque nos pinchen, seguirá la neonormalidad, las mascarillas, las normas preventivas y demás parafernalia de esta guerra biológica y mundial. Rezongamos que yo no me vacunaré cuando hasta hace un minuto ansiaba un remedio contra el coronavirus. Nos engañamos pensando que todo pasará cuando nos engañamos diciendo que porque yo no haga ni siga las recomendaciones sanitarias no pasa nada, qué somos como individuos más que una gota de agua en el mar y el mar es tan inmenso que no se nota...
Nos contradecimos continuamente ora aplaudiendo ora insultando al gremio de la sanidad. Hablamos de libertades pero votamos para que legislen quienes quieren recortarlas. Hablamos de respeto a nuestros mayores que nos dieron la vida y el mundo que disfrutamos mejor que en otros mundos pero luego afirmamos que no contamos con ellos porque nos toca hacerlo a los más jóvenes sin pensar que a la vuelta de la esquina los viejos seremos nosotros y otros los jóvenes...
Empieza a pesar todo el cúmulo de pesadas cosas por la pandemia y prefiero no engañarme pensando que el próximo verano todo será distinto cuando no la añorada normalidad pero lo único cierto es que serán una fechas navideñas extrañas, es tontería mirar más allá del corto plazo cuando eres carne de cañón y todo indica que el coronavirus ya forma parte del paisaje como otros virus contra los que somos vacunados desde el nacimiento. Imaginando un futuro hipotético, las generaciones vacunadas desde su nacimiento contra el coronavirus se preguntarán qué clase de masa aborregada formamos que no queríamos vacunarnos, que nos engañábamos a nosotros mismos actuando como si no pasara nada y que rogábamos la salvación cuando rechazábamos el salvavidas...
He colocado un espantapájaros en el acantilado esperando engañarlas para que no invadan las gaviotas mi espacio vital, no sé hasta que punto un espantapájaros y un espantagaviotas son efectivos universales y resulta extraño que un admirador de la naturaleza como yo quiera expulsar a la misma de mis alrededores, pero nunca escuché hablar de espantagaviotas y me aferro al espantapájaros...
Pero sólo me engaño a mí mismo.
Dicen que habrá vacunaciones y nos engañamos pensando que tras el pinchazo vendrá la normalidad sin querer ver y asimilar que, aunque nos pinchen, seguirá la neonormalidad, las mascarillas, las normas preventivas y demás parafernalia de esta guerra biológica y mundial. Rezongamos que yo no me vacunaré cuando hasta hace un minuto ansiaba un remedio contra el coronavirus. Nos engañamos pensando que todo pasará cuando nos engañamos diciendo que porque yo no haga ni siga las recomendaciones sanitarias no pasa nada, qué somos como individuos más que una gota de agua en el mar y el mar es tan inmenso que no se nota...
Nos contradecimos continuamente ora aplaudiendo ora insultando al gremio de la sanidad. Hablamos de libertades pero votamos para que legislen quienes quieren recortarlas. Hablamos de respeto a nuestros mayores que nos dieron la vida y el mundo que disfrutamos mejor que en otros mundos pero luego afirmamos que no contamos con ellos porque nos toca hacerlo a los más jóvenes sin pensar que a la vuelta de la esquina los viejos seremos nosotros y otros los jóvenes...
Empieza a pesar todo el cúmulo de pesadas cosas por la pandemia y prefiero no engañarme pensando que el próximo verano todo será distinto cuando no la añorada normalidad pero lo único cierto es que serán una fechas navideñas extrañas, es tontería mirar más allá del corto plazo cuando eres carne de cañón y todo indica que el coronavirus ya forma parte del paisaje como otros virus contra los que somos vacunados desde el nacimiento. Imaginando un futuro hipotético, las generaciones vacunadas desde su nacimiento contra el coronavirus se preguntarán qué clase de masa aborregada formamos que no queríamos vacunarnos, que nos engañábamos a nosotros mismos actuando como si no pasara nada y que rogábamos la salvación cuando rechazábamos el salvavidas...
He colocado un espantapájaros en el acantilado esperando engañarlas para que no invadan las gaviotas mi espacio vital, no sé hasta que punto un espantapájaros y un espantagaviotas son efectivos universales y resulta extraño que un admirador de la naturaleza como yo quiera expulsar a la misma de mis alrededores, pero nunca escuché hablar de espantagaviotas y me aferro al espantapájaros...
Pero sólo me engaño a mí mismo.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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