Suplemento
literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Libro: Gerónimo,
el apache
-El
hombre, su tribu, su tierra y su tiempo-
Autor:
Angie DeboEditorial: José J. De Olañeta, Editor
Traducción: Francesc Gutiérrez
Edición: Segunda edición, 2002
Las
tropas se lanzan al combate gritando su nombre y su nombre se da en
operaciones de busca y captura como en el caso de Ben Laden; forma
además parte del imaginario colectivo cuando pensamos en la
conquista del oeste y las luchas con los indios, posiblemente el más
popular junto con el de Toro Sentado pese a que hubo otros grandes
jefes. Sin embargo en el caso de Gerónimo logró llegar a viejo, ser
testigo de la desaparición de un mundo y un universo nativo con la
llegada del hombre blanco, ser de los últimos en rendirse para pasar
a ser prisioneros que soñaban que aprendiendo a vivir como el hombre
blanco les sería otorgada una reserva en Arizona cuando su nombre
evocaba el terror en dicho Estado de la Unión...
Es
una contraportada realmente parca en datos de la autora salvo que es
una prestigiosa historiadora norteamericana y autora de numerosos
estudios sobre la historia de los indios pieles rojas, datos reitero
del año de edición. Es un libro apasionante que retrata una época
de cambios y cómo afectó a los apaches que veían como una y otra
vez los tratados quedaban sólo en palabras, también la historia de
hombres blancos que una vez conocían a la tribu y al propio Gerónimo
fueron conscientes de la injusticia de considerarles prisioneros y
alejarles de sus tierras ancestrales, de su transición a granjeros y
ganaderos, en el caso de Gerónimo con dotes para hacer negocios
rentables y también de ver como mueren a lo largo de los años de
colonización sus esposas, sus hijos, sus mayores...
Pero
sin más verborrea, unas breves reseñas que os inciten a su
apasionante lectura:
La
leyenda...
“Toda
la vida he oído hablar de Gerónimo. De niña, en el Kansas
septentrional, me hablaron de la capa cubierta de escalpes humanos
que llevaba cuando lo `capturaron´ tras su última `revuelta´. (Los
apaches no practicaban la escalpación; es decir, no arrancaban
`cabelleras´.) Y los críos le habíamos dado su nombre a un pavo
que era extremadamente arisco. En Oklahoma, donde terminé mi
infancia, los episodios de su vida de prisionero de guerra en Fort
Sill y de su aparición en distintas celebraciones llenaban
constantemente los periódicos. No más tarde de 1916, siete años
después de su muerte, en la vecina ciudad de Enid se fundó con gran
pompa la Geronimo Motor Company. (Los coches y los camiones que
fabricaba hubieran podido ser de gran calidad si la planta no hubiese
sido pasto de las llamas, lo que arruinó a sus inversores.)
La
infancia...
“Así
pues, el pequeño Gerónimo trabajaba en los campos con sus padres, y
sin duda ayudaba a almacenar alimentos y a hacer el tisuín. También
empezó a cazar con los hombres, a la tierna edad de ocho o diez
años, cree recordar, pero, para él, `eso nunca fue trabajo´. Por
las praderas que rodeaban sus montañas, encontraban manadas de
ciervos, de antílopes berrendos, de uapitíes y de bisontes que les
proporcionaban gran parte de su sustento. Los bisontes no abundaban,
y los cazadores tenían que viajar bastante lejos para encontrarlos.
Hay constancia de una buena cacería al nordeste de Alburquerque. Los
apaches cazaban a caballo a estos grandes animales; cabalgaban a su
lado y les disparaban flechas o lanzas. Las pieles las usaban para
hacer cubiertas de tipi o para frazadas. Dice Gerónimo que requería
más arte cazar ciervos que ningún otro animal.”
Guerra
Civil...
“Los
apaches continuaron sus correrías y matando a voluntad por toda la
`Arizona confederada´, pero los tejanos pronto fueron expulsados por
los Voluntarios del Colorado. Por la misma época, el verano de 1862,
avanzaba desde el oeste una `columna de California´ formado por
ochocientos hombres de la Unión a las órdenes del general de
brigada James Henry Carleton. Los apaches, mandados por Cochise y
Mangas Coloradas, les prepararon una emboscada desde lo alto de los
despeñaderos de Paso Apache. Escogieron un lugar estratégico que
dominaba la estafeta de correos abandonada y el manantial que brotaba
al lado, que representaba la vida o la muerte para los hombres y los
animales que seguían la ruta. El 25 de junio, dejaron pasar sin
abierta resistencia a una patrulla de reconocimiento, profesando
amistad, pero matando a tres hombres que se alejaron del grupo. Tal
vez todavía no estaban en posición. El 14 de julio, entró en el
paso un grupo de vanguardia a las órdenes del capitán Thomas L.
Roberts, con 122 hombres y dos cañones de montaña. Cuando los
soldados se acercaron al punto de la emboscada, los indios, desde sus
escondrijos, empezaron a disparar contra ellos, matando a uno e
hiriendo a otros. Pusieron entonces las tropas los cañones apuntando
hacia lo alto y, cuando empezaron a explotar los obuses entre los
indios, éstos se retiraron. Cremony dijo que uno de ellos le había
dicho más tarde: `Nos estaba saliendo bastante bien hasta que
vosotros empezasteis a disparar desde los carromatos´.
Seleccionando exploradores...
“Pero,
por lo que se refiere a la salud y el vigor de los exploradores,
pueden ser dignas de destacarse algunas indicaciones amenazantes.
Años después, como prisioneros de guerra, los apaches morirían de
tuberculosis en cantidades espantosas. El examen médico realizado a
aquellos exploradores cuando se alistaron puede resultar
significativo. Dice Rope: `Me palparon los brazos y las piernas y me
dieron golpes en el pecho para ver si tosía. Lo mismo hacían con
todos los exploradores que elegían, y si tosías no te aceptaban´.
Parece que uno de estos exploradores murió de causa no especificada
tras haber alcanzado su destino en Sierra Madre, y, días más tarde,
Bourke refirió que otros dos `estaban tan gravemente enfermos de
pulmonía que se esperaba que muriesen de un momento a otro´. Por
aquel entonces, la neumonía tuberculosa todavía no había sido
identificada por la ciencia médica. ¿Es posible que aquella
infección estuviese ya presente anteriormente pero la vida al aire
libre la tuviese a raya?”
El
alto precio de fugarse...
“Gerónimo,
desde luego, había sufrido una grave pérdida, y lo mismo puede
decirse de toda la banda. En sus enfrentamientos, habían perdido en
total un tercio de sus mujeres y niños. (Las cifras revisadas de la
fuga, tras haber regresado a escondidas algunos rezagados, indicaban
que faltaban de la reserva noventa y dos mujeres y niños). Los
apaches eran muy apegados a sus familias; además, en su bien
estructurada división del trabajo, un hombre sin una mujer que
preparase la comida y las prendas de vestir se encontraba en una
desventaja económica tan seria como una mujer sin un hombre que
proveyese lo necesario. En la historia apache suele haber relatos de
proscritos apaches solitarios que vivían escondidos en la sierra y
regresaban a escondidas a raptar esposas. Las mujeres aceptaban la
situación, y hay casos de matrimonios estables formados de este
modo.”
Massai,
el apache bronco...
“Los
apaches estaban convencidos de que los iban a matar, y su terror iba
en aumento ante el significativo gesto de los soldados, que se
pasaban la mano por el cuello simulando un degüello. Massai decidió
huir. Con paciencia, logró abrir los cierres de una ventana y,
mientras el tren avanzaba lentamente cerca de la entrada a Saint
Louis, saltó y rodó entre la maleza. `Sólo era un apache
corriente´, dice Betzinez, que usaba la habilidad corriente de un
apache. Viajó sin ser descubierto, a través de un territorio
desconocido, plagado de poblaciones y de fábricas, encontrando
comida por el camino, y llegó finalmente a sus montañas. Como su
familia se había quedado en el tren, se introdujo en la reserva
mescalero y raptó a una mujer para tener esposa. Vivió durante
muchos años proscrito, saliendo de cuando en cuando de su escondite
para robar ganado o asaltar a algún viajero solitario. Finalmente,
lo mataron, y su viuda tomó a los hijos y regresó a la reserva
mescalero, pero la historia del `apache bronco´ entró en la leyenda
del Oeste.”
Un
alma y dos religiones...
“Así,
Gerónimo no abandonó su fe primitiva, sino que la integró. Es
claro que no hallaba ninguna divergencia entre el culto cristiano y
los ritos sagrados de su cultura, como la Ceremonia de la Pubertad
que acababa de celebrar para Eva. (Probablemente en eso era más
liberal que los misioneros.) Sus palabras `creo que el Todopoderoso
siempre me ha protegido´ indican que todavía tenía fe en su Poder,
aunque lo definiese con una expresión cristiana. Ya no tenía
necesidad de él para desviar las balas ni las flechas, ni para
retrasar la salida del sol o para revelar la situación del enemigo;
pero la enfermedad , que se consideraba provocada por influencias
malignas, azotaba todavía a su pueblo, y ahí sí que podía
aplicarse. Parece imposible descubrir si recurrió a sus ceremonias
`curativas´durante su paréntesis cristiano -en cuyo caso
probablemente los misioneros lo ignoraban-, pero se sabe con certeza
que las practicó durante el periodo transcurrido en Fort Sill.
Algunos informantes de Opler describieron el procedimiento tal como
lo habían observado en sus años de adolescencia. Gerónimo dejaba
asistir a estos jovenes si permanecían en silencio y respetaban su
tabú personal contra el gesto de rascarse (cualquiera que se hubiese
rascado hubiera experimentado inmediatamente sensación de sofoco).”
Apache,
guerrero, jefe y hombre medicina además de leyenda en vida y leyenda
tras su muerte. El último de una estirpe de guerreros apaches que
logró sobrevivir al combate, a la clandestinidad, al hecho de ser
prisionero y llegado a viejo con la sabiduría de que su gente debía
aprender como el hombre blanco, haciendo ejemplo consigo mismo
convertido en estrella de espectáculos del viejo oeste. Tal vez su
Poder le sirvió para un último estadio de símbolo perenne de su
pueblo y como icono de la cultura estadounidense. Libro que se devora
y donde al llegar al final es imposible no detenerse a meditar sobre
un mundo perdido que es la historia de las culturas indígenas del
continente americano.
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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