Una sección de
F. O. Roffön en exclusiva
para The Adversiter Chronicle
Diez años desde el
Mundial de Sudáfrica
Finalmente
el Real Sporting cumple los pronósticos fuera del triunfante
discurso oficial y se queda sin opciones reales, nunca fueron
realistas, de luchar por el ascenso tras la reapertura de la
competición liguera tras el estado de alarma. Tocan tiempos
difíciles para el deporte con la espada de Damocles del
confinamiento si hay rebrotes de la pandemia y sería buen momento
para que el club rojiblanco recuperara su esencia de club de cantera
y asturianía como divisa. Son casi vanas estas esperanzas donde el
primer paso sería no vender la moto en pretemporada y decir a la
parroquia que llevará dos o tres temporadas armar una plantilla
competitiva para pelear por el ascenso directo, dejar de confiar en
la Santina y entrenadores de paso con fichajes de canteranos al borde
del retiro, cojitrancos y saldos de plantillas sobre dimensionadas...
Pero
se cumplen diez años de una gesta deportiva que fue un bálsamo para
el alma deportiva de una nación y para una generación
traumatizada por el Naranjito del Mundial de 1982. Recuerdo que en el
chigre se vivió con emoción y tensión de liturgia esperada desde
hacía demasiado tiempo donde la única referencia eran añejas
imágenes de un cuarto puesto hacía demasiado tiempo, la tristeza
del fallo de Arconada en la final de París de la Eurocopa mas éramos
campeones de Europa nuevamente con un estilo de juego y una filosofía
de trabajo grupal superando las trabas tribales de los clubs de
procedencia los seleccionados. Paisanos y suegras que no se hablaban,
pendencias de naipes perdidas en el tiempo, pelmas gorrones y hasta
conocidos morosos del chigrero nos unimos en comunión conteniendo el
aliento, trasegando hasta el agua de los floreros...
El
inicio había sido volver a la realidad pese a ser campeones europeos
con la derrota ante Suiza. Todo volvía a ser lo de siempre con
pésimo juego, nulo conjunto y sensaciones de ser varios en lugar de
uno solo. Cruel espejismo que La Roja fue haciendo añicos partido a
partido, enamorando en cada uno, rendido el orbe futbolero a una
España que jugaba como una orquesta afinada, conjunto poderoso de
todo terreno que superaba los obstáculos del rival de turno, una
soldadura como grupo que daba armonía al conjunto y las ansias y el
hambre de gol de una generación sin traumas, convencida de sus
posibilidades y competitivos como el que más. Holanda sería nuestra
rival, rivalidad de siglos donde las sombras de la Historia parecían
querer una vez más que España y Flandes se midieran en el campo de
batalla, el campo del honor...
El
pulpo pitoniso nos daba como favoritos en su pecera pero el partido
nos llevó hasta la prórroga con las injusticias de siempre en forma
de faltas obscenas no pitadas, sustos del rival que también tenía
sus cuentas pendientes tras el no triunfo mundialista de la mítica
naranja mecánica, pero Casillas estaba en gracia como el resto de La
Roja y fue Iniesta quien hizo que nos abrazáramos en comunión
celebrando el tanto y el pitido final que nos daba el trono por
cuatro años, que devolvía la mirada ilusionante a una infancia que
ya éramos adultos y aún nos entra diarrea y vómitos cuando vemos
al Naranjito de los cojones. En todos los territorios se sacó la
bandera y ondearon banderas regionales, de clubs. Sacamos la bandera
nacional sin miedo ni temores, sin dueños porque todos y todas
estábamos en la bandera que simbolizaba la fortaleza y donde ser
campeones era solventar una injusticia deportiva y con el fútbol
español.
Luego
la cagamos como siempre en Brasil y ahora mismo ni siquiera sabemos
qué selección tenemos ni casi qué entrenador. Pero queda el
recuerdo como siempre y parece tan cercano y lejano a la vez que hace
pensar en lo efímero del presente. Quedan pocos en activo de aquella
piña de deportistas que se fotografío saltando y brincando con la
copa recién recibida. Las banderas ondearon unos días en ventanas y
balcones sin connotaciones políticas. Durante aquellas gloriosas
jornadas camino a la final se fue enganchando gente que no veía ni
entendía de fútbol pero que escuchaban incrédulas que La Roja
jugaba como los ángeles, que la duda no era si podríamos superar al
rival sino cuántos goles les meteríamos, algo espectacular que
traspasaba los encuentros y mostraba en los reportajes y entrevistas
a un grupo de jóvenes y no tan jóvenes atletas nacionales que se lo
pasaban bien porque eran amigos además de compañeros sabedores de
que toda una nación estaba con ellos en la distancia. Hasta el
chigrero hizo la vista gorda con los pinchos y tuvo el detalle de
poner cacahuetes en abundancia...
Inolvidable
y un Mundial mágico que fue hace diez años pero parece que fue hace
diez minutos, así volvemos a ser de pringaos diez años después.F. O. R.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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