Suplemento literato cutre de The Adversiter
Chronicle
Autor: Michael Jones
Editorial: Crítica, S. L.
Traducción: David León Gómez
Edición: mayo de 2010
Ahora
que está de moda lo alemán para imponernos su modo, alegra la existencia saber
que una vez mordieron el polvo…
Pero
más allá de la chirigota de pordiosero económico, traemos hoy a Lomo con tapas la historia del primer fiasco bélico de la
Alemania nazi: la retirada tras llegar a treinta kilómetros de Moscú y que
supuso una tragedia humana, material y psicológico de las fuerzas armadas
alemanas, la confirmación de que Hítler como estratega militar seguía siendo
cabo y un respiro para Stalin que tras los momentos de duda y shock tras la
invasión alemana, ganó tiempo para organizarse y poner en marcha la maquinaria
bélica de la URSS aún a costa de cientos de miles de sus compatriotas…
Michael
Jones está doctorado en Historia por la Universidad de Bristol. Profesor en la
Universidad de Glasgow y en el Winchester College amén de escribir libros sobre
Agincourt y Stalingrado.
Os dejo
sin más con un ínfimo botón de muestra:
La
guerra…
“Alemania invadió la Unión Soviética a
primera hora de la mañana del 22 de junio de 1941, enviando hacia el este todo
un aluvión de soldados, cañones y carros de combate. Leopold Höglinger,
operador de radio de la CXXXVI división de infantería germana, recordaba bien
el principio de aquella guerra: <<Nuestra ofensiva empezó en torno a las
03:15 con una descarga descomunal de fuego de artillería –escribió en su
diario-. Por encima de nuestras cabezas volaban las escuadrillas aéreas. El
enemigo no opuso resistencia. Horas más tarde, durante el avance de los
soldados de a pie, aparecieron algunos bombarderos rusos que fueron abatidos
enseguida. No tardaron en llegar los
primeros prisioneros>>.
Se trataba de uno de los aspectos más
mortíferos de la guerra moderna, que se servía del poder destructivo de los
cazas y los bombarderos a fin de apoyar las acciones de las tropas invasoras de
tierra. En un primer momento, los alemanes lograron imponerse sin dificultad al
emplear a la Luftwaffe para destruir al enemigo. En el cielo que se extendía
sobre el avance de la Wehrmacht, la fuerza aérea soviética quedó, literalmente,
hecha pedazos. En realidad, muchos de sus aviones fueron destruidos aun antes
de despegar. El piloto Iván Konoválov recordaba en estos términos la
destrucción del aeródromo al que estaba adscrito: <<De pronto, oímos un
estruendo increíble: teníamos encima a los aviones del enemigo. Alguien gritó:
<< ¡Ha cubierto!>>, y yo corrí a esconderme bajo el ala de mi
aparato. Todo quedó envuelto en llamas. El fuego arreciaba de un modo terrible.
Al final, sólo quedó intacto un avión>>…
… Algunos generales alemanes, alentados
por el rosario de conquistas que había obtenido la Wehrmacht en los dos
primeros años de la segunda guerra mundial, sometiendo así a la mayor parte de
Europa al yugo del régimen nazi, comenzaron a considerar a Adolf Hitler –cuando
menos en lo político- una figura napoleónica y no dudaron en hacer
comparaciones entre ambos adalides. Mientras trataba de avasallar el
continente, Napoleón también había tratado de someter a los británicos en
primer lugar y, al no lograrlo, había vuelto la mirada al este para centrar su
atención en Rusia. El führer parecía estar siguiendo la misma senda. Durante el
verano de 1940, concluida con éxito la guerra contra Francia, había visitado,
junto con un grupo nutrido de sus generales, la tumba de Napoleón en el palacio
parisino de Los Inválidos. Uno de sus comandantes, el general Gotthard Heinrici,
conmovido por la ocasión e impresionado ante la audacia de su dirigente,
ponderó su campaña gala diciendo: <<La decisión del führer ha sido de
veras napoleónica: grandiosa y resuelta>>…”
Moscú…
“A principios del mes de noviembre de
1941, estando los ejércitos alemanes arrollados en torno a la capital
soviética, cierto oficial de la Wehrmacht tuvo un mal presagio. Se trataba de
Robert Rupp, comandante de pelotón, quien escribió en su diario un texto
extenso con este comienzo: <<Estoy visitando con frecuencia a una familia
de los alrededores, y la madre me ha dicho que tiene acuartelados en su casa a
tres de nuestros soldados y que han violado a su hija de diecisiete años. Primero
la persiguieron a ella en el exterior de la casa, y luego, le pusieron a la
hija una pistola en la cabeza y la forzaron a someterse a ellos. Las mujeres
acudieron al Kommandant de la ciudad, que mandó de inmediato a un destacamento
de seguridad. Sin embargo, los soldados ya habían huido…
… Las condiciones que se daban en el
territorio ocupado por los alemanes se estaban volviendo más degradantes para
la población nativa. Nina Semionova vivía en Moscú y capturada por la Wehrmacht
a mediados de octubre, durante su avance hacia la capital. El primero de
noviembre escribió en su diario:
`Los alemanes han ocupado ya toda
nuestra casa. Llevan con ellos hasta un intérprete, que nos ha dicho:
<<No se asomen nunca al pasillo cuando haya un oficial entrando al
edificio o saliendo de él>>. Nuestra situación empeora de un día a otro.
Habíamos guardado algunos restos de comida: algo de mantequilla, una porción
modesta de carne y un poco de pan blanco. Como era de esperar, nos lo han
robado todo. Han organizado algo semejante a una colectividad, pero a nosotros
nos han excluido.´…
… El coronel general Hoepner iba a
coordinar el último gran avance hacia la ciudad. <<Estamos esperando a
ponernos en marcha –escribió el día 5-, pero pese a la helada de ayer, habrán
de bajar más las temperaturas para que se endurezcan lo suficientemente las
carreteras… Para la siguiente acometida van a ser necesarias, cuando menos,
provisiones para diez días>>. Frustrado, añadía: <<Nuestro alto
mando sigue marcando objetivos muy poco realistas, sin tener la menor idea de
cuál es la situación del frente>>. Lo cierto es que los dirigentes nazis
sí eran conscientes de la acuciante falta de prendas de invierno de que
adolecían sus ejércitos, y hacían cuanto estaba en sus manos por ocultar este
hecho a la población germana. Joseph Goebbels, por ejemplo, expidió la
siguiente notificación a la prensa:
`En las estaciones de ferrocarril
aguarda la indumentaria que necesitan nuestros soldados al objeto de hacer cara
al invierno (abrigos de pieles, gabanes y ropa interior para el frío), lista
para su distribución. Ésta está llamada a no ser fácil dada la situación en que
se encuentra el transporte, y será inevitable sufrir cierto retraso.
Entretanto, será preferible no hacer mención alguna de este asunto. Asimismo,
cumple tener un cuidado especial a la hora de elegir las fotografías, pues no
debería mostrarse a nuestros soldados mal pertrechados. No deseamos, por
ejemplo, ver a prisioneros rusos con abrigos al lado de guardias alemanes
desprovistos de ellos´…
… El único modo que tenían Heyl y sus
camaradas de hacer frente a los horrores de la guerra consistía en cerrar la
puerta, de un modo cada vez más patente, a todo género de sentimiento humano.
Alois Scheuer, cuya unidad se encontraba a apenas ochenta kilómetros de Moscú,
era de la misma opinión: <<La guerra de Rusia y todas sus consecuencias
son terribles de veras –escribió-. Uno tiene que dar la espalda a sus
sentimientos y pensamientos decentes. Debemos combatir a muerte al enemigo, y a
eso se añaden ahora el frío y el hambre. Uno tiene que encallecerse para
soportarlo todo>>. Si él hablaba de <<combatir a muerte al
enemigo>>, Heyl hacía hincapié en la ideología comunista que subyacía a
la ferocidad de sus oponentes. <<Resulta aterrador la escasa importancia
que conceden los rusos a la vida de un individuo –concluía-. Los veinte años
que ha pasado la nación en la `picadura espiritual’ del bolchevismo ha hecho
este principio consustancial a su carácter. Es la única explicación posible a
la ferocidad con que nos hacen frente. >>…”
Retirada
napoleónica en diciembre…
“En el flanco meridional del grupo de
ejércitos centro, el general Gotthard Heinrici también estaba sufriendo una
regresión al periodo decimonónico en lo tocante al ejército mecanizado de
Alemania. <<He tenido que recorrer a pie tres kilómetros para llegar al
siguiente pueblucho de nuestra línea defensiva –anotó aquel 12 de diciembre-, y
ahora estoy tratando de organizar con los caballos un sistema de postas para
que en el futuro podamos trasladarnos como hizo Napoleón con nuestros `carromatos´
de madera. >> Más adelante añadía: <<Este país es extremado en
todos sus aspectos: su extensión, sus bosques, su clima y sus multitudes. Tenemos
que defender áreas amplísimas con un número escaso de soldados, y los rusos
atacan todo el frente. Sólo tienen que concentrar sus fuerzas en un punto
determinado para ponernos de inmediato en un aprieto. En todos los años que
llevo en el ejército no me he visto jamás en una posición tan delicada. Tenemos
la impresión de que nos haya abandonado por entero la suerte>>.
La responsabilidad última del calvario
que estaban viviendo sus soldados recaía en el mismísimo Hitler, por remiso que
pudiera mostrarse en aceptarlo. Por increíble que resulte, mientras sus
ejércitos morían en el frente oriental,
cuatro días después de que Japón bombardease la flota estadounidense apostada
en Pearl Harbor el 7 de diciembre, declaró también la guerra a Estados Unidos y
amplió así más aún el alcance de la contienda. Semejante decisión rebasa los
límites de lo asombroso y revela un desentendimiento total de la realidad por
su parte. <<El führer ha pronunciado un discurso para mover guerra contra
América- escribió aturdido el teniente Georg Kreuter el día 12-, mientras aquí
nos afanamos por aferrarnos a nuestras líneas defensivas. >> El oficial
médico Willi Lindenbach afirmaba: <<Si la declaración de hostilidades al
Reino Unido y Estados Unidos por parte de Japón nos cayó como un rayo del
cielo, ahora nosotros nos hemos enfrentado también con Norteamérica. El plan
estaba muy claro: nosotros tomábamos Moscú, y Japón agredía a británicos y
estadounidenses. La noticia del hundimiento de buena parte de la flota que
tenían éstos en el Pacífico es, sin lugar a dudas, muy buena; pero aquí nos
encontramos en plena retirada…”
Libro
para amantes de historia militar o historia a secas regada con sangre,
mozalbetes en tratamiento de recuperación Ludovico por adorar al Napoleón
austriaco de Hitler, gentes de bien que añoran el orden establecido y se den
cuenta que hay sufrimiento tras los cánticos y banderolas y a la suegra como
que es un libro de poesías, sólo imaginar su cara cuando descubra la verdad y que es un libro de batallitas nos deparará
inesperados momentos de placer…
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org/
theadversiterchronicle@hotmail.es
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