The Adversiter Chronicle

martes, 4 de noviembre de 2025

"Memorias de La Transición", por Antón Rendueles

Unas memorias de Antón Rendueles en exclusiva para The Adversiter Chronicle

Jugar... ¿Solo?

Fui un niño solitario en casa, mi hermana y luego mi hermano tardarían aún en llegar aunque no mucho. Aún no había hecho la Primera Comunión y en ocasiones me quedaba solo en casa, los adultos salían y supongo que yo no quería ir, era generalmente los domingos por la tarde. El piso que era mi mundo no era muy grande pero tenía la cocina, un baño, una habitación pequeña que era la mía salvo que mi padre trabajara en el turno de noche y entonces dormía en la habitación grande y tenía vetado entrar en mi habitación hasta que papá despertara, prohibición que me saltaba muy a menudo por ese ansia infantil de coger algo que está en la habitación. Entraba despacio y recuerdo que una vez me quedé mirando a mi padre dormir. Cogía lo que había entrado a buscar y salía procurando no alterar su sueño. Luego estaba la salita con la televisión al fondo y el sofá con su sillón y una mesa baja en el centro. Y el pasillo con forma de `L´. Cuento la distribución porque cuando quedaba solo en casa, ésta se transformaba cuando me ponía a jugar. Tenía el equipo completo de vaquero de las películas del oeste que echaban los sábados por la tarde, no siempre pero sí a menudo. Me abrochaba el cinturón con el revolver y tenía un sombrero de vaquero negro. Luego estaba mi fiel caballo, la escoba con un cordón de zapato como bridas. Me lo pasaba pipa y hasta había diálogos, unas veces con un desafiante pistolero, cabalgando por los parajes de las películas donde el pasillo era un desierto, mi habitación era el salón y la habitación grande territorio comanche, no recuerdo qué paraje era la salita, pero era el santuario de la televisión aunque alguna vez cabalgué también por allí. Y luego estaba la sensación de que no estaba solo, no veía nada extraño en el piso, era una sensación que tomaba como natural, la sentía pero no me hacía preguntas. Sabía entonces con certeza que gustaba de verme jugar. También cuando jugaba en la habitación construyendo castillos, carreras con coches a escala o simplemente pasando las hojas de un libro del mueble de la salita, leía los pies de foto y pasaba las páginas despacio. No era algo hostil, que produjera miedo, era algo que se sentía tan natural como el aire al respirar, el calor del sol o las nubes en el cielo. Pensaba en mi mente infantil que podría ser mi bisabuela que dormía en mi habitación antes de que fuera de mi propiedad, pero poco después rechacé esa idea. Sólo puedo decir que jugaba solo en casa y que había algo que le gustaba verme jugar, tal vez los diálogos que mantenía con pistoleros desafiantes fueran tales, al menos jugando el pistolero era real en la imaginación porque nada se alteraba, Luego, cansado de jugar, porque cabalgar a lomos de una escoba fatigaba, y pasaba a ver la tele o mirar un tebeo, jugar a otra cosa ya más reposada, la intensidad de esa sensación disminuía, se desvanecía sin dejar de estar presente, por supuesto nunca cuando había adultos en el piso. Y un día llegó mi hermana y yo había crecido, era un niño pero ya sin percepción infantil. Ya no tenía que jugar solo ni era la única infancia de la casa, pero me pregunto qué habrá sido de aquella sensación, si seguirá allí o si simplemente nunca existió, pero yo sé que sí existía como el aire, el calor del sol o las nubes en el cielo...
Antón Rendueles

The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt Lake City, Utah
Director Editorial: Perry Morton Jr. IV
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