The Adversiter Chronicle

domingo, 12 de mayo de 2013

"Lomo con tapas", suplemento literato cutre

Suplemento literato cutre de The Adversiter Chronicle
 


Libro: La retirada, la primera derrota de Hitler
Autor: Michael Jones
Editorial: Crítica, S. L.
Traducción: David León Gómez
Edición: mayo de 2010
 
Ahora que está de moda lo alemán para imponernos su modo, alegra la existencia saber que una vez mordieron el polvo…
Pero más allá de la chirigota de pordiosero económico, traemos hoy a Lomo con tapas  la historia del primer fiasco bélico de la Alemania nazi: la retirada tras llegar a treinta kilómetros de Moscú y que supuso una tragedia humana, material y psicológico de las fuerzas armadas alemanas, la confirmación de que Hítler como estratega militar seguía siendo cabo y un respiro para Stalin que tras los momentos de duda y shock tras la invasión alemana, ganó tiempo para organizarse y poner en marcha la maquinaria bélica de la URSS aún a costa de cientos de miles de sus compatriotas…
 
Michael Jones está doctorado en Historia por la Universidad de Bristol. Profesor en la Universidad de Glasgow y en el Winchester College amén de escribir libros sobre Agincourt y Stalingrado.
Os dejo sin más con un ínfimo botón de muestra:
 
La guerra…
“Alemania invadió la Unión Soviética a primera hora de la mañana del 22 de junio de 1941, enviando hacia el este todo un aluvión de soldados, cañones y carros de combate. Leopold Höglinger, operador de radio de la CXXXVI división de infantería germana, recordaba bien el principio de aquella guerra: <<Nuestra ofensiva empezó en torno a las 03:15 con una descarga descomunal de fuego de artillería –escribió en su diario-. Por encima de nuestras cabezas volaban las escuadrillas aéreas. El enemigo no opuso resistencia. Horas más tarde, durante el avance de los soldados de a pie, aparecieron algunos bombarderos rusos que fueron abatidos enseguida. No  tardaron en llegar los primeros prisioneros>>.
Se trataba de uno de los aspectos más mortíferos de la guerra moderna, que se servía del poder destructivo de los cazas y los bombarderos a fin de apoyar las acciones de las tropas invasoras de tierra. En un primer momento, los alemanes lograron imponerse sin dificultad al emplear a la Luftwaffe para destruir al enemigo. En el cielo que se extendía sobre el avance de la Wehrmacht, la fuerza aérea soviética quedó, literalmente, hecha pedazos. En realidad, muchos de sus aviones fueron destruidos aun antes de despegar. El piloto Iván Konoválov recordaba en estos términos la destrucción del aeródromo al que estaba adscrito: <<De pronto, oímos un estruendo increíble: teníamos encima a los aviones del enemigo. Alguien gritó: << ¡Ha cubierto!>>, y yo corrí a esconderme bajo el ala de mi aparato. Todo quedó envuelto en llamas. El fuego arreciaba de un modo terrible. Al final, sólo quedó intacto un avión>>…
… Algunos generales alemanes, alentados por el rosario de conquistas que había obtenido la Wehrmacht en los dos primeros años de la segunda guerra mundial, sometiendo así a la mayor parte de Europa al yugo del régimen nazi, comenzaron a considerar a Adolf Hitler –cuando menos en lo político- una figura napoleónica y no dudaron en hacer comparaciones entre ambos adalides. Mientras trataba de avasallar el continente, Napoleón también había tratado de someter a los británicos en primer lugar y, al no lograrlo, había vuelto la mirada al este para centrar su atención en Rusia. El führer parecía estar siguiendo la misma senda. Durante el verano de 1940, concluida con éxito la guerra contra Francia, había visitado, junto con un grupo nutrido de sus generales, la tumba de Napoleón en el palacio parisino de Los Inválidos. Uno de sus comandantes, el general Gotthard Heinrici, conmovido por la ocasión e impresionado ante la audacia de su dirigente, ponderó su campaña gala diciendo: <<La decisión del führer ha sido de veras napoleónica: grandiosa y resuelta>>…”
 
Moscú…
“A principios del mes de noviembre de 1941, estando los ejércitos alemanes arrollados en torno a la capital soviética, cierto oficial de la Wehrmacht tuvo un mal presagio. Se trataba de Robert Rupp, comandante de pelotón, quien escribió en su diario un texto extenso con este comienzo: <<Estoy visitando con frecuencia a una familia de los alrededores, y la madre me ha dicho que tiene acuartelados en su casa a tres de nuestros soldados y que han violado a su hija de diecisiete años. Primero la persiguieron a ella en el exterior de la casa, y luego, le pusieron a la hija una pistola en la cabeza y la forzaron a someterse a ellos. Las mujeres acudieron al Kommandant de la ciudad, que mandó de inmediato a un destacamento de seguridad. Sin embargo, los soldados ya habían huido…
… Las condiciones que se daban en el territorio ocupado por los alemanes se estaban volviendo más degradantes para la población nativa. Nina Semionova vivía en Moscú y capturada por la Wehrmacht a mediados de octubre, durante su avance hacia la capital. El primero de noviembre escribió en su diario:
`Los alemanes han ocupado ya toda nuestra casa. Llevan con ellos hasta un intérprete, que nos ha dicho: <<No se asomen nunca al pasillo cuando haya un oficial entrando al edificio o saliendo de él>>. Nuestra situación empeora de un día a otro. Habíamos guardado algunos restos de comida: algo de mantequilla, una porción modesta de carne y un poco de pan blanco. Como era de esperar, nos lo han robado todo. Han organizado algo semejante a una colectividad, pero a nosotros nos han excluido.´…
… El coronel general Hoepner iba a coordinar el último gran avance hacia la ciudad. <<Estamos esperando a ponernos en marcha –escribió el día 5-, pero pese a la helada de ayer, habrán de bajar más las temperaturas para que se endurezcan lo suficientemente las carreteras… Para la siguiente acometida van a ser necesarias, cuando menos, provisiones para diez días>>. Frustrado, añadía: <<Nuestro alto mando sigue marcando objetivos muy poco realistas, sin tener la menor idea de cuál es la situación del frente>>. Lo cierto es que los dirigentes nazis sí eran conscientes de la acuciante falta de prendas de invierno de que adolecían sus ejércitos, y hacían cuanto estaba en sus manos por ocultar este hecho a la población germana. Joseph Goebbels, por ejemplo, expidió la siguiente notificación a la prensa:
`En las estaciones de ferrocarril aguarda la indumentaria que necesitan nuestros soldados al objeto de hacer cara al invierno (abrigos de pieles, gabanes y ropa interior para el frío), lista para su distribución. Ésta está llamada a no ser fácil dada la situación en que se encuentra el transporte, y será inevitable sufrir cierto retraso. Entretanto, será preferible no hacer mención alguna de este asunto. Asimismo, cumple tener un cuidado especial a la hora de elegir las fotografías, pues no debería mostrarse a nuestros soldados mal pertrechados. No deseamos, por ejemplo, ver a prisioneros rusos con abrigos al lado de guardias alemanes desprovistos de ellos´…
… El único modo que tenían Heyl y sus camaradas de hacer frente a los horrores de la guerra consistía en cerrar la puerta, de un modo cada vez más patente, a todo género de sentimiento humano. Alois Scheuer, cuya unidad se encontraba a apenas ochenta kilómetros de Moscú, era de la misma opinión: <<La guerra de Rusia y todas sus consecuencias son terribles de veras –escribió-. Uno tiene que dar la espalda a sus sentimientos y pensamientos decentes. Debemos combatir a muerte al enemigo, y a eso se añaden ahora el frío y el hambre. Uno tiene que encallecerse para soportarlo todo>>. Si él hablaba de <<combatir a muerte al enemigo>>, Heyl hacía hincapié en la ideología comunista que subyacía a la ferocidad de sus oponentes. <<Resulta aterrador la escasa importancia que conceden los rusos a la vida de un individuo –concluía-. Los veinte años que ha pasado la nación en la `picadura espiritual’ del bolchevismo ha hecho este principio consustancial a su carácter. Es la única explicación posible a la ferocidad con que nos hacen frente. >>…”
 
Retirada napoleónica en diciembre…
“En el flanco meridional del grupo de ejércitos centro, el general Gotthard Heinrici también estaba sufriendo una regresión al periodo decimonónico en lo tocante al ejército mecanizado de Alemania. <<He tenido que recorrer a pie tres kilómetros para llegar al siguiente pueblucho de nuestra línea defensiva –anotó aquel 12 de diciembre-, y ahora estoy tratando de organizar con los caballos un sistema de postas para que en el futuro podamos trasladarnos como hizo Napoleón con nuestros `carromatos´ de madera. >> Más adelante añadía: <<Este país es extremado en todos sus aspectos: su extensión, sus bosques, su clima y sus multitudes. Tenemos que defender áreas amplísimas con un número escaso de soldados, y los rusos atacan todo el frente. Sólo tienen que concentrar sus fuerzas en un punto determinado para ponernos de inmediato en un aprieto. En todos los años que llevo en el ejército no me he visto jamás en una posición tan delicada. Tenemos la impresión de que nos haya abandonado por entero la suerte>>.
La responsabilidad última del calvario que estaban viviendo sus soldados recaía en el mismísimo Hitler, por remiso que pudiera mostrarse en aceptarlo. Por increíble que resulte, mientras sus ejércitos morían en el  frente oriental, cuatro días después de que Japón bombardease la flota estadounidense apostada en Pearl Harbor el 7 de diciembre, declaró también la guerra a Estados Unidos y amplió así más aún el alcance de la contienda. Semejante decisión rebasa los límites de lo asombroso y revela un desentendimiento total de la realidad por su parte. <<El führer ha pronunciado un discurso para mover guerra contra América- escribió aturdido el teniente Georg Kreuter el día 12-, mientras aquí nos afanamos por aferrarnos a nuestras líneas defensivas. >> El oficial médico Willi Lindenbach afirmaba: <<Si la declaración de hostilidades al Reino Unido y Estados Unidos por parte de Japón nos cayó como un rayo del cielo, ahora nosotros nos hemos enfrentado también con Norteamérica. El plan estaba muy claro: nosotros tomábamos Moscú, y Japón agredía a británicos y estadounidenses. La noticia del hundimiento de buena parte de la flota que tenían éstos en el Pacífico es, sin lugar a dudas, muy buena; pero aquí nos encontramos en plena retirada…”
 
 
Libro para amantes de historia militar o historia a secas regada con sangre, mozalbetes en tratamiento de recuperación Ludovico por adorar al Napoleón austriaco de Hitler, gentes de bien que añoran el orden establecido y se den cuenta que hay sufrimiento tras los cánticos y banderolas y a la suegra como que es un libro de poesías, sólo imaginar su cara cuando descubra la verdad  y que es un libro de batallitas nos deparará inesperados momentos de placer…
 
 
 
 
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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