The Adversiter Chronicle

viernes, 10 de julio de 2020

"Deporte sin porte", por F. O. Roffön


Una sección de F. O. Roffön en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Diez años desde el Mundial de Sudáfrica

Finalmente el Real Sporting cumple los pronósticos fuera del triunfante discurso oficial y se queda sin opciones reales, nunca fueron realistas, de luchar por el ascenso tras la reapertura de la competición liguera tras el estado de alarma. Tocan tiempos difíciles para el deporte con la espada de Damocles del confinamiento si hay rebrotes de la pandemia y sería buen momento para que el club rojiblanco recuperara su esencia de club de cantera y asturianía como divisa. Son casi vanas estas esperanzas donde el primer paso sería no vender la moto en pretemporada y decir a la parroquia que llevará dos o tres temporadas armar una plantilla competitiva para pelear por el ascenso directo, dejar de confiar en la Santina y entrenadores de paso con fichajes de canteranos al borde del retiro, cojitrancos y saldos de plantillas sobre dimensionadas...

Pero se cumplen diez años de una gesta deportiva que fue un bálsamo para el alma deportiva de una nación y para una generación traumatizada por el Naranjito del Mundial de 1982. Recuerdo que en el chigre se vivió con emoción y tensión de liturgia esperada desde hacía demasiado tiempo donde la única referencia eran añejas imágenes de un cuarto puesto hacía demasiado tiempo, la tristeza del fallo de Arconada en la final de París de la Eurocopa mas éramos campeones de Europa nuevamente con un estilo de juego y una filosofía de trabajo grupal superando las trabas tribales de los clubs de procedencia los seleccionados. Paisanos y suegras que no se hablaban, pendencias de naipes perdidas en el tiempo, pelmas gorrones y hasta conocidos morosos del chigrero nos unimos en comunión conteniendo el aliento, trasegando hasta el agua de los floreros...

El inicio había sido volver a la realidad pese a ser campeones europeos con la derrota ante Suiza. Todo volvía a ser lo de siempre con pésimo juego, nulo conjunto y sensaciones de ser varios en lugar de uno solo. Cruel espejismo que La Roja fue haciendo añicos partido a partido, enamorando en cada uno, rendido el orbe futbolero a una España que jugaba como una orquesta afinada, conjunto poderoso de todo terreno que superaba los obstáculos del rival de turno, una soldadura como grupo que daba armonía al conjunto y las ansias y el hambre de gol de una generación sin traumas, convencida de sus posibilidades y competitivos como el que más. Holanda sería nuestra rival, rivalidad de siglos donde las sombras de la Historia parecían querer una vez más que España y Flandes se midieran en el campo de batalla, el campo del honor...

El pulpo pitoniso nos daba como favoritos en su pecera pero el partido nos llevó hasta la prórroga con las injusticias de siempre en forma de faltas obscenas no pitadas, sustos del rival que también tenía sus cuentas pendientes tras el no triunfo mundialista de la mítica naranja mecánica, pero Casillas estaba en gracia como el resto de La Roja y fue Iniesta quien hizo que nos abrazáramos en comunión celebrando el tanto y el pitido final que nos daba el trono por cuatro años, que devolvía la mirada ilusionante a una infancia que ya éramos adultos y aún nos entra diarrea y vómitos cuando vemos al Naranjito de los cojones. En todos los territorios se sacó la bandera y ondearon banderas regionales, de clubs. Sacamos la bandera nacional sin miedo ni temores, sin dueños porque todos y todas estábamos en la bandera que simbolizaba la fortaleza y donde ser campeones era solventar una injusticia deportiva y con el fútbol español.

Luego la cagamos como siempre en Brasil y ahora mismo ni siquiera sabemos qué selección tenemos ni casi qué entrenador. Pero queda el recuerdo como siempre y parece tan cercano y lejano a la vez que hace pensar en lo efímero del presente. Quedan pocos en activo de aquella piña de deportistas que se fotografío saltando y brincando con la copa recién recibida. Las banderas ondearon unos días en ventanas y balcones sin connotaciones políticas. Durante aquellas gloriosas jornadas camino a la final se fue enganchando gente que no veía ni entendía de fútbol pero que escuchaban incrédulas que La Roja jugaba como los ángeles, que la duda no era si podríamos superar al rival sino cuántos goles les meteríamos, algo espectacular que traspasaba los encuentros y mostraba en los reportajes y entrevistas a un grupo de jóvenes y no tan jóvenes atletas nacionales que se lo pasaban bien porque eran amigos además de compañeros sabedores de que toda una nación estaba con ellos en la distancia. Hasta el chigrero hizo la vista gorda con los pinchos y tuvo el detalle de poner cacahuetes en abundancia...
Inolvidable y un Mundial mágico que fue hace diez años pero parece que fue hace diez minutos, así volvemos a ser de pringaos diez años después.
F. O. R.

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton  Jr. IV

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