Suplemento viajero cutre de The
Adversiter Chronicle
Viaje
a Villaviciosa
El
viajero no se levanta ni temprano ni tarde, a esa hora maldita de despertar
para ir al trabajo donde la tentación de seguir durmiendo o alegar migraña
craneoencefálica para escabullirse un día ojos de los superiores es rabiosamente
tentadora al calor furtivo del último minuto bajo las mantas…
La previsiones
anuncian día de lluvia y lo cierto es que a primera hora de la mañana el cielo
está gris e incluso han bajado ligeramente las temperaturas.
El
viajero se consuela pensando durante el trabajo y oteando furtivamente las
ventanas que le espera un apacible viaje a la villa de Villaviciosa pero ya le
pilla la lluvia a la salida camino del coche y prefiere tomar la autovía al
menos en el viaje de ida y quedar en suspenso el de vuelta ya que si acompaña
el tiempo le gustaría volver por la carretera nacional, una serpiente de asfalto
con tramos mal peraltados pero un paisaje sencillamente donante de serenidad
para el viajero calmado, una porque al viajero no le gusta correr y piensa que
matarse en la carretera por correr es una estúpida forma de morir, por otra
parte las señales de velocidad son claras y no permiten pasar de sesenta en
mucha parte del sinuoso trazado.
El
viajero va a noventa por hora, cien como mucho. Uno porque el coche es
utilitario y otra porque el viajero gusta de escuchar música mientras se relaja
con el paisaje a la vez que disfruta del placer de la conducción.
No
hay mucho tráfico, es hora ya de almuerzo para el obrero, y sólo unos camiones
son sus encuentros en la conducción más varios coches que pasan zumbando.
El
viajero recuerda otros viajes a la Villa, a Lugás… Jornadas que empezaban
temprano en la sinuosa carretera nacional que se salpicaba de camiones,
tractores y un viaje fatigoso para el conductor y tedioso para el viajero…
Lo
que no le gusta al viajero es que no puede apreciar la belleza del valle de
Peón ya que su altura en el asiento se lo impide y anota mentalmente hacer el
mismo viaje pero en autobús desde cuya atalaya de pasajero se tiene una
preciosa vista del paisaje a medida que se cruza el viaducto, de pilares
majestuosos e imponentes si se observan en el fondo del valle.
El
conductor no deja de sorprenderse del enorme túnel partido en dos que atraviesa
la montaña y disfruta de la música observando de reojo un cielo cada vez más
gris.
La
radio escupe noticias y noticias sobre la crisis económica, crisis de poder
adquisitivo para caprichos y cosas mundanas que nunca darán la felicidad y sin
embargo han hecho infeliz a todo un país y parte de un continente…
La
ría presenta síntomas de necrosis y los mariscadores presencia de ánimo. El
viajero puede imaginarse a los mariscadores de concejales pero le cuesta
imaginarse a la mayoría de la corporación trabajando de mariscadores. Las lorzas
son incómodas para agacharse y las uñas cuidadas de los pies no son aptas para
sumergirse en la basa.
El
viajero fuma un cigarro mientas espera compañía y piensa que los mariscadores
son utilizados y cuando dejen de ser útiles les sacrificarán como se hace
siempre en estos casos. La ría da bocanadas reclamando asistencia médica y aquí
se discute quien produce más mierda animal o humana, quien caga más a la ría y
nadie mira que ya es tarde para una culpabilidad que es de todos. La ría
necesita voluntad sin fisuras y sólo se discute subvencionar una actividad que
se extinguirá con el ecosistema…
El
viajero no quiere ser demasiado ecologista cuando el ecologismo se ha
convertido en otra institución del sistema, otra cosa corrompida más inherente
a la actividad humana...
Está
tomando convidado el viajero a un vino por un viejo kameraden de batallas
ganadas y guerra perdida sólo que el kameraden supo cambiar a tiempo de bandera
y lealtad.
No
hay nada de malo en ello, pero el viajero no termina de acostumbrarse a que
nadie se cree prescindible o la hora de renovar puestín.
Escucha
el viajero argumentos de miedo de una guerra encarnizada que se aproxima y
siente pena de su exkameraden, cagado de perder su puestín por culpa de estrategia
política…
Se
despide el viajero, sin rencor y sí pena, de ver una vez más la naturaleza
humana imponerse a la ética, pero el viajero sabe que los milicianos siempre
serán al fin ciudadanos acabada la guerra y se impone lo mundano sobre
lealtades y morales. Siente envidia el viajero ya que un mercenario sólo ve la
paz como el preludio de otra guerra y ya presiente las batallas que se
librarán, incruentas pero que causarán daño…
Quiere
pensar el viajero que para su madre también ha llegado la primavera y el dolor
sea una cicatriz dolorosa que no le impida disfrutar de la mucha vida que le
queda. El primer paso es que el viajero le arranque el ordenador y es un
trabajo ya que llevará sus buenas par de horas.
El
viajero de regreso al coche pasa por delante de la Casa de los Hevia… Bueno, lo
que han dejado que parece un feo mazacote adosado a una casa antigua. Al igual
que pasa con la ría, a nadie le preocupó de veras perder un patrimonio
histórico así que por qué iban a
preocuparse por un patrimonio natural…
Han
prohibido los adelantamientos en gran parte del tramo a la ciudad aunque en el
cruce de Quintes y Quintueles, tanto monta monta tanto, coge la autovía para
entrar en la ciudad.
El
viajero aparca, llega a casa, ordena sus papeles y enciende un cigarrillo que
cantaba el Sabina y una vez más se maravilla de la Villa. Es un sitio con
duende, que te enamora por poco que te asomes al concejo…
El
viajero fuma en la ventana mientras se nubla el atardecer y piensa que es
urbanita pero se siente dichoso de saber disfrutar del paisaje urbano, el
paisanaje rural y la tristeza ante la degradación de una ría parte del paraíso natural…
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
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theadversiterchronicle@hotmail.es
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