The Adversiter Chronicle

miércoles, 15 de mayo de 2013

"Ni a pata ni alpargata y mucho menos a la Alcarria", suplemento viajero cutre




Suplemento viajero cutre de The Adversiter Chronicle

Viaje a Villaviciosa

El viajero no se levanta ni temprano ni tarde, a esa hora maldita de despertar para ir al trabajo donde la tentación de seguir durmiendo o alegar migraña craneoencefálica para escabullirse un día ojos de los superiores es rabiosamente tentadora al calor furtivo del último minuto bajo las mantas…

La previsiones anuncian día de lluvia y lo cierto es que a primera hora de la mañana el cielo está gris e incluso han bajado ligeramente las temperaturas.

El viajero se consuela pensando durante el trabajo y oteando furtivamente las ventanas que le espera un apacible viaje a la villa de Villaviciosa pero ya le pilla la lluvia a la salida camino del coche y prefiere tomar la autovía al menos en el viaje de ida y quedar en suspenso el de vuelta ya que si acompaña el tiempo le gustaría volver por la carretera nacional, una serpiente de asfalto con tramos mal peraltados pero un paisaje sencillamente donante de serenidad para el viajero calmado, una porque al viajero no le gusta correr y piensa que matarse en la carretera por correr es una estúpida forma de morir, por otra parte las señales de velocidad son claras y no permiten pasar de sesenta en mucha parte del sinuoso trazado.

El viajero va a noventa por hora, cien como mucho. Uno porque el coche es utilitario y otra porque el viajero gusta de escuchar música mientras se relaja con el paisaje a la vez que disfruta del placer de la conducción.

No hay mucho tráfico, es hora ya de almuerzo para el obrero, y sólo unos camiones son sus encuentros en la conducción más varios coches que pasan zumbando.

El viajero recuerda otros viajes a la Villa, a Lugás… Jornadas que empezaban temprano en la sinuosa carretera nacional que se salpicaba de camiones, tractores y un viaje fatigoso para el conductor y tedioso para el viajero…

Lo que no le gusta al viajero es que no puede apreciar la belleza del valle de Peón ya que su altura en el asiento se lo impide y anota mentalmente hacer el mismo viaje pero en autobús desde cuya atalaya de pasajero se tiene una preciosa vista del paisaje a medida que se cruza el viaducto, de pilares majestuosos e imponentes si se observan en el fondo del valle.

El conductor no deja de sorprenderse del enorme túnel partido en dos que atraviesa la montaña y disfruta de la música observando de reojo un cielo cada vez más gris.

La radio escupe noticias y noticias sobre la crisis económica, crisis de poder adquisitivo para caprichos y cosas mundanas que nunca darán la felicidad y sin embargo han hecho infeliz a todo un país y parte de un continente…

 
El viajero llega a Villaviciosa y camina hacia la Plaza del Ayuntamiento. Están los mariscadores de protesta perenne de miércoles de mercado. Las pancartas destilan rabia, impotencia y la sardónica ironía de gracejo astur como esa en que demandan cambiar el puesto al alcalde y concejales.

La ría presenta síntomas de necrosis y los mariscadores presencia de ánimo. El viajero puede imaginarse a los mariscadores de concejales pero le cuesta imaginarse a la mayoría de la corporación trabajando de mariscadores. Las lorzas son incómodas para agacharse y las uñas cuidadas de los pies no son aptas para sumergirse en la basa.

El viajero fuma un cigarro mientas espera compañía y piensa que los mariscadores son utilizados y cuando dejen de ser útiles les sacrificarán como se hace siempre en estos casos. La ría da bocanadas reclamando asistencia médica y aquí se discute quien produce más mierda animal o humana, quien caga más a la ría y nadie mira que ya es tarde para una culpabilidad que es de todos. La ría necesita voluntad sin fisuras y sólo se discute subvencionar una actividad que se extinguirá con el ecosistema…

El viajero no quiere ser demasiado ecologista cuando el ecologismo se ha convertido en otra institución del sistema, otra cosa corrompida más inherente a la actividad humana...

 

Está tomando convidado el viajero a un vino por un viejo kameraden de batallas ganadas y guerra perdida sólo que el kameraden supo cambiar a tiempo de bandera y lealtad.

No hay nada de malo en ello, pero el viajero no termina de acostumbrarse a que nadie se cree prescindible o la hora de renovar puestín.

Escucha el viajero argumentos de miedo de una guerra encarnizada que se aproxima y siente pena de su exkameraden, cagado de perder su puestín por culpa de estrategia política…

 

Se despide el viajero, sin rencor y sí pena, de ver una vez más la naturaleza humana imponerse a la ética, pero el viajero sabe que los milicianos siempre serán al fin ciudadanos acabada la guerra y se impone lo mundano sobre lealtades y morales. Siente envidia el viajero ya que un mercenario sólo ve la paz como el preludio de otra guerra y ya presiente las batallas que se librarán, incruentas pero que causarán daño…

 Para el viajero en el Hotel La Casa España y se toma un café. Aún le queda una tarde de trabajo por delante instalando un ordenador. El viajero confía en que su madre por fin decida conocer los misterios desvelados de la informática y salga de su aislamiento voluntario al irse el amor de su vida. Ha pasado el tiempo pero el viajero ha visto durante el mismo como su madre se marchitaba de pena y dolor…

Quiere pensar el viajero que para su madre también ha llegado la primavera y el dolor sea una cicatriz dolorosa que no le impida disfrutar de la mucha vida que le queda. El primer paso es que el viajero le arranque el ordenador y es un trabajo ya que llevará sus buenas par de horas.

El viajero de regreso al coche pasa por delante de la Casa de los Hevia… Bueno, lo que han dejado que parece un feo mazacote adosado a una casa antigua. Al igual que pasa con la ría, a nadie le preocupó de veras perder un patrimonio histórico así que  por qué iban a preocuparse por un patrimonio natural…

 El viajero regresa por la carretera nacional ya que la tarde está soleada y la carretera seca. Disfruta del paisaje hasta Venta Las Ranas donde echa gasolina, poca, que no son tiempos de quemar gasofa.

Han prohibido los adelantamientos en gran parte del tramo a la ciudad aunque en el cruce de Quintes y Quintueles, tanto monta monta tanto, coge la autovía para entrar en la ciudad.

El viajero aparca, llega a casa, ordena sus papeles y enciende un cigarrillo que cantaba el Sabina y una vez más se maravilla de la Villa. Es un sitio con duende, que te enamora por poco que te asomes al concejo…

El viajero fuma en la ventana mientras se nubla el atardecer y piensa que es urbanita pero se siente dichoso de saber disfrutar del paisaje urbano, el paisanaje rural y la tristeza ante la degradación de una ría parte del paraíso natural…
 
 
 
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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