Da la sensación de que sólo el gremio sanitario, los veteranos que salieron vivas y vivos de las UCI y los familiares de los treinta mil fallecidos oficiales sean los únicos que son conscientes de que puede llegar un rebrote que nos devuelva al combate y que nos estamos saltando la distancia social, la mascarilla y olvidando a los colectivos vulnerables...
En la juventud puede entenderse, siempre arrogante ante la muerte y una vitalidad que logra que se adapten a la circunstancia. Es normal que salgan, se reúnan, se emparejen y hasta que se enamoren pero también que se contagien y propaguen el coronavirus. La juventud toma consciencia de la muerte cuando se mata alguien de la cuadrilla en un absurdo accidente, la muerte repentina de los progenitores, pero en la guerra la juventud es la savia de la vida, el futuro cuando toda esta mierda se termine...
Pero no comprendo que los tramos de edad que ya no tienen una dinámica juvenil, personas responsables en sus puestos de trabajo, padres y madres sin tacha y todo aquel que tiene cuatro décadas en velas de cumpleaños se salten a la torera las sencillas normas de llevar mascarilla y mantener distancia social...
A veces desciendo por el acantilado y paro en un abrevadero típico de barrio, es pequeño pero suficiente, ambiente cotidiano de parroquianos que se conocen de décadas en el trabajo y que ya jubilados se siguen viendo en la barra del bar. Son un grupito acogedor, de risas con la camarera, de arreglar el mundo a golpe de cervezas, chupito, cafés. La barra tiene forma de L y en la parte corta es donde se junta un grupito de cinco, apelotonados con el taburete de árbitro que marca la distancia y la diferencia entre quien está sentado y está de pie. Es cierto que entran con mascarilla pero es cruzar la puerta del garito y mandan a tomar por el culo mascarilla y distancia, hablándose como antes de la pandemia, a la puerta del bar soltando salivazos inocuos en marzo y contagiosos ahora en julio...
Supongo que cuando falte uno de los parroquianos, contagien a sus seres amados o volvamos al confinamiento tomen consciencia de su responsabilidad personal que afecta a la responsabilidad colectiva. Si la juventud observa que la tercera edad, que su entorno y la política hacen caso omiso de las advertencias y recomendaciones sanitarias qué podemos esperar de quienes sólo ven la alegría de vivir si quienes conocemos la tristeza de la muerte nos la pasamos por el forro...
Alguien me comentó que la neonormalidad es una mierda y habría que añadir que nuestra consciencia de responsabilidad colectiva es una mierda aún mayor sin menosprecio de otras mierdas que afloran en estos días extraños y que se suman a las mierdas que ya teníamos antes de la neonormalidad...
Las gaviotas parecen ajenas a todo lo humano aunque al mirar sus cabriolas aladas y sus planeos es como si nos observaran, como si me observaran...
Pero yo también las observo a ellas.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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