Unas memorias de
Antón Rendueles en
exclusiva para The Adversiter Chronicle
El cementerio
La
muerte era algo casi abstracto, cosas que pasaban a la gente mayor,
pero que no afectaban mi universo infantil. Dentro del calendario de
la infancia, visitar el cementerio era algo habitual dos o tres veces
al año. Era un cementerio pequeño de parroquia rural y la aventura
de salir de la ciudad para visitar el cementerio era estimulante, los
programas de Jiménez del Oso en aquella segunda cadena llena de
neblina y con dificultad para sintonizar ya me habían familiarizado
con el tema del más allá aún siendo niño...
Los
mayores se afanaban en limpiar y poner decoro en las lápidas, yo
sólo reconocía la de mi bisabuela y la recordaba a la puerta de la
pequeña terraza en la cocina donde me hacía leer y practicar la
lectura, luego supe que ella no sabía leer, pero la recuerdo
corrigiéndome..
Mientras
los adultos estaban a sus muertos, yo recorría las pequeñas calles
que formaban las hileras de nichos. Me impresionaba una esquina de la
tapia donde se acumulaban restos florales marchitos y de podredumbre fétida
si te acercabas demasiado, escobones y demás cosas que se utilizan
en un cementerio como una vieja escalera. Miraba las lápidas y
jugaba a encontrar apellidos comunes, cosa habitual por el
parentesco, pero arcanos misteriosos para un niño...
Cuando
volvía con los adultos, mi abuela repasaba las lápidas y puedo
escuchar como me dice quienes eran, pero para mí eran sólo
desconocidos, a veces por un instante imaginaba cómo sería ir a
visitar una tumba de mis seres queridos y tenía que apartar el
pensamiento con un escalofrío infantil y enseguida buscaba
distracción...
El
colofón era tomar un refrigerio en el bar cercano al cementerio. Mis
adultos lograron que no vea los cementerios como algo triste, salvo
cuando toca enterrar a un ser querido, y conservo la costumbre de
darme una vuelta cuando piso uno, al menos cuando pisaba y no eran
las ruedas mis piernas...
Ahora,
cuando veo las lápidas, ya sólo pienso que estaré un día y me
reuniré con los ausentes, y sin embargo siempre recuerdo aquellas
excursiones que me despertaba fascinación, respeto, temor y sed de
aventura ante lo desconocido pese a que ahora los nombres de las
lápidas me resultan conocidos, como la muerte.
Antón
Rendueles
The
Adversiter Chronicle, diario dependiente cibernoido
Salt
Lake City, Utah
Director
Editorial: Perry Morton Jr. IV
http://theadversiterchronicle.org
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