Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
La televisión
Estos
días atrás me he visto obligado a cambiar mi viejo televisor, ha
soportado el paso del tiempo con prótesis como un TDT, ocupando el
espacio que antes ocupaba el reproductor de VHS, restos de un tiempo
tecnológico...
Mientras
el técnico hablaba y hablaba durante la instalación de las
prestaciones del nuevo televisor, más un ordenador o una tableta de
proporciones gigantescas que el aparato al que estoy acostumbrado
desde que era niño, cuando era el encargado de sintonizar canales,
los dos canales más bien, que el receptor recibía...
Era
el primer televisor en color, presidiendo el salón donde sofá,
mesa, sillas, todo parecía orientado a la contemplación de la
pantalla. Tenía un cajetín con ruedecillas para sintonizar aquel
número de canales impresionante, como en las películas americanas
solo que aquí sólo se sintonizaban dos cadenas y una de ellas, la
segunda, con interferencias y niebla. Todo precisaba de manejar
aquellas rueditas para conectar el vídeo, la videoconsola y más
tarde mi primer ordenador personal...
Decían
que pasar tantas horas como pasábamos la infancia ante el televisor
nos haría adultos tarados, casi psicópatas inducidos por la
violencia en la pequeña pantalla, dicen lo mismo ahora de los
videojuegos y de Internet. Creo que ahora la infancia y la juventud
ven los contenidos que desean, que siempre son los que se nos
muestran y a los que nos otorgan acceso. Pero al igual que antaño,
recurro a la infancia de mi entorno familiar para terminar de
comprender los misterios de la televisión en la era digital.
Reconozco que la televisión, el aparato, es una pasada de calidad de
imagen y prestaciones, aunque prefiero la radio, el reproductor de
música a centralizarlo todo en la televisión, es una cuestión
cultural y de entorno tecnológico...
Las
noticias siguen siendo la mismas, no hay intrépidos reporteros en
Camboya, Salvador o Nicaragua, pero sigue habiendo conflictos y el
aislamiento audiovisual a la carta impide ver las malas noticias, eso
no ha cambiado mucho salvo que ahora el aislamiento es individual,
como colonos en un planeta ajeno donde el vínculo con el planeta de
origen fueran las telecomunicaciones...
El
viejo televisor parece mirarme en el pasillo junto a la prótesis del
aparato de TDT, la repanocha cuando se pasó la emisión de señal
televisiva a la nueva tecnología y ahora integrado en el aparato.
Pero me sigue fascinando la televisión y no soy capaz de fascinarme
con las nuevas tecnologías televisivas, me son tan extrañas y casi
tan ajenas como el aparato de vídeo lo era para mi abuelo...
Supongo
que es la inevitable nostalgia ante un mundo que ya no existe y es un
ejercicio doloroso e inútil agarrarse al pasado, queda el recuerdo,
queda la memoria. Pero ahora el viejo aparato espera ser recogido
para su tratamiento como residuo tecnológico, o en un mercado
africano reconvertido en aparato operativo y puede que un niño, una
niña, se ilusionen como yo me ilusionaba de niño...
Quién
sabe.
Antón
Rendueles
The Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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