Suplemento cinematográfico cutre de The Adversiter Chronicle
EL PADRINO
-Parte III- (1990)
Hay películas malditas, entre comillas, que son esperadas con ansia devoradora y cuando llega su estreno resulta que ni acaban de enamorar, como siempre que se espera un amor, ni encandilan ni a crítica ni público, resultando un producto que si bien es imprescindible nunca nos acaba de satisfacer. Pero son también películas que ganan a medida que pasa el tiempo, como si en su estreno la visión quedara miope y despreciamos lo que la envuelve sin fijarnos en los detalles pero que las ves a trozos a lo largo del tiempo, terminando por no volver a verla completa, como amantes despechados; sin embargo llega un día, o una noche como es nuestro caso, y te la tropiezas sin querer para terminar por verla de nuevo de principio a fin con el resultado de que por fin te reconcilias con verdadero amor cinéfilo, que es lo que ocurre con la propuesta de hoy.
Producción de 1990 con la que Francis Ford Coppola cerraba la saga de El Padrino y que había logrado con la parte dos hacer añicos la profecía de que segundas partes nunca fueron buenas, logrando aplauso y taquillas de crítica y público. Desde que se supo de su rodaje las expectativas eran altas y luego se han farfullado todo tipo de argumentos para calificarla de mala parte tres, llegando algún gurú cinematográfico a sugerir que era prescindible, lo que por aquel entonces sumó partidarios de tal teoría. Francis Ford Coppola es de los pocos directores de cine que son tan populares y famosos como las estrellas que dirigen, resultando además rentable en taquilla. Aquí tiene dos dificultades que pesaron en su estreno, un barroquismo que nubla la vista de forma inconsciente en el espectador, esperando quizás los confortables escenarios de la primera y segunda parte. Lo que vemos es el ocaso vital de Michael Corleone como mafioso y jefe de la familia Corleone adornado de hechos históricos como el escándalo de finales de los 70´s en los negocios financieros del Vaticano y la inesperada muerte de Juan Pablo II.
Incluso puede parecer algo chusca la producción ya que el escenario físico pasa de la mansión Corleone en Estados Unidos a los rústicos parajes sicilianos. Hay que sumar la turra de la ópera y la presencia de Sofía Coppola, excusa que sirvió de munición a la crítica destructiva y a la que achacaron todos los males, desde pésima actriz a enchufada pasando por inepta para el papel. Sólo la caga a la hora de morirse, que lo hace de puta pena y parece contagiar al resto en la escena cumbre de la tragedia familiar. Sin embargo, su belleza de petroglifo azteca hace al personaje más real, no un bellezón rubio, una feúcha de genes latinos sicilianos y que sabe interpretar las escenas, ñoñas en su estreno y románticas ahora pasado el tiempo, salvo lo de caer mortalmente herida que lo hace fatal....
Al Pacino hace una interpretación tan magistral de la decadencia física y moral de Michael Corleone que no se apreció en su estreno. No es sólo los gestos faciales, las miradas marca de la casa tantas veces vistas y asimiladas en cada personaje que interpreta, actúa con todo el cuerpo logrando que sea tan palpable la decrepitud del personaje que causaba repulsa en el espectador y que es sencillamente magistral. Sólo la escena final de anciano nos provoca risas ya que el pelo es peluca, o al menos lo parece, dotando de una gracia obscena al anciano Corleone. Es Al Pacino en estado puro, el que no deja indiferente a nadie y colofón interpretativo del personaje central de la saga, con permiso de Marlon Brando, por supuesto.
Un Andy García en plenitud de belleza varonil aunque con cierto parecido a ManoloEscobar pero más alto. Ya era una estrella para el público aunque seguía labrando su carrera en el sistema de estrellas de Hollywood que caía bien a las damas y a los caballeros. No desentona con el elenco masculino protagonista de la saga y el público esperaba en su intimidad cinematográfica que resultara un relevo de Al Pacino en una hipotética parte IV que nunca llegó finalmente. Hay que citar al eterno Tuco Benedicto que no es otro que un Eli Wallach en otro de sus personajes mugrientos, cínicos y malvados, aquí más malvado que nunca, donde cambia los andrajos de pistolero por los trajes y corbatas de un capo mafioso, además se muere muy bien comparado con la Sofía Coppola.
Pero el director no deja de engarzar en el barroquismo de la película cierta retranca con el personaje de la Diane Keaton, que toda su vida hasta los ovarios de los rollos familiares y mafiosos de los Corleone y tiene que aguantar el ambiente siciliano y hasta cuando ve una función de títeres debe soportar el rollo del honor y demás zarandajas sin faltar visita guiada a la casa del abuelo Corleone.
Diane Keaton logra sólo con su rostro pasar de la pena al dolor
saltando por la alegría. Es uno de los engarces al resto de la saga
de esta tercera parte, el resto se pierden en el barroquismo como el
pueblo de Corleone, la canción que recuerda a la boda siciliana del
joven Michael, todo ello envuelto es una atmósfera artificial por la
movida con el Vaticano, que el consejero ya no es Robert Duvall y
escenarios que no son el asfalto de Nueva York, Las Vegas o la Habana
revolucionaria...
Digna de ver, apreciar y saborear el amargo epílogo de Michael Corleone, pese a que la Sofía Coppola se muere fatal.
Digna de ver, apreciar y saborear el amargo epílogo de Michael Corleone, pese a que la Sofía Coppola se muere fatal.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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