The Adversiter Chronicle

miércoles, 15 de julio de 2020

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Juan Carlos I, Rey de España

Resulta difícil explicar cómo se queda el cuerpo cuando se escuchan, se oyen y se ven los tejemanejes financieros del Rey emérito y es buen momento para recordar lo que significaba en una infancia no del todo ajena a lo que ocurría aunque nuestros mayores nos proporcionaban una tranquilidad angelical en ese aspecto...
Supongo que visto ahora, y con la fortuna de haber tenido una infancia feliz sin grandes sobresaltos más allá de los normales, era imposible estar ajeno. La televisión pública, única existente en las periferias territoriales, daba una imagen institucional del monarca y más tras la intentona golpista del 23-F, pero en los años anteriores la imagen que tenía era la de un rey que transmitía una imagen de confianza pese al terrorismo, los tiempos revueltos de la transición, los intentos extremistas de perturbar la paz social...
Crecimos con las infantas y el,príncipe, la realeza de la reina Sofía y el Rey, parte de un todo del que sentías que formabas parte y nos igualaba a otras naciones que salían en la tele. Recuerdo que se cerraba la emisión y sonaba el himno con imágenes de fondo y el monarca aparecía natural, como si fuera una parte de todos...
Es indudable que el respeto hacia su figura salía de forma natural, siempre por encima de las miserias y tragedias. Asimilé que la monarquía era parte inherente al mundo que me rodeaba. No había especial adoctrinamiento, todo lo contrario, en el colegio aunque aquella tarde en que caminaba hacia mi casa y vi a la gente agolpada en el escaparate de una tienda de electrodomésticos sobre las seis de la tarde con sus miradas fijas en las imágenes que escupían los televisores del Congreso raptado en la intentona golpista, fue un brusco despertar y Juan Carlos I se ganó el agradecimiento, cariño y respeto de la ciudadanía, conceptos desconocidos para quienes nacieron en los años ochenta e inimaginable para las generaciones digitales, pero la infancia que vivimos aquellas jornadas grabamos a fuego la figura institucional, sin saber qué era entonces, del Rey.
Resulta curioso que el Rey que devolvió en su reinado la paz y prosperidad al pueblo español termine sus días apareciendo como un monarca pesetero, con líos de faldas, posibles delitos fiscales y en tela de juicio su derecho a pertenecer a la familia real. Supongo que es humano pero,al igual que nos sucede con los progenitores, no nos gusta verlo, supongo...
Dejando aparte revelaciones de una mujer que en el momento de las mismas suena a mujer despechada que aumenta y exagera los hechos, está claro que la justicia deberá dilucidar si hay algo ilícito e ilegal pero el daño en forma de desilusión no lo mitiga el hecho de que es la mayor prueba de que estamos en democracia con instituciones que velan y salvaguardan la misma incluyendo la monarquía que está por encima del propio Rey emérito...
Los Juancarlistas han dejado de serlo y posiblemente nunca han sido monárquicos, el estamento militar sentirá la desilusión de ver el lado humano de su comandante en jefe, la ciudadanía asistimos en silencio a cainitas intentos de recuperar votos y de paso derribar la monarquía constitucional para instaurar su idea de república como si estuviéramos en 1931. No me gustan los repúblicos que gobernarían esa república y me afianza en la idea de que la monarquía constitucional es la garante del sistema que nos permite libertad de expresión pero también ser uno como ha demostrado la pandemia durante los pasados meses.
Felipe VI tiene un doloroso deber como Jefe de la Casa Real y su padre es sabedor de sus obligaciones si le pillan en hechos delictivos. Aunque al final la realidad sólo nos muestre un hombre que gustaba de manejar dinero y que cometió un delito fiscal agravado por su cargo en la jefatura del Estado mientras nos pedía responsabilidad y austeridad, el daño ya es irreparable en lo que concierne a la etapa final de su existencia y es deber de la ciudadanía que nadie trate de imponernos su Arcadia republicana que viendo como son con la monarquía hace dudar y mucho de cómo serán en su república...
A un Rey se le es leal hasta el fin pero él debe ser leal a su pueblo y dar el paso de rendir cuentas a la ciudadanía por su propia iniciativa. La idea del exilio es absurda pero hubo un tiempo en que si se defraudaba al pueblo que eran sus súbditos el monarca tenía una salida honrosa, el último servicio a la patria porque muerto el perro se acabó la rabia...
Juan Carlos I tiene un sitio propio en la Historia y los corazones de quienes vivieron en su reinado. Como ciudadano ha defraudado a sus leales, fieles y agradecidos por su figura institucional, el ocaso de un monarca que pertenece al siglo XX pero que perdió el tren del siglo XXI. Puede que no sea más que otro caso en que una cortesana desvela secretos de alcoba y el ciudadano Juan Carlos confíó en la lealtad que le tenían como Rey Juan Carlos I, será el tiempo y la Justicia quien lo diga.
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV

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